Pastor
Rogers Infante, Mensaje del domingo 21 de julio de 2013
En
la Iglesia Cristiana Palabra y Amor. Barranquilla - Colombia
Texto Bíblico: Cantar de los Cantares 1:6.
Cnt.1:6 No me miren
así por ser morena, el sol ha bronceado mi piel. Mis hermanos se enojaron
conmigo; me obligaron a cuidar de sus viñedos, por eso no pude cuidarme a mí
misma, mi propio viñedo.
Gracia y paz para todos mis hermanos en la obra de
Dios Padre y de su Hijo Jesucristo, el cordero inmolado que ahora está a la
Diestra del Todopoderoso.
El capítulo 1 de Cantar de los cantares, en el versículo
6 podemos analizar que en el texto hay una expresión en la primera persona
del singular: “Me obligaron o
Me pusieron.”
Por
lo tanto, queridos hermanos, el mensaje de hoy, será de un sentido personal
para cada uno de nosotros, y tiene que ser personal primero para el predicador,
y luego para cada una de las personas aquí presente. Amen.
¡En esta hora debemos pensar menos en los demás y más en
nosotros mismos!
¡Que
el mensaje de hoy sea de valor práctico para nuestro propio corazón!
Que sea un
mensaje que les contriste y le motive a ver su estado de vida.
Posiblemente
traerá recuerdos desdichados, pero no debemos sentir temor a esa santa
aflicción que es salud para el alma. Puesto que en este texto la esposa habla de sí misma:
…me
obligaron a cuidar de sus viñedos, por eso no pude cuidarme a mí misma, mi
propio viñedo. (NTV)
“Me pusieron a guardar las viñas; y mi viña,
que era mía, no guardé,” (RV60)
Cada
uno de nosotros ha de tener su propio ejemplo, y pensar en su propia persona.
En el texto encontramos el lenguaje de una queja.
Todos
nosotros somos muy propensos a quejarnos, especialmente de otras personas.
Abrir
agujeros en la reputación de otros individuos, y aunque es malo, sin embargo,
numerosas personas pasan horas dedicadas en esa improductiva ocupación.
Sería muy bueno permitir
nuestra queja, al igual que la del texto, y que nos enfoquemos en nuestra propia
persona.
Si
algo anda mal en casa, que el padre se culpe a sí mismo;
Si
hay algún problema con los hijos, que la madre revise su propia conducta
personal como su instructora.
No prestemos atención a lo que sucede afuera, sino que debemos prestar
atención a lo que ocurre en casa.
Abramos
un conducto que esté conectado al corazón, de tal manera que todo lo que se
diga se introduzca en el espíritu y purifique al ser interior.
Desde
lo profundo del corazón hagamos esta confesión:
…me
obligaron a cuidar de sus viñedos, por eso no pude cuidarme a mí misma, mi
propio viñedo.
Hagamos del texto algo práctico.
No
debemos quedarnos satisfechos con haber expresado el lenguaje de una queja;
Más
bien, hemos de deshacernos de los males que deploramos.
Si hemos
actuado mal, debemos esforzarnos por actuar correctamente.
Si hemos
descuidado nuestra propia viña, debemos confesarlo con la debida humildad,
Pero no
debemos continuar descuidándola.
Es decir: por andar cuidando la viña de otros, nuestra propia
viña que es nuestra, no la cuidamos.
Debemos
pedirle a Dios que salgan buenos resultados de las lamentaciones por nuestras
propias fallas, de tal manera que, antes de muchos días, podamos comenzar a
guardar cuidadosamente nuestras viñas por la gracia de Dios; y entonces
cumpliremos mejor con nuestro oficio de guardadores de las viñas de otros, si
fuéramos llamados a un empleo así.
Hay dos cosas sobre las cuales voy a reflexionar en
este momento.
La primera es que
hay muchas personas cristianas, que se vean forzadas a confesar que la mayor
parte de sus vidas la pasan en oficios que no son propiamente el suyo.
Es
decir: Voy a describir al obrero
que ha olvidado su llamamiento celestial.
La Segunda es que
voy a tomar una perspectiva más general, y voy a tratar con los que están asumiendo otros trabajos, y están descuidando su
propia vocación. Es
decir:
El
cristiano que ha olvidado su excelso y celestial llamamiento.
Iglesia, El día en que ustedes y yo nacimos de nuevo, nacimos
para Dios. Por esa razón no debemos ser esclavos del
mundo, y como no soy esclavo del mundo, debo cuidar mi propia viña.
El día en que vimos que Cristo murió por nosotros,
quedamos comprometidos a morir para el también.
El día en que fuimos resucitados por el Poder de lo Alto, el
Espíritu Santo nos llevó a una vida nueva, esa vida quedó
obligada a ser una vida consagrada a Dios, única y exclusivamente a él.
Por
esa razón “usted no se pertenece porque fue comprado
a precio de sangre.”
El cristiano verdadero es uno que ha sido vivificado con una
vida que vive para Dios.
Es
el que ha salido del dominio del mundo, de la carne y del demonio.
Ese
es el cristiano verdadero, aquel que recobro su libertad e identidad, para
adorar a Dios.
2Cor.5:14-15 El amor de Cristo nos obliga, porque estamos convencidos de que uno murió
por todos, y por consiguiente todos
murieron. (15) Y él murió por
todos, para que los que viven ya no
vivan para sí, sino para el que murió
por ellos y fue resucitado. Esto mis amados
hermanos, no lo podemos negar.
¡Usted
debe admitir diariamente, que tienen un llamamiento excelso, santo y celestial!
Pero a pesar de ese llamado excelso, santo y celestial.
Nos hemos visto obligados a ser guardadores de otras viñas,
descuidando la nuestra.
La
mayoría de los hombres hablan de sus salarios como “duramente ganados,” y yo creo que en muchos casos dicen la pura
verdad.
Hay
hogares cristianos que están siendo descuidados, porque están tratando de
cuidar más las viñas de otros, y la viña propia, han descuidado.
Usted
puede notarlo en los bajos rendimientos que su viña propia produce.
Muchas horas del día tienen que ser invertidas en nuestras
ocupaciones.
Despertamos
por la mañana y pensamos en lo que tenemos que hacer, incluso, hasta en lo que
no debemos hacer. En la noche regresamos
cansados a la cama por lo que hemos hecho, y lo que no debimos hacer.
Déjame
decirte algo:
Así
es como debe ser, pues Dios no nos hizo para que nos divirtiéramos y jugáramos,
como leviatanes en las profundidades. Aun en el
Paraíso, el hombre recibió instrucciones de que labrara el huerto.
Todo
hombre debe hacer algo, especialmente todo cristiano.
De
tal manera que la viña, que es nuestra, No la descuidemos.
Adán
y Eva, descuidaron su viña y la perdieron.
Si
usted descuida su viña, por andar cuidando la viña ajena, llegara el ladrón y
hurtara su viña.
El que tenga oído para oír, que escuche, lo que el espíritu está
diciendo.
Es
un ultimatos del Señor tu Dios.
Pero
regresemos al punto donde comencé.
El día en que nacimos de nuevo, todos cuantos somos nuevas
criaturas en Cristo Jesús comenzamos a vivir para Dios y no para nosotros.
Ahora
pregunto: ¿Hemos llevado esa vida?
Hemos
trabajado arduamente, pero nos hacemos la pregunta nuevamente:
¿Para qué hemos trabajado?
¿Quién ha sido nuestro jefe?
¿Con qué propósito nos hemos afanado?
Si
hemos sido leales a la profesión de cristiano, entonces quiere decir que he
vivido y he trabajado para Dios, para Cristo, para el reino de los cielos.
Pero
¿ha sido
efectivamente así? y ¿es así ahora?
Muchos están trabajando muy duro por alcanzar riquezas, lo que quiere decir, para el YO,
enriquecidos.
Otros trabajan por una subsistencia, lo cual significa, ir más lejos de lo que
hacen todavía, para el YO.
Otros en cambio trabajan para sus familias, un motivo lo suficientemente bueno a su
manera, Pero que sigue siendo una extensión del YO, después de todo.
El
cristiano tiene que tener siempre un motivo mucho más
excelso, más profundo, más puro, más verdadero que el YO en su más amplio sentido.
Pues,
de lo contrario, el día vendrá cuando consideren su vida pasada, y digan: “Me pusieron a guardar las viñas; y mi viña, que era mía”
(ósea al servicio de Cristo, la gloria de
quien me compró con Su sangre) —“no guardé.”
Me
parece que sería una terrible calamidad volver la mirada veinte años atrás, y
decir:
“¿Qué he
hecho por Cristo en todos esos veinte años?
¿Cuánto de mi
vida, fue invertida en un esfuerzo para darle la gloria a Él?
He recibido talentos: ¿cuántos de esos talentos han sido utilizados en favor de quien
me los dio?
He tenido
riquezas, o he tenido influencia. ¿Cuánto de
ese dinero y de esa influencia he usado específicamente para mi Señor y para
promover Su reino?”
Has estado ocupado
con ese capricho, o motivo ajeno; pero,
¿Has vivido
como desearías haber vivido cuando venga nuestro Señor en su gloria?
¿Has actuado
de tal manera para que tú mismo te juzgues cuando tu Dios y Señor venga para
llamarte a cuentas?
Invito
a todas mis ovejas a que lancen una mirada retrospectiva, y vean solamente si
han guardado sus propias viñas.
Yo supongo
que han trabajado duro. Pero se han preguntado: ¿han guardado
sus propias viñas?
¿Han servido
al Señor en todas las cosas?
Estoy medio
temeroso de dar un paso más lejos.
En
una buena medida, no hemos sido fieles a nuestras propias profesiones.
Nuestra obra más excelsa ha sido desatendida;
es decir NO hemos guardado nuestras propias viñas.
Al
mirar hacia atrás, reconocemos: Que hemos pasado
muy poco tiempo en comunión con Dios!
Qué nuestros pensamientos ha sido ocupado por la
meditación, la contemplación, la adoración, y otros actos de devoción.
¡Los
cristianos de hoy, no están inspeccionando la belleza de Cristo, Su persona, Su
obra, Sus sufrimientos, Su amor inagotable, su gloria y la esperanza que nos
da!
Afirmamos
y decimos que el tener comunión con Cristo es “el cielo en la tierra”
Pero,
¿tenemos
comunión con Él realmente?
Algunos cristianos, profesamos que no hay lugar como el
propiciatorio,
Pero,
¿cuánto
tiempo pasamos en ese propiciatorio?
En nuestra
casa, tenemos lugares para todas y cada cosa del mundo.
Pero tenemos
un lugar para Dios, permanentemente.
Hay
un lugar para la cocina, para el aseo personal, el aseo del hogar, en lugar
donde dormimos, un lugar donde recibimos las visitas, un lugar donde ver la TV.
Un lugar donde colocar adornos.
¿Pero tenemos un lugar específico para Dios?
¿Un lugar donde podamos pasar un buen tiempo con él para
hablarle?
Algunos dirán:
Para eso está la iglesia.
Entonces
no se queje si en su casa usted ha creado un lugar para satanás, y todo le está
saliendo mal.
Porque
así como tenemos un lugar para todo.
Búsquele
también un lugar para nuestro Dios en tu corazón y mente.
Y
permítele que él sea el dueño de tu casa.
Con frecuencia decimos que la Palabra de Dios es preciosa, que cada una de sus páginas resplandece
con una luz celestial, pero, ¿La estamos
estudiando, para ponerla en práctica?
Amada
iglesia, ¿cuánto tiempo le dedicas a la palabra de
Dios, fuera de la iglesia?
Me
atrevería a decir que la mayoría de los cristianos pasan mayor tiempo:
Leyendo el periódico trágico, que la Palabra de Dios.
Viendo la TV, que la palabra de Dios.
Chismoseando y ablando mal del otro, que la palabra de Dios.
En
otras palabras: Procuran
y Aportan que la obra de satanás crezca más cada día, que la obra de Dios.
Espero ser demasiado
severo al decir esto, pero me temo, y creo fielmente, que no lo soy.
Seguramente
los libros más reciente, de historietas sentimentales, merezcan su atenta
lectura, y en cambio, las divinas, e indecibles profundidades del conocimiento
celestial, son desatendidos por los cristianos de hoy.
Nuestros antepasados eran hombres fuertes porque sus vidas se
basaban en las Escrituras.
Nadie
se les oponía en su día, pues se alimentaban de buenas viandas, mientras que
hoy existen muchos falsos que se hacen llamar “cristianos”, pero son demasiado
aficionados a los alimentos dañinos.
Que tristeza,
ver a “cristianos” comer del verde producto de las viñas de Satanás, y
desprecian enteramente los frutos de las viñas del Señor.
Piensen
en nuestro descuido, para con nuestro Dios, y comprueben si no es cierto que le
hayamos tratado muy mal. Hemos estado en el taller, en la oficina, en los mercados, en los campos, en las bibliotecas públicas, en la sala de conferencias, y en muchos debate; durante
nuestra vida.
Pero nuestros
propios aposentos y estudios, nuestro caminar con Dios y nuestra comunión con
Jesús, todo eso lo hemos descuidado grandemente, por el temor al qué dirán.
Además,
estamos permitiendo que la viña del santo servicio para Dios se vaya a la
ruina.
Yo
les preguntaría: ¿qué pasa con el trabajo para el
que su Dios los llamó?
Las
personas se están muriendo; ¿los están salvando ustedes, con la palabra?
Esta gran ciudad es como una caldera hirviente, que bulle y
borbotea con infame iniquidad;
¿Somos en
verdad nosotros un poder que trabaja por la justicia de Dios?
¿Cuánto bien
hemos hecho?
¿Qué he hecho
para arrebatar tizones del incendio?
¡Vamos, háganse estas preguntas y respóndanlas honestamente!
Es
más, cuidadito con evadirla diciendo: “no tengo ninguna
habilidad, o no sé cómo hacerlo”
Me
temo que usted, cuentan con una mayor habilidad que les permitiría dar cuentas
con gozo, cuando el Nuestro Señor venga en el último gran día.
Ustedes
tienen el remedio divino: ¿se lo han proporcionado a estos enfermos y moribundos?
Ustedes
tienen la palabra celestial que puede librarlos de la destrucción:
¿No podrían
muchos de ustedes decirse: “he sido un sastre, un tendero, un mecánico, un comerciante,” o “he
sido un médico y he atendido a estos llamamientos; pero mi
propia viña, que era de mi Señor, que estaba obligado a cuidar primero que
nada, no guardé”?
Bien,
ahora, ¿cuál es el remedio para esto?
No
necesitamos hablar más de nuestras fallas; cada uno de nosotros debe hacer su
propia confesión personal, y luego buscar la enmienda.
Yo creo que el remedio es uno muy grato.
No
sucede con frecuencia que la medicina sea agradable, pero en este momento yo
les prescribo una dosis, y es que busquen el versículo siguiente a mi texto.
Léanlo:
Cnt.1:7
Dime, mi amor, ¿hacia dónde llevarás hoy tu rebaño? ¿Dónde harás descansar tus
ovejas al mediodía? ¿Por qué tendría yo que vagar como una prostituta* entre
tus amigos y sus rebaños?
Iglesia,
Acudan a Dios, y en Él encontrarán el remedio para su vida.
Pregúntenle
dónde apacienta Su rebaño, y si usted hace parte de él.
Entiendan
que él que tiene comunión con Cristo, el Hijo de Dios, posee un corazón cálido.
No
puedo evitar recordarles algo que he mencionado con frecuencia, es decir, las
palabras de nuestro Señor a la iglesia de Laodicea. Esa iglesia había llegado a ser tan
mala, que Él dijo: ¡te
escupiré de mi boca!
Y,
sin embargo, ¿cuál
fue el remedio para esa iglesia?
Apoc.3:20 »¡Mira! Yo estoy a la
puerta y llamo. Si oyes mi voz y abres la puerta, yo entraré y cenaremos juntos
como amigos.
Te aseguro y estoy convencido totalmente que después de cenar
con Cristo, no serás más tibio.
Nadie
puede decir: “no soy ni frío ni caliente” después de haber estado en Su compañía.
Más
bien se preguntarán: “¿No ardía
nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino?”
El que vive en Cristo y camina con Él, nunca es frío ni lento en
el servicio divino.
¡Acudan
a su Señor, entonces!
Vengan,
y busquen más a su Señor, lean su palabra, y pronto comenzarán a guardar su
propia viña;
Pues
en el Cantar
verán que se efectuó un feliz cambio.
Iglesia, El
Señor nos conceda, que esta grata palabra que he hablado tanto para mí como
para ustedes, sea bendecida para todos nosotros. Amen.
Gracia y Paz
Pastor Rogers Infante.