Gracia y Paz, para todos mis hermanos en la
obra de Dios Padre y de su Hijo Jesucristo, el cordero inmolado que ahora se
encuentra a la diestra del Todopoderoso.
Quiero iniciar este mensaje, leyendo el
libro de Romanos en el versículo 6 al 8.
Romanos 8:6-8 dice: Por lo tanto, permitir que la naturaleza pecaminosa les controle
la mente lleva a la muerte. Pero permitir que el Espíritu les controle la mente
lleva a la vida y a la paz. (7) Pues la naturaleza pecaminosa es enemiga de
Dios siempre. Nunca obedeció las leyes de Dios y jamás lo hará. (8) Por eso,
los que todavía viven bajo el dominio de la naturaleza pecaminosa nunca pueden
agradar a Dios.
Este capítulo 8 es
el clímax de la sección sobre la
«santificación» y responde las preguntas que
surgieron respecto a la ley, y a
la
carne.
Si analizamos a Romanos 8, podemos ver que el Espíritu Santo domina todo el capítulo, porque a
través del Espíritu morando en nosotros, podemos vencer la carne, y
tener una vida
cristiana fructífera.
El capítulo 8 lo podemos resumir en tres
fases:
Ninguna condenación. --Ninguna obligación.
Y Ninguna separación.
Con referencia a Ninguna condenación:
En los versículos del uno al cuatro vemos el Espíritu y la ley.
Romanos
8:1 al 4 dice: Por lo tanto, ya no hay condenación para los
que pertenecen a Cristo Jesús. (2) Y, porque ustedes pertenecen a él, el poder*
del Espíritu que da vida los* ha libertado del poder del pecado, que lleva a la
muerte. (3) La ley de Moisés no podía salvarnos, porque nuestra naturaleza
pecaminosa* es débil. Así que Dios hizo lo que la ley no podía hacer. Él envió
a su propio Hijo en un cuerpo como el que tenemos nosotros, pecadores. Y, en
ese cuerpo, Dios declaró el fin del dominio que el pecado tenía sobre nosotros
mediante la entrega de su Hijo como sacrificio por nuestros pecados. (4) Lo
hizo para que se cumpliera totalmente la exigencia justa de la ley a favor de
nosotros, que ya no seguimos a nuestra naturaleza pecaminosa sino que seguimos
al Espíritu.
Estos versículos, en realidad, constituyen la
conclusión del argumento del capítulo 7.
Tenga presente
que aquí el Apóstol
Pablo, no analiza
la salvación,
sino
el problema de
cómo el creyente, pueda alguna vez,
realizar algo bueno, teniendo en cuenta que tiene una naturaleza
sumamente pecadora.
La pregunta sería: ¿Por
qué Dios siendo tan santo, acepta lo que
hacemos, cuando no tenemos «nada bueno» morando en nosotros?
¡Yo creo que Dios, tendría que condenar todos
nuestros pensamiento,
y también nuestras obras!.
Pero la palabra de Dios, nos dice que no hay «ninguna condenación», ya que el Poder de Dios, el cual es su Espíritu Santo, mora en nosotros, para
que podamos cumplir con la justicia de la ley.
Para los
verdaderos cristianos, la ley no puede condenarnos porque estamos muertos
a ella.
Dios no puede condenarnos, porque el Espíritu Santo capacita al verdadero
creyente
para que este ande en el Espíritu, y de
esa manera satisfacer las exigencias santas de Dios.
Todo cristiano verdadero vive días gloriosos, cuando se da cuenta de que los hijos de Dios no están
bajo la ley.
Dios, no
espera que nosotros vayamos hacer «buenas obras» en el poder de la vieja naturaleza.
Cuando el
cristiano verdadero, comprende que «no
hay ninguna condenación» para él, entonces puede entender
que el Espíritu que mora en él, agrada a Dios, y lo ayuda a santificarse cada día de su vida,
mientras este en este cuerpo.
Ahora mira, ¡Qué gloriosa salvación tenemos!.
El Apóstol Pablo advierte en Gálatas 5.1, «Por lo tanto, Cristo en verdad nos ha liberado. Ahora asegúrense de
permanecer libres y no se esclavicen de nuevo a la ley».
Con referencia a Ninguna obligación:
Nosotros
debemos comprender clara y llanamente, que no debemos acceder, ni obedecer a
las pretensiones de la carne, por tal motivo debemos aprender a diferenciar
claramente entre el Espíritu
que mora en nosotros y la carne con sus pasiones y deseos del mundo.
Romanos 8:5 al 17 dice: Los que están dominados por la naturaleza pecaminosa piensan en cosas
pecaminosas, pero los que son controlados por el Espíritu Santo piensan en las
cosas que agradan al Espíritu. (6) Por lo tanto, permitir que la naturaleza
pecaminosa les controle la mente lleva a la muerte. Pero permitir que el
Espíritu les controle la mente lleva a la vida y a la paz. (7) Pues la
naturaleza pecaminosa es enemiga de Dios siempre. Nunca obedeció las leyes de
Dios y jamás lo hará. (8) Por eso, los que todavía viven bajo el dominio de la
naturaleza pecaminosa nunca pueden agradar a Dios. (9) Pero ustedes no están
dominados por su naturaleza pecaminosa. Son controlados por el Espíritu si el
Espíritu de Dios vive en ustedes. (Y recuerden que los que no tienen al Espíritu
de Cristo en ellos, de ninguna manera pertenecen a él). (10) Y Cristo vive en
ustedes; entonces, aunque el cuerpo morirá por causa del pecado, el Espíritu
les da vida,* porque ustedes ya fueron declarados justos a los ojos de Dios.
(11) El Espíritu de Dios, quien levantó a Jesús de los muertos, vive en
ustedes. Y, así como Dios levantó a Cristo Jesús de los muertos, él dará vida a
sus cuerpos mortales mediante el mismo Espíritu, quien vive en ustedes. (12)
Por lo tanto, amados hermanos, no están obligados a hacer lo que su naturaleza
pecaminosa los incita a hacer; (13) pues, si viven obedeciéndola, morirán.
Pero, si mediante el poder del Espíritu hacen morir las acciones de la
naturaleza pecaminosa,* vivirán. (14) Pues todos los que son guiados por el
Espíritu de Dios son hijos de Dios. (15) Y ustedes no han recibido un espíritu
que los esclavice al miedo. En cambio, recibieron el Espíritu de Dios cuando él
los adoptó como sus propios hijos.* Ahora lo llamamos «Abba, Padre»*. (16) Pues
su Espíritu se une a nuestro espíritu para confirmar que somos hijos de Dios.
(17) Y, como somos sus hijos, también somos sus herederos. De hecho, somos
herederos junto con Cristo de la gloria de Dios. Pero, si vamos a participar de
su gloria, también debemos participar de su sufrimiento.
Ahora podemos decir, que al analizar esos versículos que
acabamos de leer, podemos notar que el creyente puede tener dos «disposiciones»,
tales
como la mente y los designios.
El creyente puede inclinarse hacia las cosas de la carne, y ser un cristiano carnal, esto lógicamente lo pueden hacer, pero tal
decisión provocaría la enemistad con Dios.
Así como el creyente puede inclinarse para hacer las
casas que le desagradan a Dios, el creyente puede también inclinarse hacia las cosas del Espíritu para
agradar a Dios.
Es
decir: Que el creyente, puede ser un cristiano espiritual, y disfrutar gozo y paz en su vida, mientras se encuentre en
este cuerpo.
Todos sabemos
que el creyente que se mueve con una mente carnal, no puede agradar a Dios.
Porque solo el Espíritu Santo, que obra en nosotros y a
través de nosotros,
es el que puede agradar a Dios.
El cristiano verdadero, No debe
tener por ningún motivo obligación con la carne:
Dice Romanos 8:12. Por lo tanto, amados hermanos,
no están obligados a hacer lo que su naturaleza pecaminosa los incita a hacer; ---En otras palabras, nuestra única
obligación, es hacia el
Espíritu Santo.
Por la sencilla razón, que fue el Espíritu el que nos convenció, y nos mostró nuestra necesidad del Salvador.
Fue el Espíritu el que impartió la fe salvadora, implantó la nueva naturaleza en nosotros, y
nos
da testimonio cada día de
que
somos hijos de Dios.
¡Por eso hoy debemos sentirnos gozosos, de la gran deuda
que tenemos con el Espíritu!.
Jesús, el Hijo de Dios nos amó tanto, que murió por nosotros.
Y
el Espíritu
Santo, ese maravilloso Poder de los Alto, nos
ama tanto, que vive en nosotros. Amen.
Este
Poder de lo Alto, que proviene de Dios, el Todopoderoso, nos ama tanto que a diario soporta nuestra carnalidad y egoísmo.
Este Poder de Dios, todos los días contrista nuestro pecado;
y sin embargo nos ama y permanece en nosotros como el sello de Dios, y las «arras»,
las cuales son las «garantía» de las
bendiciones que nos esperan en la eternidad.
Dice segunda de Corintios 1:22, y nos identificó como suyos al poner al Espíritu Santo en nuestro
corazón como un anticipo que garantiza todo lo que él nos prometió.
Iglesia
déjame decirte, que si alguien no tiene el Espíritu morando en él, no es un hijo de Dios.
Y para ser un hijo de Dios, hay que ser obediente y hacer
su voluntad.
Y para hacer tal cosa, debemos alejarnos de todo lo que le
desagrada a Dios.
Y prueba de eso es primeramente aceptar a cristo en
nuestro corazón y dar el paso de obediencia.
Solo así dejaremos de murmurar, y también dejaremos de
estar planeando ataques contra los cristianos hijos de Dios.
El Poder de Dios, el cual conocemos
como el Espíritu Santo, es una adopción.
Miremos
lo que dice Romanos 8 versículo 15:
Y ustedes no han recibido un espíritu que los
esclavice al miedo. En cambio, recibieron el Espíritu de Dios cuando él los
adoptó como sus propios hijos. Ahora lo llamamos «Abba, Padre».
Iglesia,
vivir en la carne, o bajo la ley, (y ponerse
bajo la ley, es inclinarse a
vivir en la carne), esto nos conduce a la servidumbre; Pero el
creyente que vive en el Espíritu
Santo, este lo conduce a una vida gloriosa de libertad en Cristo.
Ahora
debemos tener presente, como cristianos verdaderos, que la Libertad para el creyente
jamás significa hacer lo que se le antoje, ¡Porque esa es la peor clase de esclavitud!.
Más bien deberíamos
decir que la libertad cristiana en el
Espíritu, es libertad de la
ley y de la carne, para que podamos
agradar a Dios, y llegar a ser lo que Él quiere que lleguemos a ser.
La palabra de Dios habla de «Adopción»
y en el Nuevo Testamento, esto no significa lo que típicamente denota hoy en día;
que es recibir a
un niño, dentro de una familia como miembro legal de ella.
Los
que estudiamos la palabra de Dios, sabemos que el significado literal
de la palabra griega es, «colocar como hijo», es decir: tomar a
un menor, (bien sea en la familia o afuera) y hacerlo el legítimo heredero.
Cada creyente es un hijo de Dios por nacimiento, y heredero de Dios por adopción.
Es más, somos coherederos con Cristo, de modo que Él,
no puede recibir su
herencia en gloria hasta que nosotros estemos allí para compartirla con Él.
Gracias a
Dios
el creyente
verdadero, no tiene obligación a la carne, para alimentarla, agradarla
y obedecerla.
En lugar de eso, debemos
«hacer morir» las obras de la carne, por el poder del Espíritu, y permitir que el Espíritu dirija nuestras vidas diariamente.
Romanos 8:13 dice: pues, si viven obedeciéndola,
morirán. Pero, si mediante el poder del Espíritu hacen morir las acciones de la
naturaleza pecaminosa,* vivirán.
Y el libro de Colosenses 3:9 dice: No se
mientan unos a otros, porque ustedes ya se han quitado la vieja naturaleza
pecaminosa y todos sus actos perversos
Con referencia a Ninguna separación:
Esta última parte del libro de Romanos 8 del 18 al
39, nos habla del Espíritu y el sufrimiento.
Leamos:
Romanos 8:18 al 39, Sin
embargo, lo que ahora sufrimos no es nada comparado con la gloria que él nos
revelará más adelante. (19) Pues toda la creación espera con anhelo el día
futuro en que Dios revelará quiénes son verdaderamente sus hijos. (20) Contra
su propia voluntad, toda la creación quedó sujeta a la maldición de Dios. Pero,
con gran esperanza, (21) la creación espera el día en que se unirá junto con
los hijos de Dios a la gloriosa libertad de la muerte y la descomposición. (22)
Pues sabemos que, hasta el día de hoy, toda la creación gime de angustia como
si tuviera dolores de parto. (23) Y los creyentes también gemimos —aunque
tenemos al Espíritu de Dios en nosotros como una muestra anticipada de la
gloria futura —porque anhelamos que nuestro cuerpo sea liberado del pecado y el
sufrimiento. Nosotros también deseamos con una esperanza ferviente que llegue
el día en que Dios nos dé todos nuestros derechos como sus hijos adoptivos,*
incluido el nuevo cuerpo que nos prometió. (24) Recibimos esa esperanza cuando
fuimos salvos. (Si uno ya tiene algo, no necesita esperarlo. (25) Pero, si
deseamos algo que todavía no tenemos, debemos esperar con paciencia y
confianza). (26) Y el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad. Por
ejemplo, nosotros no sabemos qué quiere Dios que le pidamos en oración, pero el
Espíritu Santo ora por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con
palabras. (27) Y el Padre, quien conoce cada corazón, sabe lo que el Espíritu
dice, porque el Espíritu intercede por nosotros, los creyentes,* en armonía con
la voluntad de Dios. (28) Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen*
para el bien de los que lo aman y son llamados según el propósito que él tiene
para ellos. (29) Pues Dios conoció a los suyos de antemano y los eligió para
que llegaran a ser como su Hijo, a fin de que su Hijo fuera el hijo mayor*
de muchos hermanos. (30) Y, después de haberlos elegido, Dios los llamó
para que se acercaran a él. Y, una vez que los llamó, los puso en la relación
correcta con él. Y, luego de ponerlos en la relación correcta con él, les dio
su gloria. (31) ¿Qué podemos decir acerca de cosas tan maravillosas como éstas?
Si Dios está a favor de nosotros, ¿quién podrá ponerse en nuestra contra? (32)
Si Dios no se guardó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos
nosotros, ¿no nos dará también todo lo demás? (33) ¿Quién se atreve a acusarnos
a nosotros, a quienes Dios ha elegido para sí? Nadie, porque Dios mismo nos
puso en la relación correcta con él. (34) Entonces, ¿quién nos condenará? Nadie,
porque Cristo Jesús murió por nosotros y resucitó por nosotros, y está sentado
en el lugar de honor, a la derecha de Dios, e intercede por nosotros. (35)
¿Acaso hay algo que pueda separarnos del amor de Cristo? ¿Será que él ya no nos
ama si tenemos problemas o aflicciones, si somos perseguidos o pasamos hambre o
estamos en la miseria o en peligro o bajo amenaza de muerte? (36) (Como dicen
las Escrituras: «Por tu causa nos matan cada día; nos tratan como a ovejas en
el matadero»*). (37) Claro que no, a pesar de todas estas cosas, nuestra
victoria es absoluta por medio de Cristo, quien nos amó. (38) Y estoy
convencido de que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni la muerte ni
la vida, ni ángeles ni demonios,* ni nuestros temores de hoy ni nuestras
preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden
separarnos del amor de Dios. (39) Ningún poder en las alturas ni en las
profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá jamás separarnos del
amor de Dios, que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor. Amen.
Que
maravilloso es saber, que aunque los creyentes
verdaderos soportan el sufrimiento de esta vida ahora, más adelante disfrutarán de la gloria cuando Cristo regrese.
Es más, la creación entera gime bajo la
esclavitud del pecado,
gracias a la desobediencia de Adán y Eva cuando
estuvieron en el Eden.
Pero cuando Cristo finalmente aprese a Satanás, libertará a la creación completa de
su esclavitud, y toda la naturaleza disfrutará con nosotros
de «la
libertad gloriosa de los hijos de Dios».
Note lo que dice el versículo 21,
la creación espera el día en
que se unirá junto con los hijos de Dios a la gloriosa libertad de la muerte y
la descomposición. . Amen.
¡Qué maravillosa salvación tenemos!;
Somos libres de la pena del pecado, debido a que Cristo murió por nosotros. Mírelo
en el capítulo 5;
Somos libres del poder del pecado, porque morimos con Cristo a la carne. Mírelo
en el capítulo 6, y
a la ley, en el capítulo 7.
Y algún día seremos libres de la misma presencia del pecado, cuando la naturaleza sea librada de su esclavitud.
Todo
cristiano verdadero tiene el Espíritu de adopción, Pero estamos «esperando la
redención de nuestro cuerpo». Romanos 8:23 dice: Y los creyentes también gemimos
—aunque tenemos al Espíritu de Dios en nosotros como una muestra anticipada de
la gloria futura —porque anhelamos que nuestro cuerpo sea liberado del pecado y
el sufrimiento. Nosotros también deseamos con una esperanza ferviente que
llegue el día en que Dios nos dé todos nuestros derechos como sus hijos
adoptivos,* incluido el nuevo cuerpo que nos prometió.
Nuestra
alma ha sido redimida, pero el cuerpo aún no.
Incluso si morimos, el Espíritu, quien nos ha sellado para el día de la redención, vivificará nuestros cuerpos.
Efesios 1:13-14 dice: Y ahora ustedes, los gentiles,* también han oído la verdad, la
Buena Noticia de que Dios los salva. Además, cuando creyeron en Cristo, Dios
los identificó como suyos* al darles el Espíritu Santo, el cual había prometido
tiempo atrás. (14) El Espíritu es la garantía que tenemos de parte de Dios de
que nos dará la herencia que nos prometió y de que nos ha comprado para que
seamos su pueblo. Dios hizo todo esto para que nosotros le diéramos gloria y
alabanza.
Nótese los tres «gemidos» en los versículos 22
al 26:
(1) toda la creación gime, versículo 22;
(2) el creyente gime esperando la venida de Cristo, versículo 23;
(3) el Espíritu gime al interceder por nosotros, versículo
26.
Pablo destaca que
mientras soportamos
estos sufrimientos
en esperanza, tenemos
el privilegio de orar en el Espíritu.
Seguramente algunos creyentes no
se han dado cuenta que sus oraciones,
aún están en la carne:
Lo que trato de decirles, es que aunque hacen oraciones
largas, hermosas que glorifican al hombre, estas mismas dan nauseas a Dios.
Todo
radica porque hoy en día, las oraciones se están haciendo en base a doctrinas
erradas y costumbres paganas que han entrado a la iglesia y sus líderes la han
tratado de ocultar, haciéndoles creer a los creyentes que son buenas, cuando la
biblia las prohíbe.
Isaías 1:11 al 18 dice: «¿Qué les hace pensar que yo deseo sus sacrificios? —dice el SEÑOR—.
Estoy harto de sus ofrendas quemadas de carneros y de la grasa del ganado
engordado. No me agrada la sangre de los toros ni de los corderos ni de las
cabras. (12) Cuando vienen a adorarme, ¿quién les pidió que desfilaran por
mis atrios con toda esa ceremonia? (13) Dejen de traerme sus regalos sin
sentido. ¡El incienso de sus ofrendas me da asco! En cuanto a sus celebraciones
de luna nueva, del día de descanso y de sus días especiales de ayuno, todos son
pecaminosos y falsos. ¡No quiero más de sus piadosas reuniones! (14) Odio
sus celebraciones de luna nueva y sus festivales anuales; son una carga para
mí. ¡No los soporto! (15) Cuando levanten las manos para orar, no miraré;
aunque hagan muchas oraciones, no escucharé, porque tienen las manos cubiertas
con la sangre de víctimas inocentes. (16) ¡Lávense y queden limpios! Quiten sus
pecados de mi vista. Abandonen sus caminos malvados. (17) Aprendan a hacer
el bien. Busquen la justicia y ayuden a los oprimidos. Defiendan la causa
de los huérfanos y luchen por los derechos de las viudas. (18) »Vengan ahora.
Vamos a resolver este asunto —dice el SEÑOR—. Aunque sus pecados sean como la
escarlata, yo los haré tan blancos como la nieve. Aunque sean rojos como el
carmesí, yo los haré tan blancos como la lana.
Observe claramente como el apóstol critica
fuertemente, las costumbres y tradiciones de algunas iglesias y personas que se
dicen ser creyentes y no lo son.
Y al mismo tiempo demuestra, que esas
tradiciones que hacen ciertas iglesias y personas, son simplemente un asco,
para Dios.
Así mismo, el Apóstol Pablo indica que la mayoría de la
oración espiritual puede ser un gemido sin
palabras que brota del corazón!.
Todo buen cristiano sabe que el Espíritu intercede por nosotros, el Padre escudriña nuestros corazones y sabe lo que el Espíritu desea, y esto es lo que nos concede.
El Espíritu siempre ora de acuerdo a la
voluntad de Dios, pero, ¿Cuál es
la
voluntad de Dios?
La
respuesta es muy sencilla: Que los creyentes sean conformados a la imagen de
Cristo.
Romanos 8:29 dice: Pues Dios conoció a los suyos
de antemano y los eligió para que llegaran a ser como su Hijo, a fin de que
su Hijo fuera el hijo mayor* de muchos hermanos.
Iglesia,
Todo buen cristiano puede reclamar la promesa del versículo 28, debido al propósito del versículo 29.
Nótese que todos los verbos en el versículo 30, están en tiempo pasado: Llamó, Justificó, y Glorificó al creyente.
¿Por qué desmayar bajo los sufrimientos de este mundo cuando ya hemos sido glorificados?
Simplemente esperamos la revelación de esta gloria en la venida de Cristo.
El
Apóstol Pablo concluye haciendo cinco preguntas
desde los versículos 32
al 35, y
respondiéndolas claramente.
Iglesia, No hay necesidad de inquietarse por lo que Dios hará, Porque Dios es por nosotros, y no contra nosotros.
La prueba es que su Hijo Jesucristo, dio lo mejor que tenía en la cruz, y con
toda seguridad que nos dará libremente cualquier
otra
cosa
que necesitemos.
¿Puede
alguien
acusarnos por el pecado?.
¡No!.
Porque hemos sido justificados,
y
esta posición delante de
Dios nunca cambia.
¿Puede alguien condenarnos?. ¡No!.
Porque Cristo murió por nosotros, y vive ahora como nuestro Abogado
a la diestra del Padre quien es Dios.
¿Puede alguien
separarnos del amor de Dios?. ¡No!.
Ni siquiera el mismo diablo, «principados», «potestades», ni nada de lo que dice el versículo 38.
«Antes, en
todas estas cosas, somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó».
Amen.
Gracia
y Paz.
Pastor
y Administrador, Rogers Infante.
Bendiciones a mis hermanos.
Amen.
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