Pastor y Administrador Rogers Infante
Mensaje del domingo 29 de septiembre de 2013 en la Iglesia
Cristiana Palabra y Amor
Gracia y Paz para todos mis hermanos en la obra
de Dios Padre y de su Hijo Jesucristo, el cordero inmolado que hoy se encuentra
sentado a la diestra del Todopoderoso.
Lamentaciones es una serie de poemas fúnebres
que marcan la destrucción de Jerusalén y del templo. ----Este libro fue escrito
en forma de acróstico:
Usted podrá apreciar que en cada uno de los
veintidós versículos de los capítulos 1, 2, 4 y 5 empiezan con una letra consecutiva del alfabeto hebreo; podemos
analizar que en el capítulo 3 encontramos tres versículos por cada letra.
Lamentaciones es un libro que revela el corazón
sufriente de Dios por el pecado.
Jer.13:17 Y si todavía se rehúsan a
escuchar, lloraré a solas a causa de su orgullo. Mis ojos no podrán contener
las lágrimas porque el rebaño del SEÑOR será llevado al destierro.
Mat
23:36-38
Les digo la verdad, ese juicio caerá sobre esta misma generación. (37) »¡Oh,
Jerusalén, Jerusalén, la ciudad que mata a los profetas y apedrea a los mensajeros
de Dios! Cuántas veces quise juntar a tus hijos como la gallina protege a sus
pollitos debajo de sus alas, pero no me dejaste.
(38) Y ahora, mira, tu casa está
abandonada y desolada.*
El libro de Lamentaciones, es una colección de
cinco «endechas fúnebres» conmemorando la caída y destrucción de
Jerusalén ante los babilonios en el 586 a.C.
Lo
importante del libro es que Jeremías presenció este trágico suceso.
Se
le partió el corazón al ver a Jerusalén y el templo destruido,
El pueblo masacrado y los prisioneros llevados
cautivos a Babilonia.
En el contexto del libro, usted podrá ver las
lágrimas del profeta y al mismo tiempo usted aprenderá cinco importantes
lecciones acerca de Dios y su voluntad.
1. SU JUICIO (1.1–6)
En este capítulo se compara la ciudad de Jerusalén
con una reina o princesa que de repente se queda sola y la despojan de toda su
riqueza y hermosura.
Antes
ella estaba llena; ahora está vacía.
Antes
a ella la honraban; ahora está en desgracia.
Su esplendor y gozo fue remplazado por Ruinas y lágrimas;
Sus grandes victorias ahora se pierden en la tragedia
y la derrota.
¿Por
qué?
Esto sucedió porque en vez de amar a Jehová de
los ejércitos, decidió cortejar a muchos «amantes» (v. 2) y
no solo eso, sino que adoro a los dioses falsos de las naciones paganas.
Ahora esas naciones paganas se han convertido en
sus enemigas.
Todos
sabemos que el pecado siempre trae aflicción y tragedia.
En Lamentaciones dos, Jeremías explica que
Dios no será más su amigo, sino que Dios ahora consideraba a ese pueblo su
enemigo.
Antes, Dios luchaba las batallas de ellos, y las
victorias eran contundentes, pero ahora era demasiado tarde.
Si usted observa en la palabra de Dios, podrá
darse cuenta, que la terrible consecuencia del pecado los llevo a que comieran a
sus propios hijos, debido al hambre que se presentó.
Lam
2:20
«¡Oh SEÑOR, piensa en esto! ¿Debieras tratar a tu propio pueblo de semejante
manera? ¿Habrán de comerse las madres a sus propios hijos, a quienes mecieron
en sus rodillas? ¿Habrán de ser asesinados los sacerdotes y los profetas dentro
del templo del Señor?
Lam
4:10
Mujeres de buen corazón han cocinado a sus propios hijos; los comieron para
sobrevivir el sitio.
Jer.19:9 Me ocuparé de que sus enemigos
sitien la ciudad hasta que no haya más comida. Entonces los que queden
atrapados adentro se comerán a sus hijos, a sus hijas y a sus amigos. Caerán en
una profunda desesperación’ ”.
Jerusalén no sólo perdió su esplendor, gozo, riqueza y
hermosura, sino que también perdió su testimonio, por eso todos los paganos se
ríen de ella (2.15–16).
Lam
2:15-16 Todos los que pasan por tu camino
te abuchean. Insultan a la bella Jerusalén* y se burlan de ella diciendo: «¿Es
ésta la ciudad llamada “La más bella del mundo” y “La alegría de la tierra”?».
(16) Todos tus enemigos se burlan de ti; se mofan, gruñen y dicen: «¡Por fin la
hemos destruido! ¡Hace mucho que esperábamos este día, y por fin llegó!».
De la misma
manera hoy en día, muchos paganos, esperan que la palabra de Dios no sean más
llevada y solo esperan que las iglesias que llevan la verdad, se destruyan
completamente.
Eso es lo que
esperan aquellos que no han recibido a cristo verdaderamente en su corazón.
Y que
constantemente esperan el día que ya no se dé más la palabra de Dios.
La ignorancia
los ha llevado a la ceguera, porque la guerra no es con los líderes de la
iglesia, sino contra Dios quien expande su palabra a través de sus siervos.
Dios
obrara terriblemente contra ellos, quitándoles su trabajo, trayendo enfermedad,
y discordia entre los miembros de su casa, es decir los hijos no obedecerán a
los padres y los esposos no se respetaran más, y su casa será presa del terror
y la ruina.
Cuando Dios decide castigar al rebelde, la
experiencia no es nada fácil.
Por
eso el pecado siempre va hacer que el pecador pierda o sea un fracasado.
2. SU JUSTICIA (1.18–22)
«Estamos
cosechando simplemente lo que sembramos», es el clamor del profeta.
Los terribles juicios que llegaron a Jerusalén eran
sólo lo que la ciudad y la nación merecían.
Muchos hoy en día se están revelando contra la
palabra de Dios.
Y Jerusalén no era la excepción. «Nos
hemos rebelado contra su Palabra».
La
rebelión siempre acarrea la disciplina; Hebreos 12.1–14.
Heb 12:1 Por lo tanto, ya que estamos
rodeados por una enorme multitud de testigos de la vida de fe, quitémonos todo
peso que nos impida correr, especialmente el pecado que tan fácilmente nos hace
tropezar. Y corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por
delante. (2) Esto lo hacemos al fijar la mirada en Jesús, el campeón que inicia
y perfecciona nuestra fe.* Debido al gozo* que le esperaba, Jesús soportó la
cruz, sin importarle la vergüenza que ésta representaba. Ahora está sentado en
el lugar de honor, junto al trono de Dios. (3) Piensen en toda la hostilidad
que soportó por parte de pecadores,* así no se cansarán ni se darán por
vencidos. (4) Después de todo, ustedes aún no han dado su vida en la lucha
contra el pecado. (5) ¿Acaso olvidaron las palabras de aliento con que Dios les
habló a ustedes como a hijos? Él dijo: «Hijo mío, no tomes a la ligera la
disciplina del Señor y no te des por vencido cuando te corrija. (6) Pues
el SEÑOR disciplina a los que ama y castiga a todo el que recibe como hijo»*.
(7) Al soportar esta disciplina divina, recuerden que Dios los trata como a sus
propios hijos. ¿Acaso alguien oyó hablar de un hijo que nunca fue disciplinado
por su padre? (8) Si Dios no los disciplina a ustedes como lo hace con todos
sus hijos, quiere decir que ustedes no son verdaderamente sus hijos, sino
ilegítimos. (9) Ya que respetábamos a nuestros padres terrenales que nos
disciplinaban, entonces, ¿acaso no deberíamos someternos aún más a la
disciplina del Padre de nuestro espíritu, y así vivir para siempre?* (10) Pues
nuestros padres terrenales nos disciplinaron durante algunos años e hicieron lo
mejor que pudieron. Pero la disciplina de Dios siempre es buena para nosotros,
a fin de que participemos de su santidad. (11) Ninguna disciplina resulta
agradable a la hora de recibirla. Al contrario, ¡es dolorosa! Pero después,
produce la apacible cosecha de una vida recta para los que han sido entrenados
por ella. (12) Por lo tanto, renueven las fuerzas de sus manos cansadas y
fortalezcan sus rodillas debilitadas. (13) Tracen un camino recto para sus
pies, a fin de que los débiles y los cojos no caigan, sino que se fortalezcan.
(14) Esfuércense por vivir en paz con todos y procuren llevar una vida santa,
porque los que no son santos no verán al Señor.
¿Por qué permitió Dios que su pueblo fuera al
cautiverio?
Por la sencilla razón de enseñarles a que confiaran
en Él y a obedecer su Palabra.
En el versículo 19 Jeremías menciona los
siguientes:
1)
Los
«amantes», es decir, los falsos dioses
y las naciones paganas en quienes Judá confiaba cuando se veía en problemas.
2)
Los
falsos profetas y sacerdotes que
enseñaban mentiras y le daban al pueblo una confianza falsa, hoy podemos decir
el S.I.A. Sistema Iglesiero Apostata.
Cuando una nación no escucha la verdad de la Palabra de
Dios, no hay esperanza para tal nación.
Cuando un creyente, interpreta mal, la palabra de Dios, y la
pone en su contra, no habrá esperanza alguna para esa persona.
A raíz de todo esto ¿Qué podía
hacer el pueblo?
Nada,
excepto someterse a la mano disciplinaria de Dios y esperar su misericordia (1.22).
La confesión del pecado es mejor que la rebelión
continua contra Dios.
Era demasiado tarde para que Dios cancelara la
invasión, pero Él vería el arrepentimiento de su pueblo y empezaría a obrar a
favor de ellos incluso mientras estuvieran en el cautiverio.
3. SU VERDAD (2.17)
Dios
ha cumplido su palabra.
El Profeta Jeremías, anuncio durante cuarenta
años al pueblo que sus pecados les traerían consecuencias terribles y funestes,
y que por consiguiente el Juicio de Dios caería sobre ellos.
Sin
embargo, la nación no escuchaba.
El pueblo no quería oír la verdad; preferían los
«mensajes populares» de
los falsos profetas y sacerdotes (2.14).
Lam 2:14 Tus profetas han declarado
tantas tonterías; son falsas hasta la médula. No te salvaron del destierro
exponiendo a la luz tus pecados. Más bien, te pintaron cuadros engañosos y te
llenaron de falsas esperanzas.
Lejos de esto, no estamos hoy en día.
Las personas de hoy, no les gusta que le digan
la verdad, para que puedan corregir sus errores.
Sino todo lo contrario, saben que están en
pecado y prefieren mensajes populares, mensajes que no los toque, ni le digan lo
que deben hacer, sabiendo que están evadiendo la palabra de Dios.
Y encima de todo, pretenden que sea Dios quien
se disculpe con ellos.
Jerusalén se reía de Jeremías, lo persiguió y
lo insultaron, hasta tal punto que trataron de matarlo, pero al final Dios honró a su siervo porque se mantuvo firme, y sus
palabras se hicieron realidad.
Podemos ver el gran mensaje de
advertencia dado por este profeta de Dios. Jeremías 4.5–10
Jeremías
4:5-10
»¡Griten a la gente de Judá y proclamen a los de Jerusalén! Díganles que toquen
alarma en toda la tierra: “¡Corran y salven sus vidas! ¡Huyan a las ciudades fortificadas!”.
(6) Levanten una bandera de señales como una advertencia para Jerusalén:*
“¡Huyan de inmediato! ¡No se demoren!”. Pues desde el norte traigo una terrible
destrucción sobre ustedes». (7) Desde su guarida un león acecha, un destructor
de naciones. Ha salido de su guarida y se dirige hacia ustedes. ¡Arrasará su
tierra! Sus ciudades quedarán en ruinas, y ya nadie vivirá en ellas. (8) Así
que póngase ropa de luto y lloren con el corazón destrozado, porque la ira
feroz del SEÑOR todavía está sobre nosotros. (9) «En aquel día —dice el SEÑOR—,
el rey y los funcionarios temblarán de miedo. Los sacerdotes quedarán
paralizados de terror y los profetas, horrorizados». (10) Entonces dije: «Oh
Soberano SEÑOR, el pueblo ha sido engañado por lo que dijiste, porque
prometiste paz para Jerusalén. ¡Sin embargo la espada está en su cuello!».
Si usted sigue leyendo encontrara que en el
capítulo 5 verso 30 y 31 Usted podrá
observar la descripción de la nación creyendo
mentiras.
Jeremías 5.30–31
Jeremías
5:30-31
Algo terrible y espantoso ha sucedido en este país: (31) los profetas dan
profecías falsas, y los sacerdotes gobiernan con mano de hierro. Peor todavía,
¡a mi pueblo le encanta que sea así! Ahora bien, ¿qué harán ustedes cuando todo
esto llegue a su fin?
Seguramente suena muy contemporáneo.
Pero en Jeremías 6.13–14 compara a los falsos profetas con los médicos
que ocultan los síntomas, pero no curan la enfermedad.
Jer.8:11,
21-22
Ofrecen curas superficiales para la herida mortal de mi pueblo. Dan garantías
de paz cuando no hay paz. (21) Sufro
con el dolor de mi pueblo, lloro y estoy abrumado de profunda pena.
(22) ¿No hay medicina en Galaad? ¿No
hay un médico allí? ¿Por qué no hay sanidad para las heridas de mi pueblo?
Lo que estamos viendo aquí, es que el Profeta Jeremías explica lo que le ocurre a un pueblo cuando
rechaza la verdad de la Palabra de Dios y cree en las mentiras de los hombres.
Sin
embargo, aunque a muchos le fastidie y se molesten, por oír la verdad de la
Palabra de Dios, esta seguirá firme, así como lo hizo en los días del Antiguo
Testamento y los apóstoles del Nuevo
Testamento
Dios está levantando nuevos Levitas, en esta
generación, y el tiempo ha llegado cuando la gente no puede soportar la «sana
doctrina», sino que quiere en su
lugar predicadores que le acaricien los oídos, le soben los pies por donde
caminan y les entretengan con un mensaje de falsa esperanza y falsa seguridad.
2Timoteo 4:1-5 En presencia de Dios y de Cristo
Jesús —quien un día juzgará a los vivos y a los muertos cuando venga para
establecer su reino —te pido encarecidamente: (2) predica la palabra de Dios.
Mantente preparado, sea o no el tiempo oportuno. Corrige, reprende y anima a tu
gente con paciencia y buena enseñanza. (3) Pues llegará el tiempo en que la
gente no escuchará más la sólida y sana enseñanza. Seguirán sus propios deseos
y buscarán maestros que les digan lo que sus oídos se mueren por oír. (4)
Rechazarán la verdad e irán tras de mitos. (5) Pero tú debes mantener la mente
clara en toda situación. No tengas miedo de sufrir por el Señor. Ocúpate en
decirles a otros la Buena Noticia y lleva a cabo todo el ministerio que Dios te
dio.
Qué maravilla cuando encontramos en la palabra
de Dios, frases como:
No te dejes amedrantar, Se firme, Ocúpate de
decir la verdad, No tengas miedo, y Lleva a cabo todo el ministerio que Dios te
dio.
No cabe duda que Dios juzgará a este mundo, a
pesar de lo que digan los falsos profetas y enseñen los falsos lides de las
iglesias apostatas del (SIA).
4. SU CORAZON (1.12–16)
El profeta Jeremías revela el corazón de Jehová,
destrozado por los pecados de su pueblo.
Pero debemos saber que el juicio es la «extraña
obra» de Dios.
Isaias.28:21 El SEÑOR vendrá, como lo hizo
contra los filisteos en el monte Perazim, y contra los amorreos en Gabaón.
Vendrá para hacer algo extraño; vendrá para hacer algo poco común:
El Señor no nos aflige porque quiere.
Incluso cuando Dios castiga a su pueblo, está
con ellos en su sufrimiento.
Isa 63:9 Cuando ellos sufrían, él
también sufrió, y él personalmente* los rescató. En su amor y su misericordia
los redimió; los levantó y los tomó en brazos a lo largo de los años.
En otras palabras «El Señor al que ama castiga».
Las
lágrimas de Jeremías nos recuerdan que Dios ama a los suyos, incluso
cuando son rebeldes, y que su amor hacia ellos jamás cambia.
Cuando las personas pasaban por las ruinas, Jeremías
les preguntaba:
«¿Acaso
no se conmueven cuando pasan por el camino y ven todo en ruinas?»
Dios, en su amor, nos ha advertido que el pecado
traerá su juicio inminente.
Desde el mismo Moisés el Señor advirtió a Israel
que no siguiera a los dioses falsos (Lv.6 y Dt.28).
Su amor por nosotros, hoy envía a nuevos
Levitas, que no se dejen amedrantar, con el propósito de prevenirnos de su
pronto juicio.
2Cro.36:15-17 Repetidas veces el SEÑOR, Dios de
sus antepasados, envió a sus profetas para advertirles, porque tenía compasión
de su pueblo y de su templo. (16) Sin embargo, el pueblo se mofaba de estos
mensajeros de Dios y despreciaba sus palabras. Se burlaron con desprecio de los
profetas hasta que el enojo del SEÑOR no pudo ser contenido y ya no se podía
hacer nada. (17) Entonces el SEÑOR mandó al rey de Babilonia contra ellos. Los
babilonios* mataron a los hombres jóvenes de Judá, y los persiguieron incluso
dentro del templo. No tuvieron compasión de la gente, y mataron tanto a los
jóvenes como a las muchachas, a los ancianos y a los débiles. Dios los entregó
a todos en manos de Nabucodonosor.
Es decir, el pueblo de Dios en esos dias, como en este
tiempo, no desean escuchar su palabra.
Ahora, Dios en su amor, tenía que castigarlos
para enseñarles las lecciones que no querían aprender.
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5. SU FIDELIDAD (3.18–36)
Aquí, en el corazón de este libro, hallamos una
de las más grandes confesiones de fe que se hallan en toda la Biblia, Jeremías
se explayó en sus aflicciones y en el sufrimiento de su pueblo, pero alzó sus
ojos al Señor, y este fue el punto decisivo.
En medio de la aflicción y la ruina recordó la
misericordia de Dios.
«Nunca
decayeron sus misericordias».
Hoy en día muchos de nosotros le fallamos a Dios,
pero Él no nos falla.
La
fidelidad de Dios es un tremendo estímulo cuando los corazones de la gente se
llenan de temor.
Si usted edifica su vida sobre personas o cosas
de este mundo, no tendrá esperanza ni seguridad. Pero si lo hace en Cristo, él es
Fiel, y usted estará seguro para siempre.
Él es fiel para castigar.
Sal.119:75 SEÑOR, sé que tus
ordenanzas son justas; me disciplinaste porque lo necesitaba.
El libro de Lamentaciones nos deja esta enseñanza.
Él quiere traernos al lugar de arrepentimiento y
confesión (Lm 3.39–41).
Él es
fiel para perdonar cuando
confesamos nuestros pecados (1 Jn 1.9).
Es fiel para compadecerse cuando tenemos cargas y problemas (Heb 2.17–18; 4.14–16).
Él es fiel para librar cuando clamamos su ayuda en la tentación (1
Co 10.13).
Es fiel para guardarnos en esta vida y para la vida eterna (1 Ti 1.15; 1 Ts
5.23–24).
Podemos entregar nuestras vidas y almas en las
manos del fiel Creador (1 P 4.19) y saber que Él hará bien todas
las cosas.
Iglesia, Dios, en su misericordia, dejó un
remanente de Judá, los protegió y bendijo durante los años de cautiverio y
luego les permitió regresar a su tierra de nuevo.
Los animó para que reconstruyeran la ciudad y el
templo;
Los protegió de las naciones paganas que
aborrecían a los judíos.
Miremos la misericordia que tuvo Dios con su
pueblo.
Miremos lo misericordioso que es con nosotros
hoy en día.
En estos tiempos, donde la maldad
apremia y las personas no desean escuchar la verdad, necesitamos imitar a
Jeremías, el cual dejó de mirarse para mirar al Señor y quien esperó en Él con
paciencia y fe (3.24–26).
Demasiado a menudo nos miramos a nosotros mismos
y a nuestros problemas y llegamos a estar tan desanimados al punto de darnos
por vencidos.
En lugar de eso debemos «mirar
a Jesús» (Heb 12.1–2)
y permitirle que Él nos haga salir adelante.
Es difícil esperar en el Señor.
Nuestra naturaleza caída anhela actividad y
por lo general lo que hacemos sólo empeora las cosas.
Jeremías esperó en Dios, confió en su
misericordia y dependió de su fidelidad.
Conocía la verdad de Isaías 40.31: «Los que
esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas;
correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán».
Gracia y Paz
Pastor y Administrador Rogers Infante.
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