NOVIA, ESPOSA Y MADRE
Gracia y Paz para todos mis hermanos en la obra de Dios Padre y de su Hijo Jesucristo,
el cordero inmolado que hoy se encuentra sentado a la diestra de su Padre, El
Todopoderoso.
Dice la palabra de Dios que al sonar de la séptima trompeta, el Hijo de
Dios descenderá a este mundo para traer juicio a los malvados.
En el capítulo 24 del libro de Génesis, podemos encontrar una de las más
bellas y conmovedoras páginas de todo el Antiguo Testamento.
Este maravilloso capítulo Bíblico, nos muestra incluso podemos apreciar,
las cualidades que adornan el carácter discreto de una gran mujer.
Si sabemos discernir y si sabemos leer entrelíneas, podremos adivinar en su
relato las cualidades que adornan el carácter discreto de esta maravillosa
mujer del Génesis 24, su nombre es Rebeca, la ayuda idónea que Dios preparó
para Isaac, el hijo de su amigo Abraham.
Partiendo del hecho de que los seres humanos somos imperfectos, dentro de
sus inevitables limitaciones, el capítulo 24 de Génesis nos muestra que Rebeca
era la mujer más adecuada para ser madre del padre de las doce tribus, esto es,
de Jacob, y madre de dos pueblos que serían rivales.
La palabra de Dios, nos muestra que Rebeca ocupo un
lugar importante en el plan de Dios.
Usted
también como mujer ocupa un lugar muy importante en el plan de Dios.
Esta mujer fue un eslabón vital en la cadena que Dios está trenzando para
llevar a cabo su proyecto de redención del género humano, Sin embargo, a pesar
de que aquí se trata de «la pedida de mano» de Rebeca, el personaje principal de este capítulo no es ella sino el
siervo de Abraham, el cual es Eliezer.
Gén.24:1.4 Abraham ya era un hombre muy
anciano, y el SEÑOR lo había bendecido en todo. (2) Cierto día Abraham le dijo
a su siervo más antiguo, el hombre que estaba a cargo de su casa: —Haz un
juramento poniendo tu mano debajo de mi muslo. (3) Jura por el SEÑOR, Dios del
cielo y de la tierra, que no dejarás que mi hijo se case con una de esas
mujeres cananeas. (4) Sino que vuelve a mi tierra natal, donde están mis
parientes, y encuentra allí una esposa para mi hijo Isaac.
Siendo de edad avanzada Abraham comprende que es necesario que su hijo tome
mujer y asegure el cumplimiento de la promesa que Dios le ha hecho: ser padre de una nación grande.
Él desea que ella sea de
su parentela, lo cual quiere decir, en la práctica, que
tenga sentimientos y costumbres semejantes a las suyas, diferentes a las de los
idólatras que viven en la tierra de Canaán.
La comunidad de hábitos y costumbres es una de las condiciones ordinarias
requeridas para la felicidad conyugal, porque de no haberla pueden producirse
choques basados en estilos diferentes de vida que no siempre se acoplan con
facilidad.
De otro lado, Abraham teme que dada la influencia que la mujer tiene en el
marido, las prácticas paganas de una esposa cananea podrían contaminar a Isaac.
El hecho de que Abraham encomiende esta delicada tarea a su mayordomo
Eliezer muestra el ascendiente de que este siervo gozaba en casa de su patrón.
Gén.24:5 El siervo preguntó: —¿Pero
qué pasaría si no puedo encontrar una joven que esté dispuesta a viajar tan
lejos de su casa? ¿Debería, entonces, llevar allí a Isaac para que viva entre
sus parientes, en la tierra de donde usted proviene?
En las sociedades patriarcales de la antigüedad era responsabilidad del
padre encontrar novia para su hijo, así como también novio para la hija.
Era su responsabilidad asegurar que se perpetuara el linaje familiar y que
el hijo forme un hogar, que es la base más sólida para su vida adulta y el
mayor logro de un hombre.
En nuestros días esa meta, ese propósito humano superior, ha sido
descartado en beneficio de un individualismo miope.
En consecuencia, las relaciones con la mujer se han vuelto pasajeras,
ocasionales, superficiales, y no conducen a nada sólido y estable.
Así como el destino de la mujer es
ser madre y eso está inscrito elocuentemente en los órganos para gestar que la
naturaleza le ha dado, el destino del hombre es ser padre, tal como Dios es
Padre.
La paternidad conjunta de hombre y mujer es una de las leyes básicas de la
vida humana.
Negarla, bloquearla, es rebelarse contra Dios.
Es cierto que hay circunstancias que pueden negar a un hombre o a una mujer
la oportunidad de ejercer ese don, y son más frecuentes en el mundo moderno que
en el antiguo.
Pero no habiendo obstáculos insuperables, ellos sólo pueden renunciar a esa
responsabilidad por un fin más alto o por consideraciones de mucho peso.
Si bien, como se ha dicho, el matrimonio era entonces decidido por los
mayores.
Los padres temerosos de Dios no imponían su decisión a la hija casadera
sino respetaban su voluntad y buscaban su consentimiento.
De ella dependería en este caso irse o no con Eliezer.
Podría objetarse que los parientes de Abraham eran idólatras.
Pero Abraham no hubiera escuchado la voz de Dios si no hubiera nacido en un
ambiente en el que el temor de Dios predominaba.
Gén 24:6 —¡No! —contestó Abraham—.
Procura no llevar nunca a mi hijo allí. (7) Pues el SEÑOR, Dios del cielo,
quien me sacó de la casa de mi padre y de mi tierra natal, prometió
solemnemente dar esta tierra a mis descendientes.* Él enviará a su ángel
delante de ti y se encargará de que encuentres allí una esposa para mi hijo.
(8) Si ella no está dispuesta a regresar contigo, entonces quedarás libre de
este juramento que haces conmigo; pero bajo ninguna circunstancia, llevarás a
mi hijo allí. (9) Entonces el siervo hizo un juramento poniendo su mano debajo
del muslo de su señor, Abraham, y juró seguir sus instrucciones.
Abraham no quiere que su hijo vaya a Harán porque podía ser tentado a
quedarse allá.
Él se aferra a la promesa que Dios le ha hecho de darle a su descendencia
la tierra en que viven como forasteros y no quiere hacer nada que pueda poner
su realización en peligro.
La mujer debía venir de la familia de
Dios; no debía ser de las mujeres paganas.
Sin duda había muchas cananitas
hermosas y de talento que hubieran estado muy contentas en casarse con Isaac y
tener parte de su riqueza, pero esto iba en contra de la voluntad de Dios.
En los versículos 6 y 8 Abraham
enfatiza este hecho; y necesitamos enfatizarlo hoy. «Con tal que sea en el
Señor» es la admonición de 1Corintios 7.39 Una esposa está ligada a su esposo
mientras el esposo vive. Si su esposo muere, ella queda libre para casarse con
quien quiera, pero solamente si ese hombre ama al Señor.*
(observemos lo que dice 2Co 6:14-18 No se asocien
íntimamente con los que son incrédulos. ¿Cómo puede la justicia asociarse con
la maldad? ¿Cómo puede la luz vivir con las tinieblas? (15) ¿Qué armonía puede
haber entre Cristo y el diablo?* ¿Cómo puede un creyente asociarse con un
incrédulo? (16) ¿Y qué clase de unión puede haber entre el templo de Dios y los
ídolos? Pues nosotros somos el templo del Dios viviente. Como dijo Dios:
«Viviré en ellos y caminaré entre ellos. Yo seré su Dios, y ellos serán mi
pueblo.* (17) Por lo tanto, salgan de entre los incrédulos y apártense de ellos,
dice el SEÑOR. No toquen sus cosas inmundas, y yo los recibiré a ustedes.* (18)
Y yo seré su Padre, y ustedes serán mis hijos e hijas, dice el SEÑOR
Todopoderoso»*.
¡Es trágico cuando los padres empujan
a sus hijos a casarse «en sociedad» y fuera de la bendición del Señor! Abraham
prefería que su hijo se quedara soltero antes que regresara a Ur buscando
esposa, o que tomara esposa de entre las naciones cananeas.
Si Dios le dio un hijo cuando ya no podía tenerlo ¿no será capaz Dios de disponer los
medios para que su promesa se siga cumpliendo en su descendencia?
Siendo él un hombre de fe pone en las manos de Dios el resultado para encontrar
una mujer para su hijo y, siguiendo su ejemplo, Eliezer hará lo mismo.
¿Cuántos padres cristianos obran de esa manera?
Gén.24:10 Después tomó diez de los
camellos de Abraham y los cargó con toda clase de regalos valiosos de parte de
su señor, y viajó hasta la lejana tierra de Aram-naharaim. Una vez allí, se
dirigió a la ciudad donde se había establecido Nacor, hermano de Abraham. (11)
Hizo que los camellos se arrodillaran junto a un pozo justo a las afueras de la
ciudad. Era la caída de la tarde, y las mujeres salían a sacar agua.
Eliezer parte entonces llevando consigo todo lo necesario para su misión y,
después de un viaje de no sabemos cuántos días, llega a la localidad donde habitaba
la familia de Nacor.
Al arribar se detiene en el lugar al que se acercan por necesidad todos los
forasteros con sus bestias, a la fuente principal de la ciudad.
Es la hora en que las muchachas salen a llenar sus cántaros de agua para
llevar a casa.
Gén.24:12 «Oh SEÑOR, Dios de mi
amo, Abraham —oró—. Te ruego que hoy me des éxito y muestres amor inagotable a
mi amo, Abraham. (13) Aquí me encuentro junto a este manantial, y las jóvenes
de la ciudad vienen a sacar agua. (14) Mi petición es la siguiente: yo le diré
a una de ellas: “Por favor, deme de beber de su cántaro”; si ella dice: “Sí,
beba usted, ¡y también daré de beber a sus camellos!”, que sea ella la que has
elegido como esposa para Isaac. De esa forma sabré que has mostrado amor inagotable
a mi amo».
¿Cuál son las cualidades que Él busca en la muchacha que será esposa de Isaac?
Que sea servicial, bondadosa, que no rechace el hacer caridad no sólo al
hombre sino también a sus animales.
Bien ha juzgado Eliezer.
No ha pensado en belleza, ni en que la muchacha sea hija de padres ricos.
Ha pensado en el carácter de la chica, porque es el carácter de la mujer lo
que hace feliz o infeliz al hombre, no su belleza.
Pero él no quiere ser juez del carácter y disposiciones de la doncella.
Quiere que sea Dios quien la escoja.
En verdad, él debe haber pensado que si Dios ama a su amo, ya tiene
escogida la novia para Isaac y por ese motivo le propone al Señor una señal que
le permita reconocerla sin dificultad.
Gén.24:15 Entonces, antes de
terminar su oración, vio a una joven llamada Rebeca, que salía con su cántaro
al hombro. Ella era hija de Betuel, quien era hijo de Nacor —hermano de
Abraham— y de Milca, su esposa. (16) Rebeca era muy hermosa y tenía edad
suficiente para estar casada, pero aún era virgen. Ella descendió hasta el
manantial, llenó su cántaro y volvió a subir.
Apenas ha terminado de orar Dios responde y empiezan a suceder los hechos
en la forma que él ha previsto. ¡Qué puntual es Dios cuando confiamos ciegamente
en él!
Tenemos un Dios muy
Sabio.
Gén 24:17 Entonces el siervo corrió
hasta alcanzarla y le dijo: —Por favor, deme de beber un poco de agua de su
cántaro. (18) —Sí, mi señor, beba —respondió ella. Enseguida bajó su cántaro
del hombro y le dio de beber. (19) Después de darle de beber, dijo: —También
sacaré agua para sus camellos y les daré de beber hasta que se sacien. (20) Así
que, de inmediato, vació su cántaro en el bebedero y volvió corriendo al pozo a
sacar agua para todos los camellos.
La muchacha hace exactamente lo que Eliezer le había pedido a Dios que
hiciera como signo para reconocer a la que Él ha escogido como mujer para
Isaac.
Gén.24:21 El siervo la observaba en
silencio mientras se preguntaba si el SEÑOR le había dado éxito en la misión.
Eliezer contempla maravillado cómo la chica hace con diligencia y
eficiencia lo que le había ofrecido: darle de beber no sólo a él sino también a
sus camellos.
No obstante, él no se precipita ni renuncia a su razón aceptando ciegamente
lo que parece ser la respuesta a su oración, sino considera con cautela si ése
es el signo propuesto.
¿Significa eso falta de fe? No creo.
Dios no quiere que dejemos de usar las facultades que nos ha dado.
Gén.24:22 Cuando los camellos
terminaron de beber, sacó un anillo de oro para la nariz de la muchacha y dos
pulseras grandes de oro* para sus muñecas. (23) —¿De quién es hija usted? —le
preguntó—, y dígame, por favor, ¿tendría su padre algún lugar para hospedarnos
esta noche? (24) —Soy hija de Betuel —contestó ella—, y mis abuelos son Nacor y
Milca. (25) Sí, tenemos más que suficiente paja y alimento para los camellos, y
también tenemos lugar para huéspedes. (26) El hombre se inclinó hasta el suelo
y adoró al SEÑOR. (27) —Alabado sea el SEÑOR, Dios de mi amo, Abraham —dijo—.
El SEÑOR ha mostrado amor inagotable y fidelidad a mi amo, porque me ha guiado
directamente a los parientes de mi señor.
El gesto de regalar esas joyas a la muchacha tiene no sólo el propósito de
manifestarle su agradecimiento; también es un mensaje a los padres de ella para
hacerles ver que él viene de parte de un hombre muy rico.
Labán responderá ávidamente a ese gesto (versículos 30 y 31). Como dice
Proverbios, «la dádiva del hombre le ensancha el camino" (Pr 18.16).
Eliezer se maravilla al ver cómo Dios lo ha guiado con
mano segura directamente a una muchacha que es de la parentela de su amo.
Él no ha tenido que ir por acá y allá preguntando y
averiguando.
Dios ha dirigido sus pasos no sólo por amor a Abraham
sino también porque él es siervo fiel de su patrón.
Entonces reconociendo que Dios está en el asunto y ha tenido misericordia
de Abraham y de él, Eliezer se inclina y adora al Señor.
Veamos lo que dice Gén.24:28
La joven corrió a su casa para contarle a su familia todo lo que había
ocurrido. (29) Rebeca tenía un hermano llamado Labán, el cual salió corriendo
al manantial para encontrarse con el hombre. (30) Había visto el anillo en la
nariz de su hermana y las pulseras en sus muñecas, y había oído a Rebeca contar
lo que el hombre le había dicho. Así que corrió hasta llegar al manantial,
donde el hombre aún estaba parado al lado de sus camellos. (31) Entonces Labán
le dijo: «¡Ven y quédate con nosotros, hombre bendecido por el SEÑOR! ¿Por qué
estás aquí, fuera de la ciudad, cuando yo tengo un cuarto preparado para ti y
un lugar para los camellos?». (32) Entonces el hombre fue con Labán a su casa,
y Labán descargó los camellos, y para que se tendieran les proveyó paja, los
alimentó, y también trajo agua para que el hombre y los camelleros se lavaran
los pies.
Los padres y el hermano de Rebeca reciben gustosos al hombre que viene de
parte de su pariente y le brindan la hospitalidad generosa que era habitual
entre ellos practicar con los forasteros importantes. Le ofrecen su casa para
él, sus camellos y los siervos que trae consigo.
En el versículo 33. Nos dice que Eliezer se niega a sentarse
a la mesa de la hospitalidad que le ofrecen sus anfitriones antes de haber
transmitido el encargo que lo trae desde tan lejos.
Tiempo hay para comer.
Antes de restaurar el
cuerpo, él quiere cumplir con su cometido.
Es decir que su obligación pasa delante de su
satisfacción personal.
En los versículos 34 al 48. Eliezer les relata con lujo de detalles
la historia del porqué ha venido y cómo fue el encuentro que tuvo con Rebeca
guiado por la mano de Dios.
En los versículos 49 al 51. Ellos reconociendo por el relato que hace Eliezer que
era de Dios de quien viene lo que han escuchado, acceden con gusto al pedido
que les hace el siervo de su pariente: «Ahí la tienes. Llévala para que sea esposa de nuestro
hermano».
En los versículo que acabamos de leer
hasta aquí, podemos concluir exegéticamente que el criado es un ejemplo maravilloso
del cual nosotros como cristianos debemos seguir, al servicio de Dios.
Como ya se mencionó, el criado pensaba
sólo en su señor y en la voluntad de este.
Es más, anhelaba tanto concluir su
tarea que no se preocupaba por la comida.
Muchas veces ponemos las cosas físicas
antes que las espirituales, y eso esta mal.
El criado recibió órdenes de su amo y
no las cambió ni un ápice.
Creía en la oración y sabía cómo esperar
en el Señor.
No hay lugar para la impaciencia
precipitada en el servicio de Cristo.
El criado sabía cómo confiar en la
dirección del Señor: «Guiándome Jehová en el camino» (v. 27).
Véase lo que afirma Juan 7.17. Una vez
que supo cuál era la voluntad de Dios, no demoró, sino que se apresuró a
cumplir su tarea (v. 17).
La hospitalidad de la casa era
deliciosa, pero tenía una tarea que cumplir para su señor y todo lo demás podía
esperar.
Nótese también que el criado le
informó a su amo cuando regresó (v. 66), así como nosotros tendremos que rendir
cuentas cuando veamos a Cristo.
Es interesante suponer si el criado le
enseñó a la novia mientras viajaban y le reveló cuál sería su novio. «Él me glorificará»,
dijo Cristo respecto al Espíritu Santo (Jn 16.14).
En los versículos 54 al 56. Llegados al acuerdo Eliezer quiere partir
sin demora para llevar a Isaac la muchacha que Dios le destina, pero los
parientes desean, como es natural, que se quede un poco de tiempo con ellos
para agasajarlo y disfrutar de su compañía.
Aunque seguramente para él también sería agradable quedarse gozando de su
hospitalidad acogedora.
Pero Eliezer se niega a permanecer ni un solo día más, obrando de una forma
que podría parecer descortés.
Para él lo más importante es cumplir el encargo que le han encomendado y no detenerse ni
demorar la buena nueva por cualquier otra consideración que lo halague.
En esa manera de obrar
vemos una manifestación de su fidelidad.
En los versículos 57 al 61. Betuel y los suyos dejan la decisión en manos
de la doncella.
Pero ¿qué más querría ella sino ir a encontrar a su prometido?
Ella siente también que esto viene de Dios, que es una gracia excepcional
para ella, y tiene prisa para que se lleve a cabo.
¡Qué sabia y
espontánea es su reacción! Sí, me voy con él ahora mismo.
Ella no quiere despedidas largas, no va a extrañar lo que deja.
Ella sabe que su destino, fijado por Dios, está en esa tierra lejana, que
no tiene miedo de partir.
Pero detengámonos un momento a pensar.
¿Qué muchacha hoy estaría dispuesta a partir empeñando
su vida y su futuro para unirse a un desconocido, aunque sea su pariente?
¿Qué muchacha moderna arriesgaría tanto sólo porque
piensa que esa es la voluntad de Dios?
Ella era una mujer valiente y de carácter.
Pero también de fe.
Hay un sugestivo paralelismo entre el llamado de Abraham y el de ella.
Como ocurrió con su pariente ella sale de Harán para ir a la tierra de
Canaán.
Dios le dice a Abraham. «Sal de tu tierra». Ella responde. «Sí iré».
Rebeca sale de su tierra
bendecida de una manera elocuente.
Porque fue una mujer llena de fe y temerosa de
Dios.
Una mujer obediente, que sabía que Dios algún
día respondería lo que ella posiblemente le estaba pidiendo.
El tener una fe verdadera y una plena obediencia
ante Dios, nos hace grande y las bendiciones llueven a nuestro alrededor.
Rebeca no estaba pendiente de lo que hacían sus
hermanos y mucho menos se entretenía con cosas vanas.
Ella era una mujer con objetivos ven
planificados, y en esos objetivos está la presencia de Dios dirigiéndola.
Los parientes de
Rebeca pronuncian sin saberlo una palabra profética en la que resuena el eco de
la promesa hecha por Dios a Abraham.
En los versículos 62 al 63. Vemos a Isaac que ha salido a hablar con
Dios al campo, porque meditar es buscar a Dios.
En ninguna parte puede hacerse mejor que lejos de la compañía humana, en
medio de la paz de la naturaleza.
En el campo bulle una vida diferente, la vida de la creación que obedece en
todo a su Creador.
Allí se encuentra Dios y nosotros lo encontramos.
Dios vino al encuentro
de Moisés en la soledad del desierto y al encuentro de Jacob cuando estaba
solo.
Quizá Isaac pedía por
el buen fin de la misión de Eliezer.
En los versículos 64 y 65 observamos que Rebeca ve la silueta de un hombre en la
lejanía su intuición femenina le indica que podría ser el varón a quien ella
está destinada y prontamente se baja del camello.
Cuando se asegura de que es él, cubre su rostro con el velo de novia, según
la costumbre de su pueblo.
Ella sabe que es bella, pero no quiere asombrar a su novio con su
belleza.
Otras cosas son más
importantes.
Hoy en día la mujer busca ponerse más sexual para atraer al hombre, en vez
de buscar más inteligencia para su futuro.
Posiblemente Rebeca.
¿No le habría preguntado a Eliezer en el camino cómo
era Isaac?
¿No se había estado ella enamorando de su novio al
escuchar de boca de Eliezer las cualidades que adornaban a Isaac?
La Biblia dice poco acerca de Isaac, pero por lo que transpira el texto era
un hombre de carácter noble, lleno de fe y obediente a su padre.
Pensemos tan sólo en el episodio de su sacrificio: el joven
Isaac no ofreció resistencia alguna (Gn.22).
En los versículos 66 al 67. Observamos que Isaac no vivía ya con su
padre sino en otro lugar.
Pero puede entenderse que al llegar Rebeca la lleva donde su padre, y la
introduce a la que había sido la tienda de su madre que ya había muerto.
Y de inmediato se realiza el matrimonio a la usanza de ellos.
El texto dice que Isaac la
amó.
¿Cómo podría no amarla si ella tenía tantas
cualidades?
El suyo era un matrimonio hecho en el cielo.
Dice que se consoló de la muerte de su madre.
Es decir, Rebeca toma en su corazón el lugar que su madre había dejado vacío al irse.
Dos mujeres dominan la vida del hombre, la madre y la esposa, y no deben
ser rivales, sino complementarse, y no debería ser necesario que la madre muera
para que la esposa ocupe plenamente en el corazón de su marido el lugar que le
corresponde.
Cuando la madre es sabia la esposa de su hijo la amará y respetará tanto
como su hijo porque ella es un solo cuerpo con su marido.
Recordemos que la mujer sabia, edifica su hogar.
No todos son sabios.
El ser sabio, implica obediencia
ante Dios.
La obediencia implica hacer
lo que Dios manda.
Si alguien dice ser sabio,
y no ha aceptado a cristo en su corazón, y no se ha bautizado en el nombre de Jesús
para dar ese paso de obediencia, como lo manda la palabra de Dios y que fue
obedecida por los apóstoles, déjame decirte que de sabiduría no tiene nada,
sino que simplemente lo que está aplicando es filosofía vana.
Y la filosofía nace de los pensamientos humanos y no de Cristo. (Colosenses 2:8)
Así que tenga mucho
cuidado cuando diga que alguien que no es de cristo, es sabio.
Porque usted sin darse
cuentas se hace partícipe de sus acciones.
He aquí las cualidades más saltantes de Rebeca, tal como se revelan en este
capítulo.
Ella es bella y sin embargo su belleza no la ha vuelto orgullosa ni
distante.
Al contrario es servicial: le ofrece a Eliezer más de lo que él le pide.
Él pidió de beber para sí y ella le dice que dará de beber además a sus
camellos.
Eran diez, y tendrían «sed de camellos», es decir: mucha sed.
¿Cuántas veces habría bajado ella al pozo a llenar su
cántaro?
Podemos suponer que también dio de beber a los siervos que venían con
Eliezer.
Ella es rápida en sus
movimientos, no es lenta ni perezosa.
En su manera de servir se
muestra humilde.
No se pavonea con las
joyas que le regala Eliezer
Pero le ofrece sin mezquindad la hospitalidad de su casa paterna.
Al oír el relato de cómo Eliezer trata de seguir la guía de Dios en su
búsqueda de novia para el hijo de su amo, ella reconoce la intervención del
Altísimo en esos hechos.
Por eso ella no duda en seguir la invitación de Eliezer para acompañarlo.
Ella se somete al consejo
de Dios y no teme dejar padre y madre y hermanos para cumplirlo.
¡Ojalá fuéramos todos tan bien dispuestos!
Usted
tiene que dejarse utilizar por Dios.
No permita que satanás siga entreteniéndola por
bobadas cuando escucha la palabra de Dios.
El mismo espíritu de una persona que tiene fe y
obediencia, sabe que la palabra de Dios que se imparte en este lugar es
verdadera.
Si usted aun no creen en la palabra que se
imparte aquí, pídale a Dios que le moldee su pensamiento para que el poder de
lo Alto, el cual es el espíritu santo, pueda entrar en usted y se deje
ministrar bajo la presencia de Dios y de su hijo cristo.
Solo así usted estará en la
presencia de Dios.
Hay personas que se dejan entretener por
demonios, y no permiten que el espíritu santo fluya en estas personas.
Aunque los seres humanos somos imperfectos, dentro de nuestras cotidianas e
inevitables limitaciones.
Dios encontró en Rebeca a la mujer más adecuada para ser madre del padre de
las doce tribus, esto es, de Jacob, y madre de dos pueblos que serían rivales.
La fe de Rebeca fue recompensada. Su
nombre aparece en la Palabra de Dios; disfrutó del amor y la riqueza de Isaac,
y llegó a ser una parte importante en el plan de Dios.
Si hubiera rehusado ir, hubiera muerto
como una mujer desconocida. «El que hace la voluntad de Dios permanece para
siempre» (1 Jn 2.17).
El espíritu de Dios estaba
en Rebeca,
Y ella sabía que las palabras de Eliezer,
provenían de Dios.
Por eso decidió, obedecer de inmediato.
Porque la sabiduría que ella tenía estaba
conectada con la sabiduría de un Dios, justo y verdadero.
Gracia y paz
Pastor y administrador, Rogers
Infante.
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