EL ÚLTIMO PROFETA DEL ANTIGUO TESTAMENTO
Gracia y Paz para todos
mis hermanos en la obra de Dios Padre y de su Hijo Jesucristo, el cordero
inmolado que hoy se encuentra sentado a la diestra de su Padre, y que al sonar
de la séptima trompeta vendrá a juzgar a este mundo y su maldad.
Gracia y paz para mis hermanos,
Iglesia y remanente de Dios Padre y de su Hijo Jesús.
Al estudiar la biblias podemos darnos cuenta de que sabemos muy
poco respecto a este último profeta del AT.
Este hombre de Dios, Ministró a la restaurada nación judía
alrededor de cuatrocientos años antes de Cristo, y todos los pecados descritos
en este libro se hallan en Nehemías
13:10-13 También descubrí que no se les había entregado a los levitas las
porciones de comida que les correspondían, de manera que todos ellos y los
cantores que debían dirigir los servicios de adoración habían regresado a
trabajar en los campos. (11) Inmediatamente enfrenté a los dirigentes y les
pregunté: «¿Por qué ha sido
descuidado el templo de Dios?». Luego pedí a todos los levitas que
regresaran y los reintegré para que cumplieran con sus obligaciones. (12)
Entonces, una vez más, todo el pueblo de Judá comenzó a llevar sus diezmos de
grano, de vino nuevo y de aceite de oliva a los depósitos del templo. (13) Como
supervisores de los depósitos asigné al sacerdote Selemías, al escriba Sadoc y
a Pedaías, uno de los levitas. Como ayudante de ellos nombré a Hanán, hijo de
Zacur y nieto de Matanías. Estos hombres gozaban de una excelente reputación, y
su tarea consistía en hacer distribuciones equitativas a sus compañeros
levitas.
Malaquías dirige su primer mensaje a los sacerdotes y luego se
vuelve al pueblo en general:
«De tal pueblo, tal
sacerdote».
Conforme el profeta entrega la Palabra de Dios, el pueblo respondía
discutiendo.
Nótese la repetición de « ¿en qué?» o “De veras” (1.2, 6–7; 2.17; 3.7–8, 13).
Mal 1:2 Yo os he amado, dice Jehová;
y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová.
Y amé a Jacob,
Mal
1:6-7 El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si,
pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís:
¿En qué hemos
menospreciado tu nombre? (7) En que
ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y
dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado?
En que pensáis que la mesa de Jehová es despreciable.
Mal
2:17 Habéis hecho cansar a Jehová con vuestras
palabras. Y decís: ¿En
qué le hemos cansado? En que
decís: Cualquiera que hace mal agrada a Jehová,
y en los tales se complace; o si
no, ¿dónde está el Dios de justicia?
Mal
3:7-8 Desde los días de vuestros padres os habéis
apartado de mis leyes, y no las
guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mas dijisteis: ¿En
qué hemos de volvernos? (8) ¿Robará
el hombre a Dios? Pues vosotros me
habéis robado. Y dijisteis: ¿En
qué te hemos robado? En vuestros
diezmos y ofrendas.
Mal
3:13 Vuestras palabras contra mí han sido
violentas, dice Jehová. Y dijisteis:
¿Qué hemos hablado
contra ti?
Es peligroso cuando el pueblo discute con Dios y trata de defender
sus caminos pecaminosos.
Como lo hacen ciertos falsos líderes, que esconden sus macabros
pecados y pretenden hablar de la palabra de Dios, como si ellos no estuviesen
manchados hasta el topo sin arrepentirse.
Malaquías recalca los terribles pecados del pueblo y de los
sacerdotes.
Veamos qué era lo que este
profeta de Dios recalco al pueblo de Dios y sus sacerdotes.
I. Dudaban de su amor
(1.1–5)
Malaquías
1:1-5
Este es el mensaje* que el SEÑOR dio a Israel por medio del profeta Malaquías.*
(2) «Yo siempre los he amado», dice el SEÑOR. Sin embargo, ustedes replican:
«¿De veras? ¿Cómo nos has amado?». Entonces el SEÑOR contesta: «Yo les he
demostrado mi amor de la siguiente manera: amé a su antepasado Jacob, (3) pero
rechacé a su hermano, Esaú, y devasté su zona montañosa. Convertí la herencia
de Esaú en un desierto para chacales». (4) Los descendientes de Esaú en
Edom podrán decir: «Hemos sido destrozados, pero reconstruiremos las ruinas».
No obstante, el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales responde: «Puede ser que
intenten reconstruirlas, pero yo las derribaré de nuevo. Su país será conocido
como “tierra de perversidad” y su pueblo será llamado “el pueblo con quien el
SEÑOR está para siempre enojado”. (5) Cuando vean la destrucción con sus
propios ojos, dirán: “¡Verdaderamente la grandeza del SEÑOR se extiende más
allá de las fronteras de Israel!”».
En estos versículos encontramos que Dios le dice a su pueblo: «Te
he amado».
Pero el pueblo respondió: «¿Ajá?», respondieron ellos, «¿en qué nos has amado?
¡Demuéstralo!»
Dudar del amor de Dios es
el principio de la incredulidad y la desobediencia.
Eva dudó del amor de Dios y comió del árbol prohibido; pensó que Dios
le privaba de algo.
Satanás quiere que nos sintamos
abandonados por Dios.
«Miren a sus circunstancias difíciles», le dijo al remanente
judío.
«¿Dónde están sus cosechas? ¿Por qué Dios no los cuida?»
Dios demostró su amor a
su pueblo de dos maneras:
Primeramente en su gracia escogió a
Jacob y rechazó a Esaú, quien de muchas maneras era un mejor hombre.
Segundo juzgó a los edomitas (los
descendientes de Esaú) y le dio a Israel la mejor de las tierras.
Le prometió a Israel una
tierra que fluía leche y miel, pero, trágicamente, sus pecados contaminaron la tierra.
Incluso entonces, Él en su gracia los restauró a su tierra y los
libró del cautiverio.
Dios desea restaurarte, para
que tú y tu familia puedan ser libre del cautiverio y que sobre ustedes abunden
la leche y la miel.
Tanto el pueblo de Dios como sus
sacerdotes
II. Menospreciaban su
nombre (1.6–14)
Ahora Dios se vuelve a los sacerdotes, quienes deberían haber sido
los líderes espirituales de la tierra.
Los sacerdotes no honraban el nombre de Dios; tomaban lo mejor
para sí mismos.
No valoraban los privilegios espirituales que Dios les dio.
No valoraban la santidad, ni mucho menos se arrepentía de sus
pecados.
Estos depravados llegaban al templo manchados de pecados y pretendían
hablar de santidad
Pero Dios no los escuchaba, ya que estos olvidaron: servir al altar, quemar incienso y comer del pan consagrado de
la proposición. Todo por el pecado inmundo que habitaba dentro de ellos.
Y no traían lo mejor para los sacrificios: traían lo peor, lo que les sobraba. (Dt 15.21).
Deuteronomio 15:21 Sin embargo, si
la primera cría tiene algún defecto —si es ciego, cojo o con otra anormalidad—
no deberás ofrecerla en sacrificio al SEÑOR tu Dios.
Dios les dio lo mejor a su pueblo y a su vez pedía lo mejor para
él.
Pero él quería que le presentaran esas ofrendas en santidad, y no
en pecado.
Pero ellos no querían obedecerle, ellos pensaban que Dios se
conformaría con cualquier cosa.
El versículo 10 debería
decir:
«¿Quién es lo
suficientemente espiritual como para cerrar las puertas del templo y acabar con
esta hipocresía?»
Dios prefería ver el templo cerrado antes que tener al pueblo y a
los sacerdotes «jugando a la religión» y guardándose lo mejor para sí mismos, y
practicando el pecado.
Y descaradamente presentarle a Él lo peor, lo que sobra, lo
inmundo, lo desecho.
Eran tan desechado el
amor de Dios, que los sacerdotes ni siquiera aceptaban un sacrificio si antes
no recibían su porción.
Era esta clase de pecado lo que llevó a la derrota a Israel en los
días de Elí.
1Samuel
2:12-17
Ahora bien, los hijos de Elí eran unos sinvergüenzas que no le tenían respeto
al SEÑOR (13) ni a sus obligaciones sacerdotales. Cada vez que alguien ofrecía
un sacrificio, los hijos de Elí enviaban a un sirviente con un tenedor grande
de tres dientes. Mientras la carne del animal sacrificado aún se cocía, (14) el
sirviente metía el tenedor en la olla y exigía que todo lo que sacara con el
tenedor fuera entregado a los hijos de Elí. Así trataban a todos los israelitas
que llegaban a Silo para adorar. (15) Algunas veces el sirviente llegaba aun
antes de que la grasa del animal fuera quemada sobre el altar. Exigía carne
cruda antes de que hubiera sido cocida, para poder asarla. (16) Si el hombre
que ofrecía el sacrificio respondía: «Toma toda la que quieras, pero sólo
después de quemarse la grasa», el sirviente insistía: «No, dámela ahora o la
tomaré por la fuerza». (17) Así que el pecado de estos jóvenes era muy serio
ante los ojos del SEÑOR, porque trataban las ofrendas del SEÑOR con desprecio.
El versículo 11 indica que los gentiles paganos ofrecían mejores sacrificios al
Señor que su propio pueblo.
Es muy malo que los inconversos sacrifiquen más para su religión
que los que conocen de verdad al Señor.
Somos sacerdotes mediante Cristo y nosotros también debemos
traerle «sacrificios espirituales»
Pero para hacer esto, debemos caminar en su santa obediencia y
respetar sobre todas las cosas su voluntad.
Dios ha escogido a sus sacerdotes, pastores, o siervos, los cuales
han tenido el llamado exclusivo de Dios y no del hombre.
Dios prepara a sus siervos en su palabra para que esta sea llevada
con autoridad y sin temor, ya que estos siervos escogidos por Dios, deberán ser
santos y sin pecados.
Mediante Jesús, estos siervos escogidos serán la piedra viva para
que se edifique el templo de Dios viviente.
1Pedro
2:5 Y ustedes son las
piedras vivas con las cuales Dios edifica su templo espiritual. Además, son
sacerdotes santos.* Por la mediación de Jesucristo, ustedes ofrecen sacrificios
espirituales que agradan a Dios.
Ustedes se preguntaran. ¿Cuáles son estos sacrificios?
Nuestros cuerpos (Ro 12:1–2);
Nuestras ofrendas (Flp:4:14–18);
Alabanza (Heb:13.15);
Buenas obras (Heb:13.16);
Almas que hemos ganado para
Cristo (Ro:15.16).
La presunta debería ser: ¿Estamos dándole lo mejor o sólo lo que nos conviene?
III. Profanaban su pacto
(2.1–17)
No era cosa liviana ser sacerdote, porque esto era un don de la
gracia de Dios mediante su pacto con Leví.
Los versículos 5–7 describen al sacerdote ideal:
Teme al Señor y le
obedece;
Recibe la Palabra y la
enseña;
Vive lo que enseña;
Procura alejar a otros
del pecado.
Pero los sacerdotes en los días de Malaquías y me atrevo a decir que
también en estos días del 2015 estos en realidad hacían y hacen descarriar al
pueblo de Dios y profanaban el santo pacto.
Malaquías
2:8 No obstante,
ustedes, sacerdotes, han abandonado los caminos de Dios. Sus instrucciones
hicieron que muchos cayeran en pecado. Corrompieron el pacto que hice con los
levitas —dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales—.
Pero ¿Qué les haría Dios?
La
respuesta de Dios no se hace esperar: «Maldeciré vuestras bendiciones».
Esto se relaciona con 3.9 y la falta de diezmos y
ofrendas.
Dios maldijo las cosechas; El
pueblo estaba pobre; No traían las ofrendas a los sacerdotes y por tanto estos
padecían hambre.
Al pecar contra el pacto de
Dios estaban simplemente dañándose a sí mismos.
Pero los versículos 10–16 destacan otro terrible pecado
de los sacerdotes:
Se divorciaban de sus esposas judías y se casaban con mujeres
paganas.
Traicionaban sus mujeres y sus familias.
Éxodo 34.10–17, Esdras
9.1–4, Nehemías 13.23–31.
En otras palabras estos falsos líderes ecuménicos, eran unos adúlteros,
degenerados, que se complacían con el pecado, saciaban su placer ninfómano, y
luego pretendían presentarse ante Dios como si nada estuviese pasando.
Todo su llanto sobre el
altar no cambiaría las cosas; tenían que dejar sus pecados y ser obedientes
ante la voluntad de Dios.
Mal 2:13 Esta es otra cosa que
hacen: cubren el altar de Dios con lágrimas; lloran y gimen porque él no presta
atención a sus ofrendas ni las acepta con agrado.
El versículo 15 dice:
Mal 2:15 ¿No te hizo uno el SEÑOR con tu esposa? En cuerpo y espíritu
ustedes son de él.* ¿Y qué es lo que él quiere? De esa unión quiere hijos que vivan para Dios. Por eso, guarda tu
corazón y permanece fiel a la esposa de tu juventud.
¿Pero Para qué? Para que establecieran una familia piadosa».
En realidad la liviandad de la nación respecto al divorcio ponía
en peligro la promesa de la Simiente, Cristo.
Dios aborrece el
divorcio; es el rompimiento del pacto entre esposo y esposa y entre ellos y
Dios.
Una pareja que se
divorcia, estando casada, no puede estar al agrado de Dios.
Y el pacto de Dios, no
puede permanecer ante tal abominación como lo es el divorcio y el adulterio.
IV. Desobedecían su
Palabra (3.1–15)
En 2.17 el pueblo preguntó con sorna: ¿Nos castigará Dios por nuestros pecados? --¿Realmente le importa?»
Dios responde que si serán castigados por sus pecados e incluso serán
atados en matojos y echados al fuego eterno.
Pero para aquellos que en verdad están siguiendo la palabra de
Dios, para ellos Dios responde prometiéndole enviarle a su mensajero (Juan el
Bautista), el cual anunciaría al Mensajero del pacto (Jesucristo).
Jesús, en efecto, vino al templo y descubrió sus pecados.
En su ministerio reveló los pecados de los falsos líderes
religiosos, tanto, que ellos al final le crucificaron.
Por supuesto, hay una aplicación futura aquí, cuando el Día de
Jehová refine a Israel y separe a lo verdadero de lo falso.
¿Por qué Dios no abandona a
su pueblo rebelde?
El versículo 6 es la respuesta:
Mal 3:6 »Yo soy el SEÑOR y no
cambio. Por eso ustedes, descendientes de Jacob, aún no han sido destruidos.
El pueblo desobedeció a
Dios robándole los diezmos y las ofrendas.
En realidad, cuando el pueblo de Dios no es fiel en sus ofrendas,
no sólo le roban a Dios, sino que se roban a sí mismos.
Dios cerró la lluvia y arruinó las cosechas debido al
egoísmo de su pueblo.
Diezmar, por supuesto, no
es «regatear con Dios»;
Usted no puede decir que en las ofrendas da más que el diezmo, con
el fin de no diezmar.
NO, no se trata de negociar, se trata de fidelidad, amor y
responsabilidad.
Dios promete bendecir y
cuidar a quienes son fieles en su mayordomía como está
escrito en Filipenses
4:10-19.
Dios
no está en bancarrota; Él quiere que le seamos fiel en todo, incluso en lo que más
le duele al creyente para serle fiel.
En nuestros
diezmos y ofrendas como expresiones de nuestra lealtad, responsabilidad, fe y
amor.
Cuando el amor de un creyente
hacia Cristo se enfría, por lo general lo demuestra en el área de la
mayordomía.
Si cada miembro de la iglesia trajera al Señor lo que le
corresponde y luego añadiera las ofrendas como expresión de gratitud, nuestra
iglesia crecería y tendrían los mecanismos más que suficiente para evangelizar
y al mismo tiempo para su ministerio.
De esa manera podríamos establecer muchos otros buenos ministerios
y así darles nuestro respaldo.
Malaquías concluye su mensaje
con algunas maravillosas promesas a los fieles.
En esa época había ese
fiel remanente que no olvidaba la casa de Dios, pero que se congregaba para
bendición. «Son
mis tesoros», dice el Señor.
Mal 3:16 Entonces los que temían al
SEÑOR hablaron entre sí y el SEÑOR escuchó lo que dijeron. En la presencia de
él, escribieron un rollo de memorias para registrar los nombres de los que
temían al SEÑOR y que siempre pensaban en el honor de su nombre. (17) «Ellos
serán mi pueblo —dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales—. El día en que yo
venga para juzgar, serán mi tesoro especial. Les tendré compasión así como un
padre le muestra compasión a un hijo obediente.
Qué hermoso cuadro del
creyente fiel.
Las joyas son preciosas y nosotros somos preciosos a los ojos de
Dios.
Él nos compró con su sangre,
al enviar a su Hijo Jesús a la tierra.
Nos está puliendo con pruebas y aflicciones; y un día en gloria
brillaremos con belleza y esplendor.
Para la Iglesia Él es «la estrella resplandeciente de la mañana» (Ap 22.16; 2.28),
Porque aparecerá cuando la hora es más oscura y llevará a la
Iglesia a su hogar.
La última palabra en nuestra versión castellana del AT es:
De lo contrario vendré y haré caer una maldición sobre la tierra».
Al final del NT leemos: «Y no habrá más maldición»
Apocalipsis 22:3 Ya no habrá más maldición sobre
ninguna cosa, porque allí estará el trono de Dios y del Cordero, y sus siervos
lo adorarán.
Gracia y
paz.
Pastor y
Administrador, Rogers Infante.
Bendiciones
a mis hermanos en la fe.
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