LO QUE DIOS ESPERA DE MI
Muchas son las personas, que esperan grandes
bendiciones, sanación, prosperidad, alegría, todo aquello que le produzca
satisfacción a su carne y emociones.
Pero realmente nos hemos preguntado, ¿Qué es lo Dios espera de mí?
El libro de proverbios nos
dice:
Proverbios 1:7 El temor del
SEÑOR es la base del verdadero conocimiento, pero los necios desprecian la
sabiduría y la disciplina
Proverbios
3:5-12 Confía en el SEÑOR con todo tu corazón, no
dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomar. No te dejes impresionar por tu propia sabiduría. En cambio,
teme al SEÑOR y aléjate del mal. Entonces dará salud a tu
cuerpo y fortaleza a tus huesos. Honra al SEÑOR con tus
riquezas y con lo mejor de todo lo que produces. Entonces él llenará tus graneros, y tus tinajas se
desbordarán de buen vino. Hijo mío, no
rechaces la disciplina del SEÑOR ni te enojes cuando te corrige. Pues el SEÑOR corrige a los que ama, tal como un
padre corrige al hijo que es su deleite.*
¿Qué espera Dios
de nosotros?
Espera que le agrademos en
todo y que vivamos para Él.
Pero para esto debemos:
Temer a Dios,
Confiar en Él,
Honrarlo y ser
Humildes.
Si hacemos
esto principios, todo nuestro ser lo honrara y seremos fiel y obediente en
todo.
Tenga muy presente que el
temor del Señor es la base del verdadero conocimiento.
Por otro lado los necios no
lo entienden porque desprecian la sabiduría y la enseñanza de Dios.
Tales personas siempre van a
buscar el placer de la carne y no el sometimiento a Dios.
Iglesia, tener
temor de Dios es reverenciarlo y admirarlo.
Por eso cada
vez que leemos la Biblia, conocemos más de Dios.
Y cuando le
conocemos más por medio de su palabra, entonces aprenderemos a admirarlo y
nunca nos dejará de sorprender su grandeza.
Él es el Dios Todopoderoso,
el Rey, el Padre, el Soberano, el Dios de imposibles.
Conocer a Dios es obedecerlo
porque Él está para ser obedecido.
Pero cuando no le tememos,
es porque nos gusta hacer nuestra propia voluntad, no importando lo que dice su
palabra.
Por eso si tememos
verdaderamente a Dios, entonces como buenos hijos adoptivos vamos a obedecerlo.
En Génesis 22: 12 “dijo:
Génesis 22:12 —¡No pongas tu mano sobre el muchacho!
—dijo el ángel—. No le hagas ningún daño, porque ahora sé que de verdad temes a
Dios. No me has negado ni siquiera a tu hijo, tú único hijo.
Un gran ejemplo de
obediencia es la historia de Abraham, quién obedeció a Dios porque le temía.
Este patriarca conocía el
amor y el poder de Dios y sabía que Dios podía resucitar a su hijo.
Hoy en día,
son muchos los que dicen de boca amar a Dios, pero honran al diablo con sus
riquezas, bienes, y hasta se humillan a satanás para que este les siga maltratando
y despedazando los hogares.
Yo pregunto:
¿Cuán dispuestos
estamos a dar todo lo que tenemos por el Señor, poniendo todo nuestro temor y
confianza en Él?
¿Estamos mostramos
nuestra lealtad a Dios, o al diablo?
Dios NO es un Dios de miedo,
es un Dios de amor y justicia.
ÉL es maravilloso y ha
obrado con poder a través de los años, sobre los siglos, con todo tipo de
personas, en todo tipo de situaciones.
Dios, siempre
ha demostrado ser fiel, el Infiel y perezoso, es el hombre.
Él nos conoce,
conoce nuestras dudas, nuestros temores y nuestras inseguridades.
Reconozcamos
que en nuestro corazón mora el Dios del universo.
Mora el creador de todo, y
en cuyas manos está todo.
Nada se le escapa, todo está
bajo su control.
Él es el Único Dios verdadero
y Todopoderoso del universo, Él vive en nosotros.
Si realmente
es así, entonces confiemos en el Señor con todo el corazón.
No dependamos
de nuestro propio entendimiento.
Busquemos su
voluntad en todo lo que hagamos y Él nos mostrará cuál camino tomar.
Confiar en Dios es arrojarse
totalmente en sus brazos y sin dudas, porque nunca nos va a dejar caer.
Entre más confiamos en Dios,
más responsabilidad pondrá en nosotros.
Pues si confiamos en Él,
seremos capaces de hacer lo que nos pida.
Confiemos en
Dios en todo.
Cuando tengamos
problemas.
Cuando nos
enfermemos.
Cuando pasemos por desafíos
grandes y en la peor de las tristezas, sí realmente confiamos en ÉL, sin dudar,
su ayuda vendrá de inmediato por nuestra obediencia.
Confiemos al Señor nuestra
economía porque Él es nuestra prosperidad.
Salmo 37:5
“Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará”.
Esta es la promesa de Dios
cuando depositamos verdaderamente toda nuestra confianza en Él.
ÉL, nos ayudará, nos
bendecirá, nos sanará, nos protegerá.
Dice su palabra:
Proverbios 3:9-10 Honra al SEÑOR con tus
riquezas y con lo mejor de todo lo que produces. Entonces él llenará tus graneros, y tus tinajas se desbordarán
de buen vino.
Pregunta: ¿porque estoy pasando necesidad?
¿Por qué las
cosas no se me dan como espero?
¿Por qué mi casa
está en desorden?
¿Por qué mi
economía y finanzas, se desvanecen cada día más y más?
Porque no estoy honrando al
Señor, con mis riquezas, corazón, mente y con lo que produzco.
Obviamente mi granero están
vacío y mi tinaja escasa del buen vino.
Honrar a Dios es una aventura que tenemos el
privilegio de tomar, los que le amamos y obedecemos.
Por eso cuando lo honramos primero a ÉL, vemos su
gloria.
Es decir: Que cuando doy mis primeros frutos de todo, nuestro
tiempo, nuestros talentos y capacidades, las primicias de nuestro trabajo,
nuestros diezmos y ofrendas, en mi casa no faltara nada, por cuanto la gloria
de Dios habita en ella, por mi obediencia y fidelidad.
En otras palabras, mi casa es una casa donde se
respira paz, armonía, amor, ternura y comprensión.
Ya que hemos acogido en
muestro corazón, al único y verdadero Hijo de Dios.
Por eso cuando
demos con alegría y no por obligación, sino simplemente porque lo amamos,
estaremos honrándolo de corazón.
Y cuando damos primero a
Dios, estamos declarando que Él es el primero en nuestras vidas, antes que
nuestra familia, antes que nuestro trabajo, antes que nosotros mismos.
Cuando lo honramos así, Él cumple sus promesas,
porque confiamos que es nuestra provisión total y derramará abundantes
bendiciones sobre nosotros, por nuestra obediencia y fidelidad.
No nos limitemos a darle
solamente, honrémoslo y luego miremos lo que Él hace por nosotros.
Seamos humildes ante Dios,
pidamos la sanación de nuestro orgullo y de las heridas de nuestro corazón.
¿Qué es el orgullo?
Es el más grande mal del ser
humano.
Es cuando
confiamos más en nosotros mismos que en Dios.
Es cuando le damos
migaja y las sobras, que satanás pone en los corazones de los desobedientes.
Recuerde usted que satanás
fue desterrado de los cielos, por su orgullo.
Así mismo, satanás desea que
usted sea desterrado de la gloria de Dios, por ese mismo orgullo.
Una persona
orgullosa, jamás se someterá a Dios.
Porque el
orgullo enceguece y entorpece la obra de Dios.
El orgullo
muestra siempre los malos ejemplos, para que otros no se sometan a la voluntad
de Dios.
Una persona orgullosa, desea
que sea Dios quien se someta a él.
Una persona orgullosa,
ofende a Dios con sus migajas, creyendo que Dios se complace con eso.
Recuerden que NO
estamos aquí por nuestras habilidades, ni por nuestras fuerzas, o inteligencia,
sino por la sublime gracia de Dios.
Lo peor de todo es que el
orgullo incuba muchos pecados y vicios, por eso el maligno fue arrojado del
cielo.
El orgullo
hace que las personas se alejen de Dios.
Hace que los
creyentes constantemente estén guindando para caer.
El orgullo les hace creer al
ser humano, que sin él, Dios no es nada.
Que equivocados están estos
orgullosos.
Pero ¿De qué debemos de enorgullecernos?
De conocer, obedecer,
someternos, entender y ser fiel al Señor.
Jeremías 9:23-24 “Así dijo
Jehová:
Jeremías 9:23-24 Esto dice el SEÑOR: «No dejen que el sabio
se jacte de su sabiduría, o el poderoso, de su poder, o el rico, de sus
riquezas. Pero los que desean jactarse que lo
hagan solamente en esto: de conocerme verdaderamente y entender que yo soy el
SEÑOR
—quien demuestra amor inagotable y trae justicia y rectitud a la tierra— y que
me deleito en estas cosas. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!
Al leer esto, nos
preguntamos:
¿Qué es lo que
más agrada a Dios?
¿Qué podemos
presentar al Señor?
El Señor nos ha dicho qué es
lo bueno lo que exige de nosotros.
Que hagamos lo
que es correcto en su palabra.
Que amemos la
compasión y que caminemos humildemente ante Él.
Que seamos fieles y
obedientes en todo.
Por eso la
justicia, la misericordia, la humildad, la fidelidad son virtudes de la vida
cristiana que Dios espera que atesoremos en nuestro corazón.
Concluyo con esto:
Sólo en el poder de su Santo
Espíritu, aprenderemos a reverenciarlo, a reconocerlo en todos los asuntos de
nuestra vida, a confiar absolutamente en Él, a honrarlo de corazón y a ser
humildes, justos, fiel y misericordiosos.
Gracia y Paz.
Pastor y
Administrador, Rogers Infante.
Que Dios te
bendiga.
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