LOS CINCO PELIGROS QUE DEBE CONOCER EL CREYENTE
Deuteronomio 7–11
Después de
recordar al pueblo los hechos del pasado (caps.
1–6), Moisés advierte ahora de
los peligros del futuro.
Por siglos
Israel fue una nación esclava y por cuarenta años fue un pueblo peregrino.
Ahora
iba a establecerse en su tierra, de modo que necesitaban conocer de los
peligros venideros con este nuevo medio.
Por esto
hoy veremos al menos cinco peligros que el pueblo tenía que reconocer y evitar.
PELIGRO #1. Compromiso con el enemigo (Deuteronomio 7.1–16)
Deuteronomio 7:1-16 »Cuando el
SEÑOR tu Dios te lleve dentro de la tierra donde estás a punto de entrar y que
vas a poseer, él te abrirá camino quitando de tu paso a muchas naciones: los
hititas, los gergeseos, los amorreos, los cananeos, los ferezeos, los heveos y
los jebuseos. Esas siete naciones son más fuertes y numerosas que tú. Cuando el SEÑOR tu Dios
las entregue en tus manos y las conquistes, debes destruirlas por completo.* No hagas tratados con ellas ni les tengas compasión. No te unas en matrimonio con su gente.
No permitas que tus hijas ni tus hijos se casen con los hijos o las hijas de
esas naciones, porque ellos harán que tus hijos y tus hijas se
aparten de mí para rendir culto a otros dioses. Entonces el enojo del SEÑOR
arderá contra ti, y pronto te destruirá. Lo que tienes que hacer es: destruir sus altares
paganos, hacer pedazos sus columnas sagradas, derribar sus postes dedicados a
la diosa Asera y quemar sus ídolos. Pues tú eres un
pueblo santo porque perteneces al SEÑOR tu Dios. De todos los pueblos de la
tierra, el SEÑOR tu Dios te eligió a ti para que seas su tesoro especial. »El
SEÑOR no te dio su amor, ni te eligió porque eras una nación más numerosa que
las otras naciones, ¡pues tú eras la más pequeña de todas! Más bien,
fue sencillamente porque el SEÑOR te ama y estaba cumpliendo el juramento que
les había hecho a tus antepasados. Por eso te rescató con mano poderosa de la
esclavitud y de la mano opresiva del faraón, rey de Egipto. Reconoce, por lo tanto, que el SEÑOR tu Dios
es verdaderamente Dios. Él es Dios fiel, quien cumple su pacto por mil
generaciones y derrama su amor inagotable sobre los que lo aman y obedecen sus
mandatos. Pero no
duda en castigar ni en destruir a los que lo rechazan. Por lo tanto, obedece
todos los mandatos, los decretos y las ordenanzas que te entrego hoy. »Si prestas
atención a estas ordenanzas y las obedeces con fidelidad, el SEÑOR tu Dios
cumplirá su pacto de amor inagotable contigo, tal como lo prometió mediante el
juramento que les hizo a tus antepasados. Te amará y te bendecirá y te dará
muchos hijos. Hará fértil a tu tierra y a tus animales. Cuando llegues a la
tierra que juró dar a tus antepasados, tendrás numerosas cosechas de granos,
vino nuevo y aceite de oliva, y también grandes manadas de ganado, ovejas y
cabras. Serás la
nación más bendecida de toda la tierra. Ningún israelita, sea hombre o mujer,
quedará sin tener hijos, y todo tu ganado dará crías. El SEÑOR te
protegerá de cualquier enfermedad. No dejará que sufras las enfermedades
terribles que conociste en Egipto; en cambio, ¡se las enviará a todos tus
enemigos! »Destruye a todas las naciones que el SEÑOR tu Dios entrega en tus
manos. No les tengas compasión ni rindas culto a sus dioses, porque caerás en
su trampa.
El
propósito de Dios era expulsar a las naciones paganas y establecer a Israel en
Canaán.
Pero tenía
que advertir a Israel que destruyera por completo a estas naciones y que de
ninguna manera se comprometiera con ellas.
Había
una razón doble para esta destrucción completa:
(1)
Las naciones eran impías y
estaban listas para el juicio. (Gn.15.16; cf. Dt.9.4–5);
(2)
Si se las dejaba en la tierra,
conducirían a Israel al pecado.
La gente
que no comprende el juicio de Dios o lo terrible del pecado, arguyen que Dios
era «perverso» al destruir estas naciones.
Si
comprendieran la perversidad de estas religiones paganas y cómo estas naciones
resistieron a Dios, tales críticos estarían más bien agradecidos de que Israel
las destruyera.
Un Israel
contaminado nunca podría dar al mundo la Palabra de Dios.
Un creyente
contaminado nunca podrá obtener los beneficios de la bendición de Dios.
Aunque
un contaminado con el mundo, piense lo contrario, esto es prueba de su ceguera y
entendimiento cerrado espiritual, Dios jamás obrara en ellos.
El argumento de Moisés en este pasaje es simple:
Israel es
la nación especial de Dios, un pueblo escogido, separado de las demás naciones.
Dios los
escogió porque le amó, y demostró su amor al sacarlos de Egipto y cuidar de
ellos fielmente en el desierto.
Este principio de separación corre a través de toda la Biblia;
Dios
separó la luz de las tinieblas (Gn.1.4) y las aguas que estaban debajo de la expansión, de
las que estaban sobre esta (Gn.1.7).
Ordenó que
Israel se separara de las otras naciones. (Éx.23.20–23;
34.11–16).
Ordenó que
la Iglesia se separe del mundo. (2Co.6.14–7.1;
véase Ap.18.4).
Cuando Dios
llamó a Abraham para fundar la nación judía, lo
separó de sus alrededores paganos.
En otras palabras: Dios promete
bendecir cuando su pueblo se separa del pecado. (Dt,7.12–16).
No
extraño decirlo, pero vivimos en un día cuando la Iglesia y el mundo están tan
entremezclados que es difícil saber quién pertenece realmente a Cristo.
Solo
el líder espiritual, mediante la unción del Padre, podrá discernir quien es
trigo y quien es cizaña.
Pero debemos
recordar que hemos sido llamados fuera del mundo, para ser un testimonio al
mundo (Jn.15.16–27).
Los creyentes
mundanos (falsos cristianos), estorban la obra de Dios.
Por esa razón, hay que desterrarlos
de la iglesia de cristo y atarlos en matojos para su condenación eterna.
PELIGRO #2. Temor del enemigo (Deuteronomio 7.17–26)
Deuteronomio 7:17-26 Tal vez te preguntes: “¿Cómo
podremos conquistar a esas naciones que son mucho más poderosas que nosotros?”.
¡Pero no les tengas miedo! Sólo recuerda lo que el SEÑOR tu Dios le hizo al
faraón y a toda la tierra de Egipto. Acuérdate de los tremendos horrores
que el SEÑOR tu Dios envió contra ellos. ¡Tú lo viste todo con tus propios
ojos! Y recuerda las señales milagrosas y las maravillas, y la mano fuerte y el
brazo poderoso con que él te sacó de Egipto. El SEÑOR tu Dios usará ese mismo
poder contra toda la gente a la que tú temes. ¡Y luego el SEÑOR tu Dios mandará
terror* para expulsar a los pocos sobrevivientes que aún hayan quedado
escondidos de ti! »No, no les tengas miedo a esas naciones, porque el SEÑOR tu
Dios está contigo y él es Dios grande e imponente. Poco a poco, el SEÑOR tu Dios
irá expulsando a esas naciones de tu paso. No las echarás a todas de una sola
vez porque, de ser así, los animales salvajes se multiplicarían con demasiada
rapidez para ti. Pero el SEÑOR tu Dios
entregará a todas esas naciones en tus manos. Las llenará de confusión hasta
que queden destruidas. Pondrá a sus reyes bajo tu poder, y tú
borrarás sus nombres de la faz de la tierra. Nadie podrá hacerte frente, y tú
los destruirás a todos. »Quema sus ídolos y no codicies ni la plata ni el oro
que los recubre. No te los lleves contigo, o se convertirán en una trampa para
ti, porque son detestables al SEÑOR tu Dios. No traigas a tu casa ninguna clase de
objetos detestables porque, si lo haces, serás
destruido, igual que ellos. Aborrece por completo esas cosas, porque están
apartadas para ser destruidas.
Moisés le
advierte al pueblo que no tema al enemigo porque Dios estará con Israel para
darles la victoria.
Acaso ¿No los había libertado de Egipto
y de los reyes en el desierto?
Entonces, ¡les daría la victoria en Canaán!
La victoria
sería en etapas (v.23; Jue.2.20–23), de modo que pudieran poseer la tierra con
seguridad.
Dios
haría la liberación, pero ellos tenían que ejecutar la destrucción (vv. 23–26): eliminar a los reyes paganos, los ídolos y los
altares.
Todo lo que
quedara sería tropiezo para ellos y los conduciría al pecado.
Ahora yo
les pregunto:
¿Cuántos
reyes paganos, ídolos y altares, ha protegido usted desde hace tiempo y por eso
su casa es maldita hoy?
¿Cuántos
de esos pecados usted a ocultado en su vida, que sigue trayendo maldición a su
casa?
¿Cuántos
creyentes están actuando de esa manera y en su entendimiento cerrado creen que
Dios les dará bendición?
¿Cuántos,
cuantos cuantos?
Lea 2Corintios 7.1 y
Romanos 13.14.
PELIGRO #3. Prosperidad y satisfacción propia (Deuteronomio 8)
Deuteronomio 8:1-20 »Asegúrate
de obedecer todos los mandatos que te entrego hoy. Entonces vivirás y te
multiplicarás, y entrarás en la tierra que el SEÑOR juró dar a tus antepasados
y la poseerás. Recuerda cómo el
SEÑOR tu Dios te guió por el desierto durante cuarenta años, donde te humilló y
te puso a prueba para revelar tu carácter y averiguar si en verdad obedecerías
sus mandatos. Sí, te
humilló permitiendo que pasaras hambre y luego alimentándote con maná, un
alimento que ni tú ni tus antepasados conocían hasta ese momento. Lo hizo para
enseñarte que la gente no vive sólo de pan, sino que vivimos de cada palabra
que sale de la boca del SEÑOR. En todos esos cuarenta años, la
ropa que llevabas puesta no se gastó, y tus pies no se ampollaron ni se
hincharon. Ten por
cierto que, así como un padre disciplina a su hijo, el
SEÑOR tu Dios te disciplina para tu propio bien. »Por lo tanto, obedece los
mandatos del SEÑOR tu Dios andando en sus caminos y temiéndolo. Pues el SEÑOR tu Dios
te lleva a una buena tierra, con arroyos y lagunas, con fuentes de agua y
manantiales que brotan a chorros de los valles y las colinas. Es una tierra de trigo y cebada, de
vides, higueras y granadas, de aceite de oliva y miel. Es una tierra donde
abunda el alimento y no falta nada. Es una tierra donde el hierro es tan común como las
piedras y donde el cobre abunda en las colinas. Cuando hayas comido hasta quedar
satisfecho, asegúrate de alabar al SEÑOR tu Dios por la
buena tierra que te ha dado. »Sin embargo, ¡ese es el momento cuando debes
tener mucho cuidado! En tu abundancia, ten cuidado de no olvidar al SEÑOR tu
Dios al desobedecer los mandatos, las ordenanzas y los decretos que te entrego
hoy. Pues cuando
te sientas satisfecho y hayas prosperado y edificado casas hermosas donde
vivir, cuando haya aumentado mucho el número de
tus rebaños y tu ganado, y se haya multiplicado tu plata y tu oro junto con todo
lo demás, ¡ten mucho cuidado! No te vuelvas orgulloso en esos días y
entonces te olvides del SEÑOR tu Dios, quien te rescató de la esclavitud en la
tierra de Egipto. No olvides
que él te guió por el inmenso y terrible
desierto, que estaba lleno de escorpiones y serpientes venenosas, y que era tan
árido y caliente. ¡Él te dio agua de la roca! En el desierto, te alimentó con maná,
un alimento desconocido para tus antepasados. Lo hizo para humillarte y para
ponerte a prueba por tu propio bien. Todo esto lo hizo para que nunca se te ocurriera
pensar: “He conseguido toda esta riqueza con mis
propias fuerzas y energías”. Acuérdate del SEÑOR tu Dios. Él es
quien te da las fuerzas para obtener riquezas, a fin de cumplir el pacto que
les confirmó a tus antepasados mediante un juramento. »Pero una cosa te
aseguro: si alguna vez te olvidas del SEÑOR tu Dios y sigues a otros dioses, y
les rindes culto y te inclinas ante ellos, sin duda serás destruido. Tal como el SEÑOR
destruyó a otras naciones en tu paso, así también tú serás destruido si te
niegas a obedecer al SEÑOR tu Dios.
¡Las
«artimañas» del diablo son más peligrosas que sus ejércitos!
En esta
sección Moisés advierte a su pueblo acerca de los peligros de la prosperidad.
Se
olvidarían de los cuarenta años del cuidado de Dios, cuando Él les proveía de
alimentos y de abundante ropa.
Incluso, se
olvidarían de la mano castigadora de Dios cuando pecaban.
Y este
olvido los llevaría a pecar: en su prosperidad y bendición en la «tierra que
fluye leche y miel», llegarían a sentirse satisfechos en sí mismos y pensarían
que su fuerza logró todas esas cosas, sin la necesidad de Dios.
La
pregunta es: ¿No está
ese pecado con nosotros hoy?
Miren
hay personas que andan desesperadamente buscando una iglesia pagana, donde les
digan que todo lo que hagan en la tierra es valido y cuando mueran tendrán la
oportunidad de ser perdonados.
Que
engaño e ignorancia tan grande es esto.
Pero
lo triste es que los de entendimiento cerrado y ciegos les creen, para seguir
pecando.
A
menudo cuando los tiempos son duros y tenemos que depender de Dios para
nuestras necesidades diarias y personales, es entonces que pretendemos acordarnos
de Él, e intentamos no de corazón obedecerle. --- Así no funciona.
Ocurre lo
mismo en estos falsos cristianos, cuando «las cosas marchan bien» y supuestamente
tienen más de lo que necesitan, allí se vuelven autosuficientes y se olvidan de
Dios.
Celebran
las fiestas mundanas, se emborrachan con sus cómplices en el trabajo, ya no
respetan, hacen lo que les viene en ganas y al final, cuando hacen la voluntad
de Satanás, el mismo Satanás les quita todo, para darles migajas y siempre
estén agonizando.
Lo mas
sorprendente de esto, es que estos falsos creyentes, jamás se entregan a Dios
en obediencia ni fidelidad, porque su naturaleza sigue siendo del mundo y para
el mundo.
Algunas
veces Dios nos castiga para recordarnos quién está en control de la riqueza de
este mundo.
PELIGRO #4. Orgullo (Deuteronomio 9.1–10.11)
Después de
conquistar las naciones paganas en Canaán, Israel se vería tentado a
enorgullecerse pensando que fue debido a su justicia que Dios les dio la
victoria.
Moisés les
recuerda que sus victorias serían todas debido a la gracia de Dios.
Para
empezar, Dios les daría la tierra para cumplir sus promesas a sus padres (Gn.15), promesas
que hizo debido a su gracia.
Los
judíos no merecían la tierra, se les dio porque Dios los amaba.
Moisés
les recuerda a los judíos que toda su historia había sido de rebelión, ¡no de
justicia!
Recuerden
ustedes que: Provocaron a Dios en el desierto.
Hicieron
un ídolo en el monte Sinaí, y se rebelaron en incredulidad en Cades-barnea.
Si no
hubiera sido por la intercesión de Moisés, la nación entera hubiera sido
destruida.
Y
hoy en día, si los lideres espirituales no Oran por sus hermanos y familias en
la fe, muchos hogares ya estarían destruidos completamente.
La
aplicación es cierta para los cristianos hoy.
¡No nos atrevamos a olvidarnos de la
gracia de Dios!
Somos
salvos por gracia (Ef.2.8–10) y cualquier obra que hagamos para Él es por gracia
(1Co.15.10; Ro.12.6).
Pero si usted no es obediente, ni
fiel al señor, la gracia no está en usted.
Si tenemos
bendiciones materiales y espirituales, es debido a su gracia y no a nuestra
bondad.
Tales bendiciones
deben hacernos humildes, no hacernos orgullosos, y debemos querer usar lo que
tenemos para su gloria al ganar almas.
Así
como Moisés intercedió por la nación y la salvó, Cristo murió por nosotros y
vive para siempre para interceder por nosotros.
Por
eso, es que, por medio de Cristo, tenemos grandes bendiciones hoy.
Tal vez la
peor clase de orgullo es el «espiritual», tal como el que vemos en los
fariseos.
Si las
personas son espirituales, no pueden ser orgullosas.
Jactarse de
dones espirituales o gracia es invitar a la mano castigadora de Dios.
PELIGRO #5. Desobediencia deliberada (Deuteronomio 10.12–11.32)
Esta
sección es la apelación final de Moisés antes de empezar a repasar y aplicar
las leyes que gobernarían sus vidas en la tierra prometida (12.1ss).
«Voy a
darles muchas leyes», dice Moisés, «pero el Señor en realidad pide de ti sólo
esto:
Que
le Temas, Le Ames, Le seas Fiel, Obediente y le Sirvas.
Como
resultado de esto: Él te Bendecirá» (v.12).
En
el capítulo 11 Moisés aclara que la cuestión real es el corazón:
Si en
verdad amaban a Dios, obedecerían su Palabra (Jn.14.21).
Sí, debían
temer a Dios, habían visto sus milagros y juicios.
Pero
este temor debía ser un amor reverente por el Dios que los escogió por sobre
todas las otras naciones.
Dios no podía
bendecirlos si rehusaban obedecer su Palabra.
Algunos de
los judíos tal vez decían:
«Una
vez que entremos en la tierra, podemos vivir como nos plazca y todavía
disfrutar de su abundancia».
No es así,
porque la tierra prometida no es como Egipto (vv.10–17).
En
Egipto la gente dependía del sucio río Nilo para irrigar sus sembrados.
Pero
en Canaán las lluvias vendrían del cielo dos veces al año para darle al pueblo
las cosechas que necesitaban.
La
productividad de la tierra prometida dependía de la lluvia del cielo, así como
nosotros hoy dependemos de las «lluvias de bendición» si nuestras vidas han de
ser fructíferas para Dios.
Si
Israel desobedecía, Dios no enviaría la lluvia, suceso que se repitió varias
veces en la historia de la nación.
El tiempo
de decisión había llegado (vv.26–32).
Tenía
que escoger entre una bendición y una maldición.
Este
principio básico nunca ha cambiado: si obedecemos la Palabra de Dios de todo
corazón, Él nos bendecirá a nosotros y nuestro trabajo.
Pero si le
desobedecemos, Él enviará una maldición y nos castigará.
La
obediencia es la clave de la felicidad.
GRACIA Y Paz.
Pastor y Administrador, Rogers Infante.
Que Dios te bendiga de acuerdo a tu mente, habla y corazón.
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