NUESTRA VERDADERA ACTITUD
Busquemos en
la palabra de Dios
Eclesiastés 5:1-7 * Cuando entres en la casa de Dios,
abre los oídos y cierra la boca. El que presenta
ofrendas a Dios sin pensar hace mal. * No hagas promesas a la ligera y no te apresures a presentar tus asuntos
delante de Dios. Después de todo, Dios está en el cielo, y tú
estás aquí en la tierra. Por lo tanto, que sean pocas tus palabras. Demasiada actividad trae pesadillas; demasiadas palabras
te hacen necio. Cuando le hagas una promesa a Dios, no tardes en cumplirla,
porque a Dios no le agradan los necios. Cumple todas las promesas que le hagas.
Es mejor no decir nada que hacer promesas y no cumplirlas. No dejes que tu boca
te haga pecar, y no te defiendas ante el mensajero del templo al decir que la
promesa que hiciste fue un error. Esa actitud enojaría a Dios y
quizá destruya todo lo que has logrado. Hablar no cuesta nada, es como soñar despierto y tantas otras
actividades inútiles. Tú, en cambio, teme a Dios.
Adorar a Dios y prometer a
Dios es algo que no podemos hacer a la ligera.
Aquí se nos
dice cuál es la actitud correcta para entrar en la presencia de Dios.
Nuestra
relación con Dios no debe ser estropeada por una inapropiada disposición, que
hará que nos alejemos de una verdadera comunión.
No nos precipitemos ni con
los labios ni con los pensamientos, acerquémonos con reverencia, reconociendo
que estamos delante del Dios Soberano, Creador de todo.
Seamos
prudentes al orar, pues las muchas preocupaciones nos hacen decir tonterías,
nuestras oraciones se vuelven repetitivas y sin sentido.
Hay momentos cuando llegamos
ante Dios en los que hay que callar, es la única forma de poder escucharlo,
meditar en su Palabra y dejar que el Espíritu de Dios se mueva en nuestro
interior, mostrándonos nuestro pecado y colocando en nosotros un verdadero
arrepentimiento para ser corregidos y moldeados, de lo contrario las promesas
que le hacemos a Dios se volverán vana palabrería y será muy difícil
cumplirlas.
El voto es una promesa que se le hace a Dios, es
obligante y hay que reflexionar antes de hacerlo, no nos apresuremos a
proferirlo.
Cada año nuevo este es
nuestro problema, empezamos a prometer cosas que queremos hacer, pero si no hay
un verdadero compromiso para hacerlo, una voluntad firme de cambiar, nuestras
promesas son sólo palabrería.
Las oraciones sin
sentido nos llevan a cometer errores porque empezamos a divagar en nuestros
pensamientos y a decir cosas que muestran la necedad de nuestro corazón y
pecamos contra Dios.
Es mejor obedecer los
preceptos de Dios que ofrecer el sacrificio de los necios.
Por eso cuando cumplimos una promesa hecha a Dios, somos libres y nos
volvemos más espirituales
Esto ocurre porque el
espíritu que poza en nosotros, se llena de maravillosos frutos.
Gálatas 5:22-23 Pero la clase
de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia,
gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio. ¡No existen leyes contra esas cosas!
Si queremos vivir como
verdaderos cristianos nuestro mayor anhelo debería ser crecer en el carácter de
Jesucristo.
Sólo esto es posible en el
poder del Espíritu Santo.
La palabra
fruto está en singular, porque como un racimo de uvas son parte de una unidad,
así mismo todas las virtudes mencionadas en estos versículos, deben estar en
unidad en la vida de un creyente.
Una de las funciones del
Espíritu Santo es dar la santidad de Dios a nosotros.
Fuimos llamados por Dios con
el propósito de ser libres de la esclavitud del pecado y ser personas maduras,
desarrolladas conforme a la estatura completa de Cristo.
El fruto es la
evidencia de la llenura del Espíritu Santo.
Cuando una
persona después de recibir al Señor no cambia sino que continua practicando los
frutos de la carne andando en su anterior vida, está despreciando el precioso
regalo de Dios de andar en el poder de su Santo Espíritu.
El camino del Espíritu es el
único que lleva a la libertad y al amor.
El fruto del Espíritu es la
evidencia del carácter espiritual del cristiano.
El Espíritu da
vida nueva que el cristiano debe mostrar en su caminar en este mundo.
De lo
contrario, experimentará una vida espiritual en derrota llevada por sus deseos
egocéntricos, totalmente contrapuestos a lo que Dios quiere para él.
Si interrumpimos nuestra
comunión con Dios por el pecado, será muy difícil mostrar el fruto del
Espíritu.
Por eso es vital ser
llenados por Él, esto sólo se logra si permanecemos en Cristo.
Juan 15:4 Permanezcan en
mí, y yo permaneceré en ustedes. Pues una rama no puede producir fruto si la
cortan de la vid, y ustedes tampoco pueden ser fructíferos a menos que
permanezcan en mí.
El secreto de ese permanecer
es la obediencia y fidelidad a su Palabra.
Estaremos a partir de hoy
estudiando cada una de las virtudes del fruto del Espíritu y pidamos al Señor
que en este nuevo año desarrollemos aquellas cualidades espirituales que nos
faltan para formar su carácter en nosotros.
1 - Amor
1Corintios 13:1-7 Si yo pudiera hablar todos los idiomas del mundo y de los ángeles pero
no amara a los demás, yo sólo sería un metal ruidoso o un címbalo que resuena. Si tuviera el don de profecía y
entendiera todos los planes secretos de Dios y contara con todo el
conocimiento, y si tuviera una fe que me hiciera capaz de mover montañas, pero
no amara a otros, yo no sería nada. Si diera todo lo que tengo a los pobres y hasta sacrificara mi cuerpo,*
podría jactarme de eso; pero, si no amara a los demás, no habría logrado nada. El amor es paciente y bondadoso. El amor no es celoso ni
fanfarrón ni orgulloso, ni ofensivo.
No exige que las cosas se hagan a su manera. No se irrita ni lleva un registro
de las ofensas recibidas. No se alegra de la injusticia sino que se alegra
cuando la verdad triunfa. El amor nunca se da por vencido, jamás pierde la
fe, siempre tiene esperanzas y se mantiene firme en toda circunstancia.
Es la marca
distintiva del cristiano, la ausencia de amor anula todo lo que hagamos por los
demás.
El Señor quiere que
expresemos este tipo de amor de 1 de Corintios, carente de egoísmo, capaz de
sufrir por otros, de hacer lo bueno, justo y correcto para no hacerle mal a
nadie.
La palabra
griega “agape” describe el amor de Dios que se define como: “la más elevada y
noble forma de amar, una benevolencia sin límites”.
La más grande demostración
de amor “agape” de parte de Dios ocurrió en la cruz, cuando el Señor Jesucristo
derramó hasta la última gota de sangre por amor a nosotros.
Este amor no
se obtiene naturalmente antes de conocer a Jesucristo, porque lo produce el
Espíritu Santo cuando nos rendimos a la voluntad de Dios.
Este amor de Dios
es un acto de su voluntad, y nos amó a pesar
de lo que somos.
Así mismo debemos amar a los
demás incluyendo a los que son fáciles de amar y a quienes resulta difícil
amar.
El amor por
los demás es la primera evidencia de que hemos nacido de nuevo.
El amor no hace
mal a su prójimo, por esto toda la ley se cumple en el amor.
Qué bueno sería si
practicáramos más este principio del amor en este mundo, realmente
transformaríamos nuestro entorno influenciando a los que nos rodean, estaríamos
impregnando sus vidas con el amor de Dios y los influenciaríamos a buscarlo.
Preguntémonos
si ese amor divino habita en nuestros corazones y si estamos conduciéndonos
como corresponde con los demás.
Este amor puede soportar
cualquier insulto, o injuria, o desilusión, pues describe la clase de amor que
había en el corazón del mismo Jesús.
Gracia y Paz.
Pastor y Administrador, Rogers Infante.
Que Dios les bendiga.
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