DIOS PIDE ARREPENTIMIENTO PARA OIR Y
OBEDECER.
Busquemos en la palabra de Dios.
Juan 8:1 Jesús regresó al Monte de los Olivos pero, muy temprano a la mañana siguiente, estaba de vuelta en
el templo. Pronto se juntó una multitud, y él se sentó a enseñarles. Mientras hablaba, los maestros de la ley religiosa y los fariseos le
llevaron a una mujer que había sido
sorprendida en el acto de adulterio; la pusieron en medio de la multitud. «Maestro
—le dijeron a Jesús—, esta mujer fue sorprendida en el acto de adulterio. La ley de Moisés manda
apedrearla, ¿tú qué dices?». Intentaban tenderle una trampa para que
dijera algo que pudieran usar en su contra, pero Jesús se inclinó y escribió con el
dedo en el polvo. Como ellos seguían exigiéndole una respuesta, él
se incorporó nuevamente y les dijo: «¡Muy bien, pero el que nunca haya pecado
que tire la primera piedra!». Luego volvió a inclinarse y siguió escribiendo en el polvo. Al oír eso, los
acusadores se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los de más edad,
hasta que quedaron sólo Jesús y la mujer en medio de la multitud. Entonces Jesús se
incorporó de nuevo y le dijo a la mujer: —¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ni
uno de ellos te condenó? —Ni uno, Señor —dijo ella. —Yo tampoco —le dijo Jesús
—. Vete y no peques más.
Veamos:
¿Qué pasaría si todos nuestros pecados pasados y presentes,
aparecieran en las noticias?
Nos
sentiríamos avergonzados pues tendríamos muchos dedos señalándonos
¿Se imagina la vergüenza de esta mujer al ser sorprendida en
adulterio y su pecado proclamado a los cuatro vientos?
En
este pasaje Jesús nos enseña la falta de compasión en que podemos caer al
juzgar a los demás por sus faltas.
Es
decir: estaríamos dañando a una persona a la que exponemos a la vergüenza.
En
estos tiempos la gente ha perdido el amor por el prójimo, por eso no es raro
ver como a través de las redes sociales, juzgan y condenan sin verificar los hechos,
dañando la reputación y la dignidad de los demás.
Juzgan
por las apariencias o condenan por cualquier acción o palabra que no fue
apropiada decir en un momento, o simplemente por lo que ven, sin constatar lo
que es verdad.
Jesús
nos lleva a reflexionar cuando dice: “el que esté libre de pecado, tire la primera piedra”.
Lo qu8e Jesús nos trata de decir es que examinemos nuestro
corazón y reconozcamos nuestras propias fallas que nos descalifican para juzgar
a otros.
No
debemos pretender ser inocentes cuando sabemos que Dios conoce nuestros
corazones y conoce nuestros pecados.
Pongámonos
en el lugar de esa persona que lleva esa pesada carga de la culpa y seamos
misericordiosos como Jesús.
Sus
palabras muestran una compasión vinculada con un enérgico mandamiento: “Ni yo te
condeno; vete, y no peques más”.
Ahora
Jesús no estaba pasando por alto su adulterio, pero la trató con amor a pesar
de su miseria.
Ella
se arrepintió y no volvió a pecar más.
Caso contrario lo que sucede
hoy en día.
Las personas dicen arrepentirse
de sus pecados y al rato vuelven a caer en ellos.
Es decir se burlan del Espíritu
de Dios, no previendo las consecuencias que esto acarrea.
Cuando
existe un verdadero arrepentimiento y un verdadero sometimiento, sólo Jesús es
capaz de combinar justicia con una profunda compasión.
Deberíamos
aprender de Él, para tener un ejemplo de cómo tratar a nuestros semejantes.
Para
eso debemos cuidar nuestras palabras delante de otros.
No
seamos hallados juzgando a la ligera, porque podemos llegar a destruir vidas.
Recordemos
que esa era la clara intención y dedicación de los escribas y fariseos.
El
Señor dice en Mateo 7:1
Mateo 7:1-2 »No juzguen a los demás, y no serán juzgados. Pues serán tratados de
la misma forma en que traten a los demás.* El criterio que usen para juzgar a
otros es el criterio con el que se les juzgará a ustedes.*
No
quisiéramos que nuestros pecados salieran a la luz pública, resultaríamos de
pronto siendo más culpables que otros.
Jesús es nuestro juez, nuestro abogado y nos ama.
Pero el exige obediencia y fidelidad.
Jesús, nos está dando la oportunidad de que reconozcamos delante
de él cuán pecadores somos y cuánto necesitamos de su amoroso perdón.
Por
eso ayudemos a otros a ser rescatados de la muerte eterna con el evangelio.
Mostrándoles
que Jesús es la única solución y el único camino para quitar el pecado.
Para eso debemos tener un Oír y un obedecer
1Samuel 3:10 Y el SEÑOR vino y
llamó igual que antes: —¡Samuel! ¡Samuel! Y Samuel respondió: —Habla, que tu
siervo escucha.
Cuando
Dios pone un sentir en nuestro corazón al oír su Palabra debemos obedecer ya
que cada vez que nos sumergimos en las cosas de Dios y que meditamos en sus
mandatos, no deberíamos preguntar: ¿Por qué?
Debemos
hacer lo que nos pide aunque a veces sus instrucciones nos parecen ilógicas y
totalmente contrarias a nuestra razón.
Son muchos los que saben, que es lo que deben hacer, y no lo
hacen.
Son muchos los que conocen sus obligaciones con la iglesia, y no
lo hacen.
Y
estos muchos, son precisamente los que cuestionan la palabra de Dios, para
acomodarla a sus intereses propios.
Estos
muchos son los que más necesitan de la palabra de Dios, porque a estos muchos
son los que más le quita satanás.
Pero
aun así, estos muchos, no se someten a obediencia ni a la fidelidad de Dios.
Lo ilógico del caso es que estos muchos, desean escalar niveles,
buscando orejas o atajos que no los comprometan con la iglesia de cristo.
Y eso no es lo correcto.
Iglesia, Obedezcamos como Samuel, que no le importó de donde
venía la voz, sólo quiso escuchar porque tenía una relación con Dios y se
dispuso a obedecer.
El
simplemente dijo: —Habla, que tu
siervo escucha.
Si
tenemos una relación personal con Dios debemos aprender a escucharlo, pidamos su
Espíritu que nos haga sensibles a su voz.
Pero
para eso, hay que ser obediente y fiel.
Es decir: no existen atajos ni orejas.
Muchas personas creyentes, cuando pasan por momentos buenos en
sus vidas, desechan la voz de Dios, y buscan el elogio del mundo.
Pero cuando pasan por momentos difíciles, desean que Dios les
hable, sin obedecer sus instrucciones.
Dios
se va a mover de manera sorprendente cuando no nos dejamos llevar por nuestra
lógica sino que simplemente obedecemos y le seamos fiel en todo.
Noé, escuchó la voz de Dios y construyó un arca en plena
sequía, no estaba cayendo ni una gota de agua, sin embargo obedeció a Dios y
fue bendecido.
Moisés
estaba siendo perseguido por los egipcios y se encontró de frente con el mar
Rojo, no sabía qué hacer, hasta que escuchó la orden de Dios y alzó su vara,
metió su pie en el agua y El Señor obró poderosamente abriendo camino en el mar
para que su pueblo pasara.
Josué
vio los muros de Jericó impenetrables y cuando oyó la instrucción de Dios de
marchar y gritar, las murallas se cayeron.
Ninguno
de ellos hizo preguntas, simplemente obedecieron.
Porque
la fidelidad que tenían, los llevo a ser ganadores.
Yo te pregunto, poniendo al
espíritu de Dios como testigo:
¿Eres tu obediente y fiel como para ser un ganador?
¿Mereces las bendiciones de Dios, por tu obediencia y fidelidad
ante su palabra?
O ¿Cómo te puedes tú mismo catalogar ante la palabra de Dios?
Escuche
esto Iglesia.
Si
tenemos una relación sincera y verdadera con Dios, debemos aprender a escuchar
sus instrucciones y a obedecer.
Jesús
fue el mejor ejemplo de oír y obedecer.
Todo
lo que hizo y dijo fue siguiendo la voz del Padre.
Juan 6:35-40 Jesús les
respondió: —Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca volverá a tener
hambre; el que cree en mí no tendrá sed jamás. Pero ustedes no han creído en mí, a pesar de que me han
visto. Sin embargo, los que el Padre me ha dado, vendrán a mí, y jamás los rechazaré. Pues he descendido del cielo para hacer la voluntad de Dios, quien me envió, no para hacer mi propia
voluntad. Y la voluntad de Dios es que yo no pierda
ni a uno solo de todos los que él me dio,
sino que los resucite en el día final. Pues la voluntad de mi Padre es que
todos los que vean a su Hijo y crean en él tengan vida eterna; y yo los resucitaré en el día final.
La
meta de Jesús era obedecer al Padre, y lo cumplió.
Nosotros
deberíamos tener el mismo propósito.
Pero tristemente no es así.
Los muchos, siempre obedecerán al mundo.
Porque el espíritu del mundo está en ellos.
Por eso Dios pide sinceridad,
obediencia y fidelidad.
Isaías 29:13 Así que el Señor
dice: «Este pueblo dice que me pertenece; me honra con sus labios, pero su corazón
está lejos de mí. Y la adoración que me dirige no es más que reglas humanas,
aprendidas de memoria.*
¿Qué tan sincera es nuestra relación con Dios?
Recordemos
que Dios no mira lo que mira el hombre, que sólo ve lo externo.
Él
mira lo profundo del corazón.
Nuestra
fe puede ser aparente y carente de toda verdad.
Son los muchos los que se acercan a Dios solo por tradición, por
cumplir mandamientos de hombres, mas no de cristo.
Cuando
nuestra vida espiritual es así, la falta de fe nos impiden tener la visión
correcta del Señor.
David
era un hombre sincero conforme al corazón de Dios.
Porque
su relación era genuina, reconocía su pecado y no ocultaba su necesidad de
Dios.
Le
pedía constantemente a Dios que le enseñara a ser su voluntad y no la suya.
Quería
depender absolutamente de Dios para no caer en más errores.
La sinceridad de David lo llevo
a ser obediente y fiel en todo.
Y esta es una cualidad que
debemos anhelar para llegar a ser gratos delante de Dios.
Siempre
nos dejamos llevar por lo que creemos que es mejor para nosotros y no le
permitimos a Dios participar de toda nuestra vida, lo que nos impide obedecer
la voluntad divina.
Preste atención a esto: La
ceguera espiritual viene cuando nuestra relación con Dios se petrifica y se
vuelve una religión basada en ritos externos y fórmulas litúrgicas repetidas de
memoria.
Es decir: Cuando volvemos el culto a Dios algo mecánico,
dejamos de buscar a Dios con un corazón sincero, Jesús lo llamó “farisaísmo”.
A
veces decimos que somos de Dios, y nos llamamos “cristianos”.
Pero
todo lo que decimos y hacemos muestran que no somos obedientes a la Palabra de
Dios.
Siendo
hipócritas con una vida espiritual rutinaria y aburrida, en vez de tener una
relación real con el Señor fundamentada en el amor a Él y a los demás.
En otras palabras: Profesamos ser sabios y somos unos necios.
Iglesia,
Llenémonos de sinceridad para con Dios y para con su hijo Jesús.
Solo
así seremos obedientes y fieles ante la iglesia de Cristo.
Cuando
actuemos así, seremos dignos de sus bendiciones.
Gracia y Paz.
Pastor y Administrador, Rogers Infante.
Bendiciones a todos mis hermanos verdaderos en la fe
cristiana.
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