LA TRASFORMACION
Busquemos en nuestra Biblia:
Hechos 2:14-17 Entonces Pedro dio un paso adelante junto con los otros once apóstoles y
gritó a la multitud: «¡Escuchen con atención, todos ustedes, compatriotas
judíos y residentes de Jerusalén! No se equivoquen. Estas personas no están borrachas, como algunos de
ustedes suponen. Las nueve de la mañana es demasiado temprano para
emborracharse. No, lo que
ustedes ven es lo que el profeta Joel predijo hace mucho tiempo: “En los
últimos días —dice Dios—, derramaré mi Espíritu sobre toda la gente. Sus hijos
e hijas profetizarán. Sus jóvenes tendrán visiones, y sus ancianos tendrán
sueños.
El Apóstol Pedro algunas
veces fue impulsivo.
Como todo ser humano cometió
varios errores los cuales son descritos en la escritura.
Pero al ser llamado por
Jesús inicia un proceso de transformación.
Ese mismo proceso es por el
cual nosotros estamos pasando.
Pero el Apóstol Pedro pasó a
hacer de un discípulo que en mayor grado era dirigido por sus emociones, a ser
un Apóstol sabio y entendido de la voluntad de Dios.
Pero ¿Cuál es el secreto de la transformación de Pedro?
¿Cuál fue el
suceso esencial que realizó este cambio radical en Pedro, de ser un rústico
pescador a un hombre lleno de verdad y sabiduría?
Si observamos atentamente en
Hechos 2, Pedro explica detalladamente lo que ha
sucedido en ese momento a los que estaban reunidos.
Esto fue la
llegada del Poder de Dios.
En otras
palabras el Espíritu de Dios, reposo sobre cada creyente en Cristo.
Pero hay algo muy importante
que debemos saber y es que el Apóstol Pedro, lleno del Poder de Dios, revela
que se ha cumplido una profecía de Joel 2:28-30, donde el Espíritu de Verdad
estaría “en” nosotros, tal como lo había dicho el Señor Jesús en Juan 16.
Joel 2:28-30 * »Entonces, después de hacer
todas esas cosas, derramaré mi Espíritu sobre toda la gente. Sus hijos e hijas
profetizarán. Sus ancianos tendrán sueños y sus jóvenes tendrán visiones. En esos días derramaré mi Espíritu aun sobre los sirvientes, hombres y mujeres
por igual. Y haré maravillas en los cielos y en la
tierra: sangre, fuego y columnas de humo.
Debemos entender y
comprender que sólo mediante un nuevo y verdadero nacimiento espiritual, cuando
nuestro espíritu muerto por el pecado es remplazado por el Espíritu de Dios,
entonces solo así seremos transformados en nueva creación, para comprender y
entender la Palabra de Dios.
Por eso lo que antes era oscuridad,
ahora es revelado en sabiduría para nuestro entendimiento.
Por esto, la fe en Jesucristo es el inicio de esta
trasformación que requerimos para no vivir como muertos en vida.
Hoy en día son muchos los creyentes, que dicen ser
cristianos, pero que la realidad es que estos viven muertos en vida, ya que
siempre están buscando los asuntos del mundo más que los del Reino de Dios.
No importa lo que eres ahora o el estado en el que
estés.
Lo importante es que hoy aceptas
el llamado de Cristo verdaderamente y caminas en obediencia y fidelidad.
Solo así iniciaras un proceso
liberador en tu vida.
Así como cambió la vida de
Pedro por medio de la obediencia y la fidelidad, así también puede trasformar
tu vida para bien y bendición.
Recuerda, no es aceptarlo de
boca, sino de corazón en obediencia y fidelidad.
1Pedro 2:1-2 Por lo tanto, desháganse de toda mala conducta. Acaben con
todo engaño, hipocresía, celos y toda clase de comentarios hirientes. Como bebés recién nacidos, deseen con ganas la
leche espiritual pura para que crezcan a una experiencia plena de la salvación.
Pidan a gritos ese alimento nutritivo
Escuche esto:
Cuando creemos verdaderamente en Jesús como
nuestro salvador personal, nuestra vida sufre una transformación completa y las
bendiciones no se harán esperar.
En otras palabras: Iniciamos una nueva vida espiritual guiada por el
Poder de Dios, a través de su Hijo Jesús quien habita en nuestro corazón.
Tengamos en cuenta que primeramente somos niños
espirituales recién nacidos que necesitan la leche espiritual para sustentar nuestro
crecimiento, pero después necesitaremos el alimento sólido.
Ahora, este alimento se basa
en tres prácticas no rituales que debemos a diario practicar para no
desnutrirnos espiritualmente:
1 El estudio bíblico.
2 La oración.
3 La alabanza o adoración.
Es decir que cuando cristo
está verdaderamente en nosotros, el Espíritu de Dios nos guía hacia la oración.
Luego de la oración, somos
revestidos para adorar conforme a su Palabra.
Todo esto con la dirección
de su Santo Espíritu que habita ahora en nuestro corazón.
Hay que tener
muy presente que diariamente debemos alimentarnos espiritualmente.
Ya que la
palabra de Dios es nuestra herramienta para nuestro crecimiento.
Solo así nuestros
sentidos espirituales estarán atentos a la dirección de Dios para poner en
práctica los principios que nos enseña cada día.
Es decir: Que al tener como
base nuestra fe, debemos proseguir hacia el crecimiento en el conocimiento de
su Palabra para que nuestra mente sea renovada.
Así mismo la intimidad de la oración permitirá que
Dios nos trasforme conforme al fruto de su Espíritu.
Esto
implica en todo nuestro comportamiento moral y toda nuestra forma de actuar.
Para colocarlo en un nivel aún más entendible, lo
que trato de decirles es que somos transformados a medida que entendemos y
practicamos su voluntad.
La invitación que hoy les
hago es a que estemos atentos a la palabra de Dios diariamente, como
herramienta de crecimiento.
Ya que cuando somos nutridos
por su palabra, el mismo espíritu nos insta a que compartamos con otras
personas la palabra de Dios, para que también reciban alimentación diaria
conforme a la dirección de su Espíritu.
2Pedro 1:5-8 En vista de todo esto, esfuércense al
máximo por responder a las promesas de Dios complementando su fe con una
abundante provisión de excelencia moral; la excelencia moral, con conocimiento;
el conocimiento, con control propio; el
control propio, con perseverancia; la perseverancia, con sumisión a Dios; la sumisión a Dios, con afecto fraternal, y el
afecto fraternal, con amor por todos. Cuanto más crezcan de esta manera, más productivos
y útiles serán en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.
Iglesia,
no nos podemos quedar sólo en la teoría bíblica.
Tengamos presente que Dios
nos da las herramientas para que diligentemente avancemos.
El que no avanza, se
estanca.
Y el que se estanca, no es
bendecido.
Por eso no es por el oír la
palabra, sino que hay que ponerla en práctica.
Cuando actuamos en obediencia y fidelidad ante la
palabra de Dios, lo que logramos con esto es que estamos añadiendo a nuestra fe,
el ser personas íntegras en todo lo que pensamos y hacemos, y esta integridad
se sustenta en nuestra dependencia diaria con Dios y su Palabra.
La obediencia trae bendiciones.
La fidelidad trae rectitud y respeto.
En otras palabras: La obediencia y la Fidelidad ante Dios
Padre y su Hijo Jesús, es el fruto de una mente renovada y de un corazón
transformado.
Por lo tanto, no podemos
quedarnos sentados esperando un crecimiento, sino que diligentemente debemos
buscar ser discipulados y orar cada día con devoción.
Y algo
muy importante es buscar que el examen diario con Dios nos permita estar
vigilantes, despiertos y atentos a obedecer fielmente la voluntad de Dios.
De la misma manera debemos ser amables, llenos de
paciencia y con dominio propio.
Además debemos estar atentos
a nuestra conducta, por amor a la obra que Cristo hizo en nosotros, y la que
hará a través de nosotros con los demás, pues no hay mejor manera de
evangelizar que dar ejemplo a los demás que Cristo vive y se manifiesta en cada
vida trasformada.
Ya para terminar leo y
explico el siguiente versículo.
Mateo 10:5-8 Jesús envió a los doce apóstoles con
las siguientes instrucciones: «No vayan a los gentiles* ni a los samaritanos, sino sólo al pueblo de Israel, las ovejas
perdidas de Dios. Vayan y anúncienles que
el reino del cielo está cerca.* Sanen a los
enfermos, resuciten a los muertos, curen a los leprosos y expulsen a los
demonios. ¡Den tan gratuitamente como han recibido!
La misión a la que nos llama
Jesús es la misma que le dio a sus apóstoles, una misión de misericordia, de
obediencia, de fidelidad, de gracia y de fe.
Lastimosamente
muchos que se autodenominan discípulos de Cristo rechazan esta misión por
vergüenza.
Y son pocos
los que aceptan el llamado realmente y se enorgullecen de ser cristianos
íntegros y obedientes.
Jesús fue sabio al enviar a
los apóstoles para que se proveyeran mutuo ánimo, al principio limitó su
alcance prohibiéndoles ir a los gentiles y a los samaritanos.
Porque era
necesario que primero llegaran a los judíos, si hubiera sido al contrario, los
judíos habrían tenido más argumentos para rechazar a Jesús.
Su propósito fue ir primero
a “las ovejas perdidas de la casa de Israel”.
Un
pueblo con necesidad del evangelio como todos los demás.
Pero empezó por su casa para
luego entregar el evangelio a los samaritanos, después a los prosélitos y
finalmente a los gentiles.
Este orden aún se cumple en
medio de la iglesia.
Cuando conocemos a Cristo
los primeros que deben ser impactados con el poder del evangelio y nuestro
testimonio personal son los más cercanos, nuestra familia y amigos.
Solo así la
misión tendrá que extenderse al lugar que el Señor disponga para el
cumplimiento de la su Palabra, lo cual es llevar el evangelio a todas criaturas.
Lo importante es entender
que es una misión de misericordia ya que como discípulos de Jesús, debemos
continuar el ejemplo que nos enseñó el Maestro.
Predicar el evangelio ofreciendo amor, obediencia,
fidelidad, misericordia y libertad de la esclavitud del pecado.
Es decir: Ministrando sanidad espiritual, emocional y física en el
nombre y autoridad de Jesús, a todo el que lo necesite.
Esto que hacemos hoy como
discípulos de Cristo, es una misión de gracia que nos lleva a consagrar
nuestras vidas para el ministerio, dando a otros de lo que hemos recibido por
gracia.
En otras palabras: es una misión de fe, porque demanda confianza en
Dios como el sustentador de su obra.
Él es quién
guía, provee y nos habilita para servirle, de tal manera que debemos estar
preparados para experimentar el rechazo de algunos y la aceptación de otros.
Termino con esto:
Apreciados hermanos,
recuerde que en los planes de Dios siempre habrá una persona y un lugar para
llevar el evangelio.
Quizás oramos para que el
Señor levante obreros para su obra, pero no nos incluimos en la lista.
Y eso es lo que debemos
hacer.
Si usted se considera
cristiano, entonces es un obrero que debe estar listo para llevar el evangelio
a otros.
La pregunta es: ¿Estaremos dispuestos a escuchar su
llamado?
Gracia y Paz.
Pastor y Administrador, Rogers Infante.
Que Dios te bendiga.
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