SIGUIENDO A CRISTO
Marcos 1:9-13 Cierto día, Jesús llegó de Nazaret de Galilea, y
Juan lo bautizó en el río Jordán. Cuando Jesús salió del agua, vio que el cielo se
abría y el Espíritu Santo descendía sobre él* como una paloma. Y una voz dijo desde el cielo: «Tú eres mi
Hijo muy amado y me das gran gozo». Luego el Espíritu lo impulsó a ir al desierto, donde Jesús fue tentado por Satanás durante cuarenta
días. Estaba a la intemperie entre los animales salvajes, y los ángeles lo cuidaban.
Como creyentes podemos
preguntarnos:
¿Por qué Jesús se
bautizó con Juan, si ese bautismo era para arrepentimiento?
La Escritura dice que Él era
sin pecado y no lo necesitaba.
Pero para Jesús su bautismo
representó cuatro cosas, que también deben serlo para nosotros.
Primero: Fue la señal para empezar su
ministerio.
Es decir: entendió que era
el momento para entregarse a su misión.
En otras palabras: De salir
del anonimato a la luz pública.
En nuestra vida debe haber un momento decisivo como
este, para aceptar el desafío que Dios nos hace a servirle en su obra.
Generalmente el bautismo
después de la conversión es un compromiso a vivir para Él y servirle sin
reservas.
Es morir a mi yo, y renacer
a esa nueva vida que Cristo me ofrece.
Segundo: fue el momento de la identificación
con nosotros.
Es decir: Que necesitamos el
arrepentimiento para volver a Dios.
Jesús se identificó con
nuestra naturaleza caída y entendió nuestra gran necesidad de perdón.
Tomó sobre sí
la semejanza de carne de pecado y se santificó a sí mismo para que nosotros
también fuéramos santificados.
Por eso cada día debemos
luchar contra el pecado y caminar en santidad.
Tercero: Fue el momento de aprobación de Dios.
A Jesús le llegó
directamente la voz de Dios aprobando su decisión de venir a morir por los
pecadores.
La palabra dice: “Tú eres mi Hijo
amado, en ti tengo complacencia”.
Ésta fue su
experiencia personal y no una demostración para la multitud que estaba allí.
Jesús sometió
su voluntad a Dios y Dios la aprobó sin dejar lugar a dudas.
En tu experiencia personal
Dios confirmará tu llamado y aprobará tu decisión de servirle.
Cuarto: fue el momento de equipamiento, pues el Espíritu
Santo descendió sobre Él y lo habilitó para ejercer un ministerio totalmente
diferente al de Juan.
En otras palabras: El mensaje de
Juan, era como un juicio.
Es decir: Como
el hacha en la raíz de los árboles.
Mientras que
el de Jesús fue un mensaje de benevolencia para los perdidos.
Dicho de otra
manera, Fue un acto de dedicación a su propio ministerio.
Nosotros debemos equiparnos
para su obra con el poder de su Santo Espíritu.
Recordemos hermanos que los
cielos se abren cuando le permitimos al Espíritu Santo obrar en nuestras vidas.
Mateo 4:1-11 Luego el Espíritu llevó a Jesús al desierto para que
allí lo tentara el diablo. Durante
cuarenta días y cuarenta noches ayunó y después tuvo mucha
hambre. En ese tiempo,
el diablo* se le acercó y le dijo: —Si eres el Hijo de Dios, di a
estas piedras que se conviertan en pan. Pero Jesús le dijo: —¡No! Las Escrituras dicen: “La
gente no vive sólo de pan, sino de cada palabra que sale de la boca de Dios”*. Después el diablo lo llevó a la santa ciudad,
Jerusalén, al punto más alto del templo, y dijo: —Si eres el Hijo de Dios, ¡tírate! Pues las
Escrituras dicen: “Él ordenará a sus ángeles que te protejan. Y te sostendrán
con sus manos para que ni siquiera te lastimes el pie con una piedra”*. Jesús le respondió: —Las Escrituras también
dicen: “No pondrás a prueba al SEÑOR tu Dios”*. Luego el diablo lo llevó a la cima de una montaña muy alta y le
mostró todos los reinos del mundo y la gloria que hay en ellos. —Te daré todo
esto —dijo —si te arrodillas y me adoras. —Vete de aquí, Satanás —le dijo
Jesús—, porque las Escrituras dicen: “Adora al SEÑOR tu Dios y sírvele sólo a
él”*. Entonces el diablo se fue, y
llegaron ángeles a cuidar a Jesús.
Después de que se abrieron
los cielos, el Espíritu Santo descendió en forma visible sobre Jesús y dice la
Escritura que fue llevado por Él al desierto, para ser tentado.
Jesús había
aprobado su primer examen de aceptar el llamamiento de venir al mundo a morir
por los pecados de la humanidad, pero ahora es sometido al segundo examen: la
tentación.
El mismo Espíritu que había
visto en la visión de su bautismo lo condujo a un lugar solitario, donde le
tocó enfrentar varias situaciones y el ataque del enemigo.
Y es que Jesús
también se identifica con nosotros en esto, ya que quizás muchos ya hemos
pasado el primer examen de aceptar el llamado de Dios para servirle, pero la
segunda etapa es la que nos prepara para cumplir a cabalidad la voluntad de
Dios.
Hemos sido puestos en un
desierto, el mundo en que vivimos, donde todas las fuerzas del enemigo se unen
para confrontarnos cuando tomamos la decisión de apartarnos y consagrarnos a
Dios.
Jesús fue
tentado con todo lo que el mundo ofrece.
Tales como: Los deseos de la carne, los deseos de
los ojos y la vanagloria de la vida.
Pero el
Espíritu Santo lo fortaleció para resistir la tentación.
Es decir: Lleno de su plenitud usó la Palabra
de Dios frente a Satanás y triunfó.
Esta victoria de Jesús sobre
el enemigo perduró a través de todo su ministerio.
En su
ministerio, lo vemos actuar a través de los evangelios:
Sanando
enfermos, Echando fuera demonios, Rescatando las almas aprisionadas por el
enemigo y Dando libertad por la predicación de la Palabra.
Jesús no luchó solo, fue
tentado constantemente hasta el Getsemaní antes de ir a la cruz, pero lo
soportó todo porque todos los poderes del cielo estaban de su lado por el
Espíritu Santo.
Como hijos,
esos poderes también están a nuestro favor, aunque sean invisibles.
Es nuestra
tarea permanecer llenos y controlados por el Espíritu, quien nos fortalecerá y
junto con la tentación nos dará la salida.
Ahora el turno es para
nosotros, debemos seguir su ministerio entendiendo que seguiremos siendo
tentados hasta el regreso de Cristo, en este mundo.
Pero también
tenemos el más grande poder obrando a través de nosotros.
Fuimos
bautizados por Jesús con el Espíritu Santo; alentémonos porque nuestro corazón
es su morada y nunca estaremos solos para afrontar las situaciones diarias.
Por eso es muy importante
que sigamos las pistas de Jesús.
1Pedro 2:21-24 Pues Dios los
llamó a hacer lo bueno, aunque eso signifique que tengan que sufrir, tal como
Cristo sufrió* por ustedes. Él es su ejemplo, y deben seguir sus pasos. Él
nunca pecó y jamás engañó a nadie.* No respondía cuando lo insultaban ni amenazaba con
vengarse cuando sufría. Dejaba su causa en manos de Dios, quien siempre juzga
con justicia. Él mismo cargó nuestros pecados sobre su cuerpo en la cruz, para
que nosotros podamos estar muertos al pecado y vivir para lo que es recto. Por
sus heridas, son sanados.
Efesios 1:3-6 Toda la
alabanza sea para Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha
bendecido con toda clase de bendiciones espirituales en los lugares
celestiales, porque estamos unidos a Cristo. Incluso antes de haber hecho el mundo, Dios nos amó y nos eligió
en Cristo para que seamos santos e intachables a sus ojos. Dios decidió de antemano adoptarnos como miembros de
su familia al acercarnos a sí mismo por medio de Jesucristo. Eso es
precisamente lo que él quería hacer, y le dio gran gusto hacerlo. De manera que alabamos a Dios por la abundante gracia que
derramó sobre nosotros, los que pertenecemos a su Hijo amado.*
La santidad describe nuestra
nueva posición con el Señor.
Él nos escogió para que
fuésemos “santos
y sin mancha delante de él”.
Nuestros
cuerpos son el templo de su Espíritu, y cuando nos entregamos en obediencia y
fidelidad ante ÉL, El mismo Dios nos habita y nos convierte en santos, gracias
a que Jesús esta en nosotros.
Por otra parte, sin embargo,
nuestra conducta no armoniza algunas veces con esta verdad.
Somos declarados justos,
pero no siempre actuamos como tales.
El problema es que muchos
cristianos no se ven como Dios los ve.
Dicen: “No
soy realmente un santo, pero tampoco soy tan pecador”.
Por tanto, pretenden colocarse
en algún punto intermedio, donde piensan carnalmente y no espiritualmente.
Pero, en
realidad, no hay nada en medio de la santidad y el pecado.
Eres, o bien
una cosa o bien otra.
La Biblia describe a la
santificación como un proceso.
Romanos 6:19 Uso la ilustración de la
esclavitud para ayudarlos a entender todo esto, porque la naturaleza humana de
ustedes es débil. En el pasado, se dejaron esclavizar por la impureza y el
desenfreno, lo cual los hundió aún más en el pecado. Ahora deben entregarse
como esclavos a la vida recta para llegar a ser santos.
En Efesios 4:1, Pablo lo
asemeja a una caminata que se realiza durante toda la vida.
Efe 4:1 Por lo tanto,
yo, prisionero por servir al Señor, les suplico que lleven una vida digna
del llamado que han recibido de Dios, porque en verdad han sido llamados.
Esto habla del dramático
contraste entre la manera en que solíamos comportarnos antes de ser salvos, y
la manera en que somos llamados a vivir ahora.
Este estilo de
vida no ocurre de un momento para otro; hay que escogerlo intencionalmente para
practicarlo a medida que crecemos en la fe.
Debemos tener en cuenta que
ser santos no significa ser perfectos.
Dios no busca perfección,
Dios busca disposición.
En otras palabras, se trata
de ser apartados para Él.
Es decir: De ser diferentes.
De reflejar el
amor de Dios en todo momento, aun cuando esto signifique nadar en
contracorriente contra este mundo tan roto y falto de Él.
Se nos pide
seguir las pisadas de Cristo, su ejemplo en palabra y conducta.
Para finalizar este mensaje, cuando nos encontremos tentados a callar
sobre Cristo, a no mostrarnos como cristianos por la hostilidad de la cultura
que nos rodea, recordemos las razones por las cuales Pablo no se avergonzaba
del evangelio.
Decía:
Filipenses
1:21 Pues, para mí, vivir
significa vivir para Cristo y morir es aún mejor.
¿Será esto cierto
para nosotros?
Gracia y Paz.
Pastor y Administrador, Rogers
Infante.
Que Dios te bendiga.
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