ELIAS
"Amado Dios, frente a las
circunstancias adversas de la vida, enséñame a actuar en fe, a creer en tus
promesas, a entregarte a ti lo mejor de mí, para que obres milagros. A buscarte
y darte primeramente a ti, mi tiempo, mis talentos, mis recursos, con la
seguridad de que suplirás todo lo que me falta. Amén."
Elías,
es un gran profeta de Dios que hizo muchos milagros asombrosos y
extraordinarios.
Que
se ganó una posición privilegiada ante Dios porque fue unos de los hombres que
apareció con Jesús en el monte de la Transfiguración.
Y
dije “es” porque Elías no vio muerte.
Él
está catalogado como uno de los grandes profetas del Antiguo Testamento.
Bajo
su ministerio surgieron grandes milagros que desfilaron la naturaleza, tales
como:
La
sequía, la hambruna, entre otros.
Y
lo más importante es que mientras sucedían estos milagros, Elías fue alimentado
por Dios por medios de cuervos y por una viuda.
En
la casa de la viuda Dios hizo por medio de él una resurrección al hijo de la
viuda.
Luego
de esto vio la gran victoria en el Carmelo contra los profetas de Baal y Asera.
Al
ver estas grandes victorias de nuestro hermano Elías, nos da tristeza al saber
que este hombre de Dios, no encontraba donde esconderse para huir por la
amenaza de una mujer.
Pero regresemos un poco y veamos como
fue el comportamiento de Elías.
Busquemos
en la palabra de Dios
1Reyes 17:13-16 Entonces Elías le dijo: —¡No tengas miedo! Sigue adelante y haz
exactamente lo que acabas de decir, pero primero cocina un poco de pan para mí.
Luego, con lo que te sobre, prepara la comida para ti y tu hijo. Pues el SEÑOR,
Dios de Israel dice: “Siempre habrá
harina y aceite de oliva en tus recipientes, ¡hasta que el SEÑOR mande lluvia y vuelvan a crecer los cultivos!”.
Así que ella hizo lo que Elías le dijo, y ella, su familia y Elías comieron
durante muchos días. Siempre había suficiente harina y aceite de oliva en los
recipientes, tal como el SEÑOR lo había prometido por medio de Elías.
En este pasaje vemos que un simple acto de fe
puede cambiar totalmente una circunstancia adversa.
A esta mujer viuda que apenas tenía un poco
para comer, Elías le pide una porción primero para Él y le da la promesa de que
Dios la bendecirá.
Pero estoy seguro que por la mente de esta
mujer, pasaron muchas cosas en ese momento, posiblemente sintió temor.
Es allí donde surgen las preguntas:
¿Morirían de hambre?
¿Cómo dar lo único que tenemos para nuestros hijos, a otros?
¿Será que somos capaces?
Esta mujer, se sobrepuso al temor, y no
solamente se sobrepuso sino que actuó con fe y Dios le cumplió la promesa hecha
por este profeta.
Ahora tenga muy en cuenta que hoy en día Dios no está
llamando a ninguna persona para el cargo de profeta y apóstol, ya que hoy en
día ninguna persona cumple con los requisitos establecidos en la palabra de
Dios, para tener ese cargo.
Así que no se deje engañar por estos
estafadores modernos de la fe.
Tenga muy presente que la fe es
el paso entre la promesa y la seguridad.
En nuestra mente es difícil concebir un
milagro porque nuestra fe es débil.
¿Cuántas veces Dios nos ha pedido que le entreguemos nuestra
vida, nuestros talentos, nuestro dinero, tiempo, a cambio de su bendición y
dudamos?
Todo milagro grande o
pequeño comienza por un acto de obediencia.
Debemos darle la oportunidad a Dios de usar
su ilimitado poder, en nuestros limitados recursos y circunstancias.
Podemos
hallar dos grandes principios para que nos edifiquemos.
Primero, tenemos
que ofrecerle a Dios, algo que nos sea necesario y para esto se necesita de
nuestra fe.
Recordemos cuando Dios le dice a Abraham:
Génesis 12:1-3 El SEÑOR le había dicho a
Abram: «Deja tu patria y a tus parientes y a la familia de tu padre, y vete a
la tierra que yo te mostraré. Haré de ti una gran nación; te bendeciré y te
haré famoso, y serás una bendición para otros. Bendeciré a quienes te bendigan
y maldeciré a quienes te traten con desprecio. Todas las familias de la tierra
serán bendecidas por medio de ti».
Esta petición de Dios, requirió de una gran
fe por parte de Abraham.
Salir sin saber para donde iba, debe producir
mucho temor.
Pero obedeció y Dios lo bendijo grandemente.
Esta mujer tenía necesidades, pero dio de lo
poco que tenía para el sostenimiento del profeta de Dios y el Señor la
recompensó con abundante provisión.
Tenga en cuenta que estas provisiones
llegaron de inmediato y en el tiempo en que el profeta de Dios lo dijo.
Segundo, esta
mujer dio primero.
Y su ofrendar activó el milagro que duró por
espacio de tres años.
Es decir: Se
desprendió de lo que le pertenecía a ella y a su hijo, lo dio a otro y Dios
multiplicó.
Ahora ella dio porque el
espíritu de Dios, le revelo a esta mujer que Elías, era su profeta.
Nosotros como cristianos verdaderos debemos sembrar sin dudar de
nuestro tiempo, de nuestros talentos, de nuestros recursos y Dios lo
multiplicará en bendiciones.
Quizás no veremos solución a nuestros
problemas hasta que no demos el paso de fe.
Es el propósito de Dios usar y honrar lo
necio y lo débil del mundo para obrar un milagro.
La mujer que Él escoge para
sustentar a Elías, era pobre, desolada y necesitada.
Es allí donde Él manifiesta su
poder.
¿Estaremos dispuestos a
aventurarnos a hacer lo que Dios nos pide, basándonos en sus promesas?
Si lo hacemos, no se nos hará difícil
despojarnos a sí mismos para su servicio, dándole a Él la primera parte, lo
mejor de nuestras vidas y lo que le corresponde.
Por
eso hoy les digo:
Bienaventurados todos aquellos
que podemos creerle a Dios, en contra de toda esperanza y obedecer.
Si confiamos en Dios, Él nos
promete que jamás seremos avergonzados en el día de la prueba y en el día de
escasez nos sustentará.
Vamos
ahora a:
1Reyes 19:9-13 Allí llegó a una cueva, donde pasó la noche. Entonces el SEÑOR le dijo a
Elías: —¿Qué haces aquí, Elías? —He servido con gran celo al SEÑOR Dios
Todopoderoso —respondió Elías—; pero el pueblo de Israel ha roto su pacto
contigo, derribó tus altares y mató a cada uno de tus profetas. Yo soy el único
que queda con vida, y ahora me buscan para matarme a mí también. El SEÑOR le
dijo: —Sal y ponte de pie delante de mí, en la montaña. Mientras Elías estaba
de pie allí, el SEÑOR pasó, y un
viento fuerte e impetuoso azotó la montaña. La ráfaga fue tan tremenda
que las rocas se aflojaron, pero el SEÑOR no estaba en el viento. Después del
viento hubo un terremoto,
pero el SEÑOR no estaba en el terremoto. Pasado el terremoto hubo un incendio, pero el SEÑOR
no estaba en el incendio. Y después del incendio hubo un suave susurro. Cuando Elías lo oyó, se cubrió la
cara con su capa, salió y se paró a la entrada de la cueva. Entonces una voz le
dijo: —¿Qué haces aquí, Elías?
Cuantas veces nuestro Dios nos está diciendo ¿Qué haces aquí?
En los momentos de temor, nos sucede igual
que a los niños pequeños, que se esconden cuando tienen miedo, buscando
refugio, hasta que el brazo firme y la voz amable de su padre, le da la
seguridad para salir de su escondite.
Elías tenía miedo de morir en manos de Jazabel, pues su gran victoria sobre los profetas de
Baal lo ha puesto en peligro de muerte.
Puede sucedernos a
nosotros en algún momento.
Las circunstancias pueden afectarnos
negativamente de tal manera que pensemos que todo está perdido; y más duro
cuando las consecuencias vienen después de haber hecho algo para la gloria de
Dios.
Es en ese momento que necesitamos la voz de
nuestro amado Padre diciendo como le dijo a Elías “Sal afuera y ponte de pie en el monte,
delante de Jehová”.
Iglesia, Dios no permitirá que permanezcamos
escondidos, sino que quiere seguirnos revelando sus propósitos y usándonos para
su gloria a pesar de las dificultades.
No hemos terminado nuestra carrera todavía en
este mundo.
Somos sus siervos y Dios nos necesita hoy más
que nunca firmes, pues se avecinan tiempos difíciles para su iglesia.
Recordemos que así como el viento,
terremoto y fuego, Dios sigue dando muestras visibles de su poder.
Él puede manifestar su gloria de
diferentes formas.
Pero el poder más grande y
poderoso que tenemos a nuestro alcance es la presencia del Espíritu Santo.
Esa voz dulce, apacible y delicada que nos
dice: “no
temas, yo estoy contigo”.
¿Será que es suficiente para nosotros?
Pues para Elías no lo fue, a pesar de sentir
la presencia de Dios, seguía sintiendo temor, cubrió su rostro, y aún no se
reponía.
Vuelve el Señor y le insiste ¿Elías que haces
aquí?
Pero Elías, sigue repitiendo las mismas
palabras que suenan a excusa, frente a la gran manifestación de Dios.
En ese momento el corazón de
Elías, es terco porque se centraba en sí mismo.
Este Profeta de Dios, ya no quiere seguir
adelante.
Pero Dios lo llama de nuevo a su servicio,
porque nada afectará sus propósitos.
Diga conmigo: Dios tiene un
propósito en mi vida, y él lo culminara.
Cuando Elías creía que todo concluía allí,
Dios le dice: “Ve,
regresa por el camino, por el desierto, a Damasco”.
Nadie puede huir de la presencia de Dios, y
mucho menos Elías pudo huir de su responsabilidad como profeta.
Con la misma
insistencia Dios no permite que su siervo renuncie a su ministerio y le
comisiona una nueva misión, ungir a quién lo va a suceder.
No va a ser una misión carente de peligro,
pero ya el énfasis va a ser distinto.
No se centrará en la seguridad del profeta,
pues Dios mismo está cuidando de él, aunque Elías no lo entiende.
Pero Elías debe centrarse en los propósitos
de Dios.
Con el tiempo Eliseo cumplió el resto de la
comisión dada a Elías.
La pregunta que Dios formulo, ¿qué haces aquí,
Elías? Es un reproche.
A menudo nos corresponde preguntar si estamos
en nuestro lugar, y en el camino del deber.
Nos preguntamos:
¿Estoy dónde debo estar?
¿A dónde me llama Dios, dónde
está su obra, y dónde puedo ser útil?
Recordemos que no importa cuán difíciles son
los momentos, Dios está del lado de los que le obedecen y hacen su voluntad, Él no permitirá que nada malo
nos pase.
Nos protegerá en el día del peligro y nos
ayudará en el momento preciso.
Estará con nosotros hasta al fin del mundo.
Pero todo esto depende de usted.
Depende de su obediencia y fidelidad ante
Dios.
Depende de su compromiso con cristo y su
iglesia.
Gracia y Paz.
Pastor y Administrador, Rogers
Infante.
Que Dios bendiga a mis hermanos en la
fe.
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