EL PRIVILEGIO Y PODER DE LA
ORACION
Cuando
Jesús estaba orando en «un lugar», sus discípulos lo oyeron, y se sintieron
profundamente conmovidos, por cuanto jamás ningún hombre en la tierra había
orado como Él.
¡Qué
calma espiritual, tenía Jesús para Orar!
¡Qué
certidumbre de fe lo llenaba!
¡Qué
santa familiaridad y comunión tenía con su Padre Jehová de los ejércitos!
¡Qué
sobrecogedora realidad y poder había en estas sencillas expresiones de Jesús!
No es de
asombrarse que cuando Jesús cesó de orar, sus discípulos acudieron a Él, con
los ojos húmedos, diciendo: «Señor, enséñanos a orar».
El poder de la oración reside más en lo que somos que en lo
que decimos.
Muchos son los que se atreven a
llegar a la presencia de Dios por medio de una oración, en un estado de suciedad,
arrugados, manchados, orgullosos y llenos de quien sabe cuenta depravaciones,
para que Dios les conceda, lo que ÉL en su sano y Santo juicio no les dará.
Diferencia
hay en los fieles, quienes oran sometidos a la voluntad de Dios, y tienen
escrito a través de sus vidas «santidad al Señor».
Iglesia,
la oración, debe ser y será por siempre, «el anhelo del corazón».
Si el corazón es
recto para con Dios, entonces serán concedidos los deseos del corazón.
No se
trata de “Señor tu sabes que yo…”
No se
trata de “Te prometo que cuando salga de esto y aquello yo…”
No se
trata de “Dame esto que necesito y yo…”
Excusas,
excusas, excusas.
1Juan 5:14-15 Y estamos
seguros de que él nos oye cada vez que le pedimos algo que
le agrada. Y, como
sabemos que él nos oye cuando le hacemos nuestras
peticiones, también sabemos que nos dará lo que le pedimos.
Pero si el
corazón es engañoso, y solo intenta poner a Dios en ridículo, calamidad, ruina
y muerte vendrá sobre este pretencioso, egoísta y engañoso corazón.
Proverbios
26:22-28 Los rumores son deliciosos bocaditos que penetran en lo
profundo del corazón. Las
palabras suaves* pueden ocultar un corazón perverso, así como un barniz atractivo cubre una olla de
barro. La
gente podrá encubrir su
odio con palabras agradables, pero te están engañando. Fingen
ser amables, pero no les creas; tienen el corazón lleno de muchas maldades.* Aunque su odio esté encubierto por engaños, sus fechorías serán expuestas
en público. Si tiendes una trampa para otros, tú mismo caerás en ella. Si echas a rodar una roca sobre
otros, no los aplastará a ellos sino a ti. La lengua mentirosa odia a sus víctimas, y las palabras aduladoras llevan a la ruina.
Los deseos
son abundantes en los corazones humanos, pero ¡cuán pocos son confiadamente
susurrados al oído de Dios!
Muchos,
prefieren poner su confianza en el mundo.
Muchos son los que obedecen primeramente al Mundo.
Estos
hacen primero lo del mundo, consultan con el mundo y el mundo los guía y peor
aún le informa lo que deben hacer.
Y
como no les resulta el haber puesto sus oídos y confianza en el mundo, viene a
Dios, poniéndolo de último, para que Dios, como última opción, les resuelva su
situación.
Por eso sus
oraciones no son escuchadas.
Por eso viven
como ellos mismos desean vivir.
Por eso no
ven avances en sus vidas.
Por eso
cada día que pasa, se entregan más al mundo, ignorando sus propias
destrucciones.
El
motivo es que no saben llegar a Dios, como debe ser.
Y
la forma de llegar a Dios es arrepentidos, para no volver a caer.
La
forma de llegar a Dios, es estar limpios y ser obediente y fiel en su palabra.
¿Cuántos
han pretendido engañar al Espíritu con un falso arrepentimiento, para que Dios
escuche sus falsas oraciones?
Miren usted
puede cometer cualquier tipo de pecado, luego puede arrepentirse delante de
Dios, para no volverlo a hacer.
Pero la
blasfemia contra el Espíritu, pretendiendo engañar a Dios, No tendrá perdón en
esta vida, ni en la venidera.
Mateo 12:31-32 »Por eso les digo, cualquier pecado y
blasfemia pueden ser perdonados, excepto la blasfemia contra el Espíritu Santo,
que jamás será perdonada. El que hable
en contra del Hijo del Hombre puede ser perdonado, pero el que hable contra el
Espíritu Santo jamás será perdonado, ya sea en este mundo o en el que vendrá.
Observe
entonces que si vamos a llegar a la presencia de Dios, debemos hacerlo sin
manchas, arrepentidos y con un corazón dispuesto a escuchar lo que Dios nos
manda en su palabra, para obedecer guste o no nos guste.
De
lo contrario no se ponga a orar, sino no está obedeciendo a Dios.
Recele
a Satanás, ese si se complace con los falsos, mentirosos, orgullosos y
depravados.
Pero
no se engañe usted mismo, ni pretenda engañar al Espíritu de Dios.
La oración
es necesaria para nuestra vida.
Y
más que necesaria, nos permite estar en una perfecta comunión con nuestro Padre
y su Hijo Jesús en el Espíritu.
Observe la necesidad que tenemos
para orar.
Los Discípulos le dijeron: «Señor, enséñanos a orar» (v. 1).
Todos los
hombres oran en el sentido de desear o de anhelar fervorosamente algo, pero no
ante el Dios viviente.
Nunca
se aprende a orar si no hemos recibido realmente a Jesús en nuestro corazón.
Porque
Jesús en nuestro corazón, transforma nuestra manera de vivir.
De
esa manera aprendemos a hablar personalmente a con Dios.
Y
más que hablar le conocemos, por cuanto Él nos oye, por nuestra obediencia y
fidelidad.
La relación
con Dios es una clamorosa necesidad del alma del hombre.
Necesitamos
más que simpatía humana.
Necesitamos
una ayuda mayor que la humana.
El
poder y la compasión DIVINOS son la contrapartida de la debilidad y necesidad
humanas.
Por
eso sus discípulos dijeron: «Señor, enséñanos a orar».
Para enseñarle a orar a una persona, hay que enseñarle
primero que se arrepienta de sus pecados.
Jesús es el Maestro de la
oración. «Señor, enséñanos.»
Jesús es el
único que nos puede instruir en el camino hacia el Padre.
Toda su
vida la vivió en la atmósfera de la oración.
Constantemente
respiraba el aliento del cielo.
Y en cada
una de sus acciones oímos la voz de su ruego en nuestro favor.
Su
vida santa, su angustia por nosotros en el huerto, su muerte expiatoria, y su
resurrección de entre los muertos fueron todas ellas voces poderosas de súplica
a Dios, su Padre.
Él, que
pasó noches enteras en oración y en la sagrada comunión con su Padre.
Él, nos
enseña a orar dándonos un amplio atisbo a la pobreza de nuestras propias
naturalezas, para que podamos tener hambre de justicia.
Romanos
8:25-30 Pero, si
deseamos algo que todavía no tenemos, debemos esperar con
paciencia y confianza). Y el Espíritu Santo
nos ayuda en nuestra debilidad. Por ejemplo, nosotros no sabemos qué quiere
Dios que le pidamos en oración, pero el Espíritu Santo ora por nosotros con
gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y el Padre, quien conoce cada corazón, sabe lo que el Espíritu dice,
porque el Espíritu intercede por nosotros, los creyentes,* en armonía con la
voluntad de Dios. Y sabemos que
Dios hace que todas las cosas cooperen* para el bien de los que lo aman y son
llamados según el propósito que él tiene para ellos. Pues Dios conoció a los suyos de antemano y los
eligió para que llegaran a ser como su Hijo, a fin de que su Hijo fuera el hijo
mayor* de muchos hermanos. Y, después de haberlos
elegido, Dios los llamó para que se acercaran a él. Y, una vez que los llamó,
los puso en la relación correcta con él. Y, luego de ponerlos en la relación
correcta con él, les dio su gloria.
Él nos
enseña a orar revelándonos, por su Espíritu, sus propias e inescrutables
riquezas, para que podamos anhelar profundamente los mejores dones y
bendiciones.
Hebreos 4:14-16 Por lo tanto, ya que tenemos un gran Sumo
Sacerdote que entró en el cielo, Jesús el Hijo de Dios,
aferrémonos a lo que creemos. Nuestro Sumo
Sacerdote comprende nuestras debilidades, porque enfrentó todas y cada
una de las pruebas que enfrentamos nosotros, sin embargo él nunca pecó. Así que acerquémonos con toda confianza al
trono de la gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos su misericordia y
encontraremos la gracia que nos ayudará cuando más la necesitemos.
En respuesta
a sus oraciones Jesús les dijo:
Lucas 11:2 «Cuando oren, digan: Padre nuestro que estás en los cielos», etc.
Al poner
esta oración en sus bocas, Jesús, no solo les estaba enseñando el orden en que
nuestras oraciones deberían ser presentadas, sino que también, deberíamos creer
en un mismo espíritu.
De esa
manera nuestra condición de corazón se refleja en la verdadera oración.
Porque digo esto:
Porque el
aspecto subjetivo en la oración implica una condición de:
1.
FILIACIÓN. «Padre nuestro.»
Antes que
podamos decir «Padre
nuestro» en ningún sentido real,
tenemos que haber recibido a Jesús en nuestro corazón y así mismo el Espíritu
de adopción.
Romanos
8:14-16 Pues todos los que son guiados por el Espíritu de Dios
son hijos de Dios. Y ustedes no
han recibido un espíritu que los esclavice al miedo. En
cambio, recibieron el Espíritu de Dios cuando él los adoptó como sus propios
hijos.* Ahora lo llamamos «Abba, Padre»*. Pues su Espíritu se une a nuestro espíritu para
confirmar que somos hijos de Dios.
En otras
palabras: Tenemos que ser hechos hijos fieles y obedientes mediante la
recepción de su Hijo antes que podamos honradamente dirigirnos a Él como Padre.
Juan 1:12-13 Pero, a todos
los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de
llegar a ser hijos de Dios. Ellos nacen de
nuevo, no mediante un nacimiento físico como resultado de la pasión o
de la iniciativa humana, sino por medio de un nacimiento que proviene de Dios.
2.
SANTIFICACIÓN. «Santificado sea tu
nombre.» Lucas 11:2
Su nombre
significa todo lo que Él es en su santidad, rectitud, amor y Justicia.
¿Cómo
puede un alma no santificada santificar el nombre de Dios?
¿Qué
comunión tiene la luz con las tinieblas?
Si su
Nombre debe ser santificado en nosotros, nosotros mismos debemos ser
santificados a su Nombre por medio de su Hijo Jesús, mediante la obediencia y
la fidelidad.
La pregunta
es: ¿Tiene usted a Jesús en su corazón?
O ¿tiene
usted a un barjesus?
3.
SUJECIÓN. «Venga tu reino.» Lucas 11:2
¿Cómo
podemos hacer esta petición si no estamos dispuestos a que nuestros propios
corazones y pensamientos se sometan a su gobierno?
Así, para
poder orar, tiene que haber un sometimiento entero a la voluntad de Dios.
No a
medias, ni mucho menos en parte.
Romanos 14:17-20 Pues el reino de
Dios no se trata de lo que comemos o bebemos, sino de llevar una vida de
bondad, paz y alegría en el Espíritu
Santo. Si
tú sirves a Cristo con esa actitud,
agradarás a Dios y también tendrás la aprobación de los demás. Por lo
tanto, procuremos que haya armonía en la iglesia
y tratemos de edificarnos unos a otros. No destruyas la obra de Dios a
causa de lo que comes. Recuerda que todos los alimentos están permitidos; lo malo es comer algo que haga tropezar a
otro.
4.
CONSAGRACIÓN. «Hágase tu
voluntad.»
Para decir «Hágase tu voluntad» debe primero haber
una buena disposición a hacer su voluntad.
Es decir,
que cuando una persona dice “Hágase tu voluntad”
quiere decir que esta persona está sujeta y sometida en todos los
aspectos de la vida, a la voluntad de Dios.
En otras palabras: esa persona, está completamente apartada para Dios y su caminar,
testimonio y acción, las dirige Dios por medio de su hijo Jesús.
5.
AMOR FRATERNAL. «Y perdónanos
nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a los que nos ofenden»,
Lucas 11:4. etc.
Nuestras
oraciones pueden quedar muchas veces estorbadas por la carencia de la ternura
de corazón hacia los que puedan tener alguna actitud negativa con nosotros.
Efesios
4:30-32 No entristezcan al Espíritu Santo de Dios con la forma en que viven. Recuerden que él
los identificó como suyos,* y así les ha garantizado que serán salvos el día de
la redención. Líbrense de toda amargura, furia, enojo, palabras
ásperas, calumnias y toda clase de mala conducta. Por el
contrario, sean amables unos con otros, sean de buen corazón, y perdónense unos a otros, tal como Dios los ha
perdonado a ustedes por medio de Cristo.
Ahora, ¿Revela esto el espíritu con que oramos?
¿Entristece
usted al Espíritu de Dios en la forma en que vives?
¿Cómo
es tu conducta delante de Dios?
Dice la
palabra de Dios:
Lucas
11:9-10 »Así que les
digo, sigan pidiendo y recibirán lo que piden; sigan buscando y encontrarán;
sigan llamando, y la puerta se les abrirá. Pues todo el que pide, recibe; todo
el que busca, encuentra; y a todo el que llama, se le abrirá la puerta.
La
simplicidad en la oración es: «Pedid, y se nos dará».
Cuanto más
vayamos amoldándonos a la imagen de Cristo, por nuestra obediencia y fidelidad,
tanto más cerca llegaremos a la misma presencia de Dios.
Y
cuanto más nos alleguemos a Él en nuestra verdadera semejanza de alma a Él,
tanto más simples y como de niño serán nuestras oraciones. «Pedid, y recibiréis.»
Iglesia, La
eficacia de la oración, como dice Lucas 11:13
Lucas 11:13 Así que, si ustedes, gente pecadora, saben dar buenos
regalos a sus hijos, cuánto más su Padre celestial dará el Espíritu Santo a
quienes lo pidan».
Quiere
decir que el Padre dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan.
Pero para
pedirlo hay que tener una vida santa, arrepentidos, ser fieles y obediente.
Porque al dar
el Espíritu, Él pone dentro del alcance de cada hijo suyo CADA BENDICIÓN
ESPIRITUAL.
Dice la
palabra:
Efesios 3:14-20 Cuando pienso en
todo esto, caigo de rodillas y elevo una oración al Padre,* el Creador de todo lo que existe en el cielo y en la
tierra.* Pido en oración que, de sus
gloriosos e inagotables recursos, los fortalezca con poder en el ser interior
por medio de su Espíritu. Entonces Cristo habitará en el corazón de ustedes a medida que confíen en él. Echarán
raíces profundas en el amor de Dios, y ellas los mantendrán fuertes. Espero
que puedan comprender, como corresponde a todo el pueblo de Dios, cuán ancho, cuán largo, cuán alto y cuán profundo es su
amor. Es
mi deseo que experimenten el amor de Cristo, aun cuando es demasiado grande
para comprenderlo todo. Entonces serán completos con toda la plenitud de la vida y el poder que
proviene de Dios. Y ahora, que toda la gloria sea para Dios, quien puede
lograr mucho más de lo que
pudiéramos pedir o incluso imaginar mediante su gran poder, que actúa en
nosotros.
Muchos de
nosotros tienen todavía que aprender lo que nuestro Padre lleno de gracia está
dispuesto a hacer por nosotros, y por medio de nosotros, por su don del
Espíritu Santo.
Como
colaborador de Dios Padre y de su Hijo Jesús, les ruego que no reciban esta
gracia de Dios en vano. Él dice y con esto termino.
Juan 14:12-14 »Les digo la verdad, todo el que crea en mí hará las
mismas obras que yo he hecho y aún mayores, porque voy a estar con el Padre. Pueden
pedir cualquier cosa en mi nombre, y yo la haré, para que el Hijo le dé gloria al Padre. Es
cierto, pídanme cualquier
cosa en mi nombre, ¡y yo la haré!
Gracia
y Paz.
Pastor
y Administrador, Rogers Infante.
Que
Dios te bendiga.
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