UN
MENSAJE PODEROSO
Romanos 1:16-17 Pues no me avergüenzo de la Buena Noticia acerca de Cristo, porque es poder de Dios en
acción para salvar a todos los que creen, a los judíos primero y también a los
gentiles. * Esa Buena Noticia nos revela cómo Dios
nos hace justos ante sus ojos, lo cual se logra del principio al fin por medio
de la fe. Como dicen las Escrituras: «Es por medio de la fe que el justo tiene
vida»*.
El evangelio es la forma en que Dios ha
permitido que lleguemos al conocimiento de Cristo y a recibir su salvación
gracias a escuchar el mensaje y al creer en él.
Este mensaje de salvación es el
tesoro escondido más grande que ha sido traído a nuestras manos por el favor
inmerecido de Dios.
Cuando recibimos el evangelio, su Palabra,
estamos recibiéndolo a él, y por esto este mensaje es poderoso, es una palabra
viva y eficaz, que revela el diagnóstico de nuestro estado real, pero no sólo
nos revela nuestra verdadera naturaleza, sino que nos muestra el camino para
salir de nuestros pecados y sufrimientos terrenales.
Este evangelio, puesto en
nosotros, nos salva de la muerte eterna, ilumina nuestra vida para que no
vivamos en oscuridad, pero también nos trae la responsabilidad más grande, más
importante que pudiéramos tener en nuestra vida, una misión esencial por la
cual estamos en la familia que nacimos: ser luz para nuestra familia.
Puesto que hemos recibido el mensaje y
nuestro corazón arde de amor inmenso por lo que el Señor Jesús realizó en la
cruz, no podemos dejarlo sólo para nosotros, debemos enseñarlo a nuestra
familia, dando ejemplo, mostrando el amor de Cristo, orando con nuestra familia
y estudiando la Palabra.
Esto es lo que significa
"Cree en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y toda tu casa.” en Hechos.16:31,
ya que si hemos creído debemos hablar: como dice la
escritura “Creí por eso hablé” (2Corintios
4:13).
Ahora,
creyendo en Jesús realmente, ¡Cual es la responsabilidad del hombre?
Mateo 25:14-30 »También el
reino del cielo puede ilustrarse mediante la historia de un hombre que tenía
que emprender un largo viaje. Reunió a sus siervos y les confió su dinero
mientras estuviera ausente. Lo dividió en
proporción a las capacidades de cada uno. Al primero le dio cinco bolsas de plata;
* al segundo, dos bolsas de plata; al último, una bolsa de plata. Luego se fue
de viaje. »El siervo que recibió las cinco bolsas de plata comenzó a invertir
el dinero y ganó cinco más. El que tenía las dos
bolsas de plata también salió a trabajar y ganó dos más. Pero el siervo que recibió una sola bolsa de plata cavó un hoyo en la tierra y allí escondió el
dinero de su amo. »Después de mucho tiempo, el amo regresó de su viaje y los
llamó para que rindieran cuentas de cómo habían usado su dinero. El siervo al cual le había confiado las cinco bolsas de plata se presentó con cinco más y dijo:
“Amo, usted me dio cinco bolsas de plata para invertir, y he ganado cinco más”.
»El amo lo llenó de elogios. “Bien hecho, mi buen siervo fiel. Has sido fiel en
administrar esta pequeña cantidad, así que ahora te daré muchas más
responsabilidades. ¡Ven a celebrar conmigo!”*. »Se presentó el siervo que había
recibido las dos bolsas de plata y dijo: “Amo, usted me dio dos bolsas de plata
para invertir, y he ganado dos más”. »El amo dijo: “Bien hecho, mi buen siervo
fiel. Has sido fiel en administrar esta pequeña cantidad, así que ahora te daré
muchas más responsabilidades. ¡Ven a celebrar conmigo!”. »Por último se
presentó el siervo que tenía una sola bolsa de plata y dijo: “Amo, yo sabía que
usted era un hombre severo, que cosecha lo que no sembró y recoge las cosechas
que no cultivó. Tenía miedo de
perder su dinero, así que lo escondí en la tierra. Mire, aquí está su dinero de
vuelta”. »Pero el amo respondió: “¡Siervo perverso y perezoso! Si sabías que
cosechaba lo que no sembré y recogía lo que no cultivé, ¿por qué no depositaste
mi dinero en el banco? Al menos hubiera podido obtener algún interés de él”. »Entonces
ordenó: “Quítenle el dinero a este siervo y dénselo al que tiene las diez
bolsas de plata. A los que usan bien lo que se les da, se les dará aún más y tendrán en abundancia; pero a los que no hacen nada se les
quitará aun lo poco que tienen. Ahora bien, arrojen a este siervo inútil a la oscuridad de afuera, donde habrá llanto y rechinar de
dientes”.
El hombre es un ser responsable moralmente.
En cada decisión que tomamos
somos agentes morales libres de decidir, pero tenemos que tener presente las
consecuencias.
Al creernos sabios en nuestra propia opinión
y no tomar la dirección de Dios, fallamos, no porque Dios nos haya enviado un
mal, sino porque no acatamos su advertencia que es para vida; Dios no quiere
que tomemos caminos de muerte.
Coloquemos toda decisión y
proyecto en manos de Dios, para que Él también nos de la sabiduría de
administrar las bendiciones que en su misericordia y amor trae a nuestras vidas.
Ya sea la presencia de una persona que Dios
puso en nuestro camino, o toda bendición, necesitamos su poder y su Palabra
para actuar sabiamente y no volver a fallar, o a repetir los mismos errores.
En la parábola de los talentos,
en Mateo
25:14-30,
el Señor
entrega talentos de acuerdo a la capacidad de cada quien.
Pero es responsabilidad de cada uno de nosotros, no solo
cuidarlos, sino administrarlos y hacer crecer lo que Dios nos da.
Esto también se aplica a las personas que
Dios nos ha puesto.
La pregunta es:
¿Edificamos a las personas que
están en nuestra vida?
¿Les enseñamos la Palabra de
vida para que den fruto y tengan éxito?
La respuesta la tiene usted en su manera de vivir.
La parábola no sólo se aplica a cosas
materiales, también a dones y talentos que Dios nos ha dado y que es nuestra
responsabilidad desarrollar y perfeccionar.
Pero también a las personas, nuestra pareja, nuestra
familia y amigos.
Entonces preguntémonos:
¿Los cuidamos, edificamos,
aportamos a sus vidas o por el contrario somos una carga, somos descuidados y
faltos de detalle con ellos?
Es momento de mostrar que Cristo vive en
nosotros, valorando a todas las personas que Dios coloca en nuestras vidas y
brindándoles el verdadero amor derramado en nuestro corazón por medio de la fe
en Jesús.
Tito 3:3-7 En otro tiempo nosotros también éramos necios y desobedientes. Fuimos engañados y nos convertimos en
esclavos de toda clase de pasiones y placeres. Nuestra vida estaba llena de
maldad y envidia, y nos odiábamos unos a otros. Pero: «Cuando
Dios nuestro Salvador dio a conocer su bondad y amor, él nos salvó, no por las
acciones justas que nosotros habíamos hecho, sino por su misericordia. Nos
lavó, quitando nuestros pecados, y nos dio un nuevo nacimiento y vida nueva por
medio del Espíritu Santo.* Él derramó su Espíritu sobre nosotros en abundancia
por medio de Jesucristo nuestro Salvador. Por su gracia él nos declaró justos y nos dio la seguridad de que vamos a heredar la
vida eterna».
Cada uno de nosotros somos responsables
moralmente por el pecado.
No podemos culpar a Dios y a los demás por las cosas que
nos suceden pues son consecuencia de nuestras decisiones.
Debemos aceptar nuestros pecados y
arrepentirnos, acudiendo a la misericordia, que es nueva cada día (Lamentaciones 3:22-23).
Lamentaciones 3:22-23 ¡el fiel
amor del SEÑOR nunca se acaba! * Sus misericordias jamás terminan. Grande es su fidelidad; sus
misericordias son nuevas cada mañana.
En Génesis 3, cuando el hombre desobedece a
Dios, engañado por Satanás, no reconoce su estado si no que se oculta.
Luego cuando es confrontado por
Dios, se pasan la culpa de uno a otro.
Si leemos detenidamente Génesis 3:12-13,
Génesis 3:12-13 El hombre contestó: —La
mujer que tú me diste fue quien me dio del fruto, y yo lo comí. Entonces el SEÑOR Dios le preguntó a la mujer: —¿Qué has hecho? —La serpiente me
engañó —contestó ella—. Por eso comí.
Detengámonos a observar cómo se “auto
justifican”, culpándose el uno al otro y luego culpando a Dios con decir
"La serpiente me engañó, y comí.”
Es cierto que la serpiente
utilizó mentiras, pero ¿acaso el hombre no pudo confiar en el mandato de Dios frente a
lo que Satanás les ofrecía?
Hoy en
día, se repite esta condición, esta tendencia a cometer el mismo error; cuando
Dios nos habla a través de la Biblia nos dice la verdad, nos escondemos de
Dios, vemos lo que hemos hecho y nos remuerde la conciencia, tapándonos con
religiones o ocultando nuestro estado con alcohol, drogas o sexo.
Culpamos a los demás por lo que hicimos, si
mentimos, si fornicamos o si cometemos cualquier pecado, inmediatamente viene a
nuestra mente el “fue que él o ella...”.
Tomemos en serio la
responsabilidad por lo que hacemos o decidimos.
Pero no podríamos sin la luz de
Cristo.
Él en Mateo 4, cuando se enfrentó a Satanás, nos mostró el
camino, no falló, sino que, mediante la palabra de Dios, ajustado y obedeciendo
al mandato escrito, no permitió el engaño de Satanás ni en su mente, ni mucho
menos en su corazón.
Él venció por nosotros, luego en la cruz
selló la victoria sobre el pecado.
Es decir que no es en nuestra
humana condición o con esfuerzos morales que enfrentamos la responsabilidad de
nuestros actos, sino que debemos acercarnos a la cruz, a Jesús, con un corazón
arrepentido y pedirle un cambio radical en nuestro corazón, un nuevo
nacimiento, un nuevo corazón que no se deje engañar y llevar al pecado, sino
que dependa de su Palabra para vivir de ahora en adelante verdaderamente libre.
Gracia y Paz
Pastor y administrador
Rogers Infante
Que Dios derrame Bendiciones
a mis hermanos en la fe.
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