RESTAURACION
Cuando Dios restaura a alguien, sea una
familia, un matrimonio, una persona, lo que Él restaura siempre se mejora,
crece, se multiplica y, sobre todo, supera el estado de “arreglado”.
Cuando Dios restaura a una persona, esta persona mejora en todo, dejando
para siempre atrás su estado anterior.
En el Nuevo Testamento restaurar se
utiliza para dar la idea de algo que estaba dañado o imperfecto, pero que puede
volver a usarse para lo cual fue diseñado.
En Mateo 4:21 se habla de las redes imperfectas o rotas.
Mat 4:21 Un poco más adelante por
la orilla, vio a otros dos hermanos, Santiago y Juan, sentados en una barca
junto a su padre, Zebedeo, reparando las redes. También los llamó para que lo
siguieran.
Todos sabemos que una red rota no es útil
para pescar.
Pero si la restauramos significa que
vuelven a ser de utilidad para la pesca.
Para nosotros los cristianos nacidos de
nuevo, ser restaurados implica que volvemos a ser de utilidad en el cuerpo de
Cristo.
Muchas veces decimos:
Úsame, Señor, úsame para tu Reino, úsame
para tu Iglesia.”
Y no tenemos en cuenta lo que Dios está
pensando de nosotros.
El seguramente
dice:
Pero como te voy a usar si estas sin
restaurar.
Cuando no caminamos en obediencia y
fidelidad ante Dios, no podemos de ninguna manera pretender ser útiles para su
obra.
En otras
palabras debemos ser restaurados, permitir
que Jesús el Hijo de Dios arregle esa red que es nuestra vida, para que
volvamos a ser útiles en el servicio del Señor.
Cuando llegamos al Señor siempre
lo hacemos llenos de barro.
Pero si nos arrepentimos verdaderamente de
todo cuanto hemos hecho, entonces seremos perdonados, y comenzaremos una vida
nueva y abundante en obediencia y fidelidad ante Dios.
Una vez perdonado y utilizados en
el servicio de Dios, viene el perfeccionamiento.
Ese perfeccionamiento no es hecho por
nosotros, ni es a fuerza de obra humana sino por gracia, es decir: la gracia de
la misericordia de Dios.
Dice en Filipenses
1:6:
Filipenses 1:6 Y estoy seguro de
que Dios, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede
completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva.
En otras
palabras: Jesús va a perfeccionar esto que inició
en nosotros.
La palabra dice que la obra que el inicio, la perfeccionará.
Esto mi
querido hermano requiere de un buen tiempo.
La palabra No
dice que inició la buena obra y ya está todo perfecto.
No es así.
Por la sencilla razón de que la poderosa palabra
de Dios, nos enseña que vamos siendo perfeccionados en un tiempo que, sin duda,
es Su tiempo.
Cuando nos convertimos a Jesucristo por medio del Bautismo en su nombre,
vamos renunciando a ciertas cosas que no sabíamos que al Señor no le agradaban.
Es decir: Que renunciamos
a todo tipo de idolatría, renunciamos a toda tradición mundana, y a todas esas
cosas que el Señor abomina.
Una vez hecho todo esto, ponemos toda
nuestra confianza plenamente en Dios por medio de su Hijo Jesús.
De eso damos indicio, cuando estamos
caminando bajo obediencia y fidelidad ante Dios y la Iglesia de Cristo.
Pero, qué sucede con las conductas, sentimientos y comportamientos que no
podemos controlar, porque no deseamos cambiar totalmente, por el que dirán.
Me refiero a los pensamientos, el estancamiento
espiritual, el autoritarismo y otros tantos desatinos, que creemos que nadie
los ve, pero que son evidentes antes Dios y la iglesia de Cristo.
Posiblemente quisiéramos renunciar a esta clase de actitudes y cambiar de
una vez y para siempre, pero no pasa nada.
Entonces nos
preguntamos:
¿Qué está pasando conmigo?
¿De dónde provienen estas reacciones?
¿Habrá alguna causa que me provoque actuar
así?
Todos queremos agradar a Dios, queremos realmente poder tener una vida
nueva con nuestra familia, hermanos e iglesia
Pero como todo ser humano, algunas veces nos
enojamos.
Otras veces sentimos ira.
Y probablemente decimos palabras que luego
lamentamos haberlas dicho.
Y es cuando nos
preguntamos: ¿Qué pasa, conmigo Señor?
El Señor nos da una clave en el Salmo 19.12
Salmos 19:12-14 ¿Cómo puedo conocer
todos los pecados escondidos en mi corazón? Límpiame de estas faltas ocultas. (13)
¡Libra a tu siervo de pecar intencionalmente! No permitas que estos pecados me
controlen. Entonces estaré libre de culpa y seré inocente de grandes pecados. (14)
Que las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón sean de tu agrado, oh
SEÑOR, mi roca y mi redentor.
Podemos hacerle este tipo de preguntas al Señor, incluso podemos pedirle
estas cosas a nuestro padre por medio de Jesucristo.
Cuando estamos en la espiritualidad del
Poder de lo Alto, el cual es el Espíritu Santo de Dios, podemos entender
nuestros errores y corregirlos, para no volver a caer en ellos.
Por eso debemos
decir siempre:
Padre
Celestial, líbrame de lo que yo no conozco, ilumíname con tu presencia por
medio de Jesús, tu Hijo amado, porque yo no sé lo que pasa, pero quiero ser
librado de lo que a Ti no te agrada.
Cuando usted Ora de esa manera, el Poder de Dios, que es su Espíritu Santo,
reposara en usted y va a alumbra el lugar oscuro donde están escondidas y
guardadas las cosas feas, esas que quedaron ocultas, y las eliminara de su
vida, para que usted pueda ser utilizado nuevamente por Dios.
Debemos dejar que Jesús, haga su
trabajo en nosotros.
Él nos limpiara de todo aquello que es
desagradable a Dios.
Él nos dará un corazón nuevo para que
podamos obedecer la palabra de Dios con toda fidelidad.
Hoy en día podemos ver a muchos cristianos
que no están en pecado, que son obedientes a Dios y le aman sinceramente, pero
se sienten mal.
Es decir que pasan mucho tiempo en
estado de angustia o tienen temores.
Viven vidas llenas de ansiedad, problemas
de relación en su familia, con los hijos o con los esposos.
Algunas veces o casi frecuente padecen problemas
de relación en los trabajos.
Problemas de relación en la Iglesia.
Y entonces nos
preguntamos: ¿Qué es lo
que está pasando?
¿Son
cristianos, son obedientes, pero qué sucede?
La respuesta
clara y precisa es que lo que Sucede es que hay sufrimientos y heridas que no
los toca la conversión.
Con el primer paso de la conversión no es suficiente; hay heridas
profundas, sentimientos que necesitan una curación especial y minuciosa por
parte de Jesús.
Solo Jesús estando verdaderamente en
nuestro corazón, puede limpiarnos de todo aquello que contamina nuestro
corazón.
Hay una enorme cantidad de
personas que supuestamente aman al Señor.
Personas que conocen las Escrituras y no
obstante, no pueden evitar aquello que hacen, dicen o piensan, como mentir,
calumniar, difamar, etc.
Pablo en Romano 7:15 expresa
claramente esta situación cuando dice:
Romanos
7:15-20 Realmente
no me entiendo a mí mismo, porque quiero hacer lo que es correcto pero no lo
hago. En cambio, hago lo que odio. (16) Pero, si yo sé que lo que hago está
mal, eso demuestra que estoy de acuerdo con que la ley es buena. (17) Entonces
no soy yo el que hace lo que está mal, sino el pecado que vive en mí. (18) Yo
sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa* no existe nada bueno.
Quiero hacer lo que es correcto, pero no puedo. (19) Quiero hacer lo que es
bueno, pero no lo hago. No quiero hacer lo que está mal, pero igual lo hago. (20)
Ahora, si hago lo que no quiero hacer, realmente no soy yo el que hace lo que
está mal, sino el pecado que vive en mí.
Lo que vemos acá, es que Romanos resume
esto que a veces les sucede a las personas, que no entienden por qué siguen
viviendo cosas desagradables y siguen sintiendo emociones que no les gustaría
sentir; por qué no se pueden llevar bien con los demás; por qué no pueden
tratar mejor a las personas; por qué viven en un estado de ansiedad permanente
y porque no les gusta ser fiel ante Dios y someterse a su voluntad.
Pero hay Buenas Nuevas.
Jesús es capaz de develar esta situación,
si se le permite llegar al interior, a los recuerdos, a las emociones sin
oponer usted resistencia.
Él tiene que llegar a su interior, tiene
que tocar sus recuerdos, tiene que alcanzar sus emociones, para que de esa
manera, usted pueda sentirse libre y bendecido.
Si las heridas del alma no reciben tratamiento adecuado, se infectan, se
inflaman, provocan más dolor; enferman el espíritu, contaminan al resto, se
dispersan y sucede lo que lo peor, contagian
a otros.
Una restauración se produce luego de una dolorosa remoción.
Hay que estar dispuesto y dejar que Dios
remueva lo que infecta nuestra vida.
Tantas veces una muela cuya raíz está
infectada, tiene como solución la vía “incomoda” de ser extirpada para que no
vuelva a molestar ni a contaminar al resto.
Es cierto que, por temor al “tirón” o al
hecho mismo de perder la muela, buscamos paliativos que son soluciones
momentáneas.
En lo espiritual, esos paliativos suelen ser actos de religiosidad o sobre
esfuerzos, excusas o “buenas obras” que puedan compensar lo que “hacemos y no
entendemos”.
Las heridas
del corazón no hay que taparlas, tenemos un Dios que no nos avergüenza.
Delante de Dios podemos poner toda nuestra vida tal cual está.
Pero lo que no hay que hacer es tratar de
tapar nuestros errores y decir:
“Bueno, yo siento esto pero no, mejor
dejémoslo”.
“No hablemos del asunto. Prefiero no hablar”.
“Esto es horrible, mejor no acordarse”.
Todo esto son EXCUSAS, para no someternos
a la voluntad de Dios.
Caso diferente es cuando un cristiano puede recordar en paz, cualquier cosa
que le haya pasado en su vida, aún lo desagradable, es porque ha recibido
sanidad, porque ha podido perdonar, porque está en paz.
Pero cuando alguien, para poder hablar de su vida, de su historia, tiene
que dejar espacios en blanco que son innombrables, que son “irrecordables”, es
porque ahí algo pasó.
Si no podemos dar testimonio de que, aunque hayamos sufrido, el Señor nos
permite tener paz en nuestra vida, no le estamos siendo útil al cuerpo de
Cristo.
Si vamos al médico porque tenemos una infección en el oído o en la
garganta, es muy probable que el médico nos dé un antibiótico y diga: “Usted
debe cumplir con el tratamiento.
No se trata de que tome una pastilla y ya
está curado.
Puede llevar siete o diez días de
antibióticos, pero usted no los interrumpa, para que pueda ser sanado”.
Es casi a esa semejanza que el Poder de
Dios, actúa en nosotros para sanarnos.
Pero lamentablemente por lo general, todo
nuevo creyente actúa ansiosamente y quieren que todo se le resuelva de
inmediato, rápido, ahora.
Es decir: Desean una
solución inmediata.
Desean la píldora
del “Ya”.
Y sin más trámite fingen estar bien, para
no someterse a Dios.
Algunos usan una oración, y ellos dicen:
me sanaron de las heridas de toda mi vida.
Esto es falso.
Ya que todo proceso de salvación y
sanación, requiere de un tratamiento espiritual y minucioso de parte de Dios,
por medio de Jesús.
Y el Espíritu
Santo dice que él nos perfeccionará.
La Sanidad interior actuar gradualmente, ya
que la obra de sanidad que Dios hace en la vida de sus hijos es un proceso, en
el cual usted deberá de poner de su parte.
Hay que
esperar.
A veces no es fácil, pero hay que esperar.
Dejar que el Señor haga su obra.
Pero ponga usted
primeramente de su parte.
Muchas personas
no dejan que Dios sea Dios.
Le voy a compartir algo que pasa muy
frecuentemente por si a usted también le ocurre.
Es muy común que los padres tengan luchas
con los hijos; y en la consejería pastoral, el pastor debe sugerirles a los
padres que entreguen ese hijo al Espíritu Santo, que lo pongan en las manos del
Dios, nuestro Señor y oren por él cada día.
Es cierto que hay hijos que están
comprometidos con cosas peligrosas, pero los padres deben día a día librar la
batalla espiritual en oración y dejar que el Señor los cuide.
No se debe por ningún motivo, bajar la
guarda.
Ya que el diablo, nuestro adversario,
siempre está latente para destruir los hogares.
Sin embargo, esto no parece ser un trámite sencillo.
A veces, los papás y las mamás no terminan
de confiarle sus hijos al Señor y quieren estar controlándolo todo.
La pregunta es:
¿Si controla Él
o controla usted?
¿Dios tiene el
control o lo tiene usted?
Si usted le pide a Dios por su hijo y se lo entregó a Él, déjelo que Él
actúe.
A veces nos ponemos tan ansiosos que no
dejamos que el Espíritu Santo cumpla su obra.
A veces nos ponemos en el medio y
entorpecemos las cosas, porque estamos siempre apurados, queremos ver ese
resultado ya, y esto habla de una confianza floja en el Señor.
Jairo llamó a Jesús, recurrió a Él, y dejó que
Él obrara.
Jairo era un padre que
tenía confianza, que tenía fe en el Señor, y no se metió en el medio a decirle
a Jesús nada sobre lo que pasaba.
En cambio, dejó obrar a
Jesús, y su hija fue restaurada.
Lucas 8:49 Mientras él todavía hablaba con
ella, llegó un mensajero de la casa de Jairo, el líder de la sinagoga y le
dijo: «Tu hija está muerta. Ya no tiene sentido molestar al Maestro». (50)
Pero, cuando Jesús oyó lo que había sucedido, le dijo a Jairo: «No tengas
miedo. Sólo ten fe, y ella será sanada». (51) Cuando llegaron a la casa, Jesús
no dejó que nadie entrara con él excepto Pedro, Juan, Santiago, y el padre y la
madre de la niña. (52) La casa estaba llena de personas que lloraban y se
lamentaban, pero Jesús dijo: «¡Dejen de llorar! No está muerta; sólo duerme». (53)
Pero la multitud se rió de él, porque todos sabían que había muerto. (54)
Entonces Jesús la tomó de la mano y dijo en voz fuerte: «¡Niña, levántate!». (55)
Y, en ese momento, le volvió la vida* y se puso de pie enseguida. Entonces
Jesús les dijo que le dieran de comer a la niña. (56) Sus padres quedaron
conmovidos, pero Jesús insistió en que no le dijeran a nadie lo que había
sucedido.
Esta es la actitud que nos pide Jesús.
Una vez que Jesús inicia la obra en su
vida o en la de un ser querido, debe dejarlo obrar a Él.
Pero recuerde que usted debe poner de su
parte, para que Dios pueda obrar a través de su Hijo Jesús.
Inténtelo y confié en Dios.
Sométase a su voluntad y obediencia, y
veras los resultados favorables para su
vida.
Si usted solo y hasta hoy no ha podido con esto, y sigue sin solucionarlo.
Ahora déjelo obrar a Dios.
Deje que Él sea Dios.
Gracia y Paz.
Pastor y
Administrador, Rogers Infante.
Que sea Dios,
quien derrame bendiciones sobre mis hermanos en la fe.
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