EN CRISTO CREO Y TODO LO PUEDO
Muchas veces
pensamos que la forma en que actúa Dios es muy injusta.
Son muchas las
personas que piensan e incluso desearían que cualquier falta o pecado pequeño que
se cometa, Dios no debería tenerlo en cuenta y mucho menos destituirnos de su
gloria.
Pero la realidad
de las cosas tiene un verdadero sentido y es que Dios no condena a nadie.
Somos nosotros lo
que por nuestra imprudencia y desobediencia nos condenamos así mismos.
Por eso muchas veces
no vemos nuestros sueños una realidad.
Dios simplemente hace
justicia porque es El único justo.
Juan 3:36 Los que creen en el
Hijo de Dios tienen vida eterna. Los que no obedecen al Hijo nunca tendrán vida
eterna, sino que permanecen bajo la ira del juicio de Dios.
Todo el Universo
está constituido por leyes que si las violamos ocasionarían una tragedia o un
cambio repentino en nuestra vida.
Por
tanto el que se condena es el hombre mismo, por practicar el pecado y no querer
ir a la luz para que sea revelada su maldad y sea sanado.
En otras palabras: Somos responsables
morales de cada pensamiento, decisión y de cada acto que ejercemos en nuestra
propia vida.
Esto nos hace responsable
de nuestros pecados.
Aunque no podemos
en nuestra fuerza dejar el pecado, no es disculpa para que a través del
evangelio de la luz, recibamos lo que Dios nos ofrece gratuitamente, esto es,
la posibilidad de recibir su perdón, de ser limpiados mediante la sangre de
Cristo derramada en la cruz del calvario.
Es como
si todos, por nuestros delitos y pecados fuéramos directo a un precipicio, pero
Dios viene a rescatarnos por medio del evangelio de Jesucristo, de su palabra
viva y eficaz, que nos muestra nuestra condición, pero que también nos rescata
de la perdición que ofrece el pecado y nos lleva a los lugares celestiales, a
la eternidad con Dios.
Lo único que
debemos hacer es ser obedientes y fieles a sus mandatos, solo así haremos la
santa voluntad de Dios y hallaremos el camino correcto al Padre.
Sólo
debemos arrepentirnos y creer en el nombre del hijo de Dios.
Hoy
llamemos y confiemos en Jesucristo y no seremos defraudados.
Cuando lo hallemos
verdaderamente, entonces seremos más que vencedores.
Su palabra dice:
Filipenses 4:13 Pues todo lo puedo hacer por medio de Cristo,* quien me
da las fuerzas.
En esta vida, no
existe un proyecto, trabajo, relación o cualquier cosa que en Cristo no seamos
capaces de hacer.
Somos más que
vencedores por aquel que nos amó y se entregó por nosotros.
Incluso,
Cristo ya nos dio la victoria contra el pecado, contra la tendencia a hacer lo
malo, lo que tenemos que hacer es tomar posesión de la herencia de amor, de
poder y de bendiciones espirituales.
Si queremos ver
una real transformación en nuestras vidas empecemos a vivir guiados por su
Espíritu.
Esto significa, vivir de acuerdo a su
palabra.
Es decir: creer en
lo que está escrito en la palabra de Dios, como una realidad que no debemos
tomar ligeramente sino experimentarla diariamente en nuestra vida.
Tengamos
esta palabra en nuestra mente y corazón en todo momento.
Y cuando
sintamos que no podemos seguir hacia adelanta.
Cuando estemos
cansados.
Cuando halla
tristeza o desánimo, frente a las vicisitudes de la vida.
Entonces
confiadamente declaremos esta promesa con total convicción de que Dios escucha
nuestra oración, renueva nuestra fuerza y nos libra de todos nuestros temores.
Para eso es muy
importante mantener nuestra comunión con el Espíritu de Dios.
Mateo 18:20 Pues donde se reúnen dos o tres en mi nombre, yo estoy allí
entre ellos.
Iglesia, la promesa
del Señor, estar en medio de nosotros cuando estamos reunidos en su
nombre.
El Salmo 22:22, hace referencia a
Cristo alabando en medio de la congregación, y ahora Cristo habita en nosotros
cuando lo recibimos por fe.
Cuando Jesús habla
con la samaritana, le enseña que el lugar de adoración será nuestro corazón, en
espíritu y verdad.
Juan 4:10-21 Jesús contestó:
—Si tan sólo supieras el regalo que Dios tiene para ti y con quién estás
hablando, tú me pedirías a mí, y yo te daría agua viva. —Pero señor, usted no
tiene ni una soga ni un balde —le dijo ella—, y este pozo es muy profundo. ¿De
dónde va a sacar esa agua viva? Además, ¿se cree usted superior a nuestro
antepasado Jacob, quien nos dio este pozo? ¿Cómo puede usted ofrecer mejor agua
que la que disfrutaron él, sus hijos y sus animales? Jesús contestó: —Cualquiera
que beba de esta agua pronto volverá a tener sed. Pero todos los que beban del
agua que yo doy no tendrán sed jamás. Esa agua se convierte en un manantial que
brota con frescura dentro de ellos y les da vida eterna. —Por favor, señor —le
dijo la mujer—, ¡déme de esa agua! Así nunca más volveré a tener sed y no
tendré que venir aquí a sacar agua. Jesús le dijo: —Ve y trae a tu esposo. —No
tengo esposo —respondió la mujer. —Es cierto —dijo Jesús —. No tienes esposo porque
has tenido cinco esposos y ni siquiera estás casada con el hombre con el que
ahora vives. ¡Ciertamente dijiste la verdad! —Señor —dijo la mujer—, seguro que
usted es profeta. Así que dígame, ¿por qué ustedes, los judíos, insisten en que
Jerusalén es el único lugar donde se debe adorar, mientras que nosotros, los
samaritanos, afirmamos que es aquí, en el monte Gerizim,* donde adoraron
nuestros antepasados? Jesús le contestó: —Créeme, querida mujer, que se acerca
el tiempo en que no tendrá importancia si se adora al Padre en este monte o en Jerusalén.
Ustedes, los samaritanos, saben muy poco acerca de aquel a quien adoran,
mientras que nosotros, los judíos, conocemos bien a quien adoramos, porque la
salvación viene por medio de los judíos. Pero se acerca el tiempo —de hecho, ya
ha llegado —cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en
verdad. El Padre busca personas que lo adoren de esa manera. Pues Dios es
Espíritu, por eso todos los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en
verdad.
Así que cuando nos
reunimos en nombre del Señor, en un mismo Espíritu, tenemos comunión unos con
otros y con Jesús mismo.
Lo que tenemos es
un encuentro personal con Cristo y con nuestros hermanos.
En otras palabras: tenemos una unidad.
Es decir que hemos muerto a
todo egoísmo, de una individualidad basada en la carne, hemos pasado a una
comunidad basada en el Espíritu, a una verdadera comunidad del Espíritu Santo.
Dado que tenemos
el espíritu de Dios en nosotros, debemos tener mucho cuidado con lo que sale de
nuestra boca.
Santiago 3:1-2 Amados hermanos, no muchos
deberían llegar a ser maestros en la iglesia, porque los que enseñamos seremos
juzgados de una manera más estricta. Es cierto que todos cometemos muchos
errores. Pues, si pudiéramos dominar la lengua, seríamos perfectos, capaces de
controlarnos en todo sentido.
Iglesia escuche esto:
Como cristianos
verdaderos no estamos para publicar el pecado de los demás sino para llevar al
pecador a la presencia del que puede limpiarlos de todo pecado.
El
pecado es un asunto entre el pecador y Jesucristo, pues Él es el pago por todos
los pecados.
No
juzguemos, ni nos coloquemos en el papel de jueces de nuestro prójimo sino como
verdaderos pecadores arrepentidos, que han sido liberados de la esclavitud del
pecado.
Dicho de otra manera: Enseñemos la
palabra de verdad que permitió que fuésemos justificados de todos los delitos
que nos agobiaban en el pasado.
Por tanto
controlemos lo que decimos, llevemos todo pensamiento a la cruz de Cristo y
pensemos antes de hablar, pues en la multitud de palabras está el error, más si
refrenamos nuestra lengua colocamos en práctica la prudencia, que evitará la
mayoría de conflictos que tenemos en nuestro diario vivir.
Proverbios 10:17-23 Los que aceptan la disciplina van por el camino que lleva a la vida,
pero los que no hacen caso a la corrección se descarriarán. Encubrir el odio te
hace un mentiroso; difamar a otros te hace un necio. Hablar demasiado conduce
al pecado. Sé prudente y mantén la boca cerrada. Las palabras del justo son
como la plata refinada; el corazón del necio no vale nada. Las palabras del
justo animan a muchos, pero a los necios los destruye su falta de sentido
común. La bendición del SEÑOR enriquece a una persona y él no añade ninguna
tristeza. Al necio le divierte hacer el mal, pero al sensato le da placer vivir
sabiamente.
Por
eso es muy importante que busquemos al Señor.
Mateo 7:7-11 »Sigue pidiendo y recibirás lo que pides; sigue buscando y encontrarás;
sigue llamando, y la puerta se te abrirá. Pues todo el que pide, recibe; todo
el que busca, encuentra; y a todo el que llama, se le abrirá la puerta. »Ustedes,
los que son padres, si sus hijos les piden un pedazo de pan, ¿acaso les dan una
piedra en su lugar? O, si les piden un pescado, ¿les dan una serpiente? ¡Claro
que no! Así que, si ustedes, gente pecadora, saben dar buenos regalos a sus
hijos, cuánto más su Padre celestial dará buenos regalos a quienes le pidan.
Isaías 55:6-7 Busquen al SEÑOR mientras puedan encontrarlo; llámenlo ahora, mientras
está cerca.
Que los malvados cambien sus
caminos y alejen de sí hasta el más mínimo pensamiento de hacer el mal. Que se
vuelvan al SEÑOR, para que les tenga misericordia. Sí, vuélvanse a nuestro
Dios, porque él perdonará con generosidad.
En estos 2
versículos, la Biblia nos muestra que a Dios se le puede buscar.
Él no está lejano.
Él está atento a
abrir la puerta de su misericordia por medio de su hijo Jesús, a todo aquel que
quiera rechazar el mal y aceptar la verdad.
Apreciados
hermanos, como su pastor y guía espiritual, Busquen y anhelen con todo el
corazón a cristo.
Porque
cuando verdaderamente lo halles, abras hallado la fuente de la vida.
Y tenga la plena seguridad y la
certeza que esa fuente proviene de Dios para manifestarse por medio de su Hijo
Jesús en nosotros.
Dios quiere
habitar en nosotros, por medio de la fe en Jesucristo.
Hoy busquemos a
través de la Biblia al verdadero Dios y Señor, y él se manifestará en nuestras
vidas si tenemos a Jesús en nuestro corazón.
Gracia y Paz
Pastor y administrador Rogers
Infante
Que Dios derrame Bendiciones en mi
vida, mi familia y a mis hermanos en la fe.
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